Sólo se vive una vez
José Ignacio Arraiz se basa en el caso de Fernando Alonso para analizar las causas de la infelicidad en el trabajo y las medidas que deben tomar las empresas para conseguir que un empleado dé lo mejor de sí mismo
El pasado Domingo de Ramos volvimos a pasar la noche en blanco para ver en directo por televisión la primera carrera de la temporada de Fórmula 1 en Australia. Otra vez pendientes de los bólidos, el 'si parpadean se lo van a perder' y, como cada primera carrera del año, intentando aprendernos los nuevos colores, los nuevos equipos, los nuevos números, que si McLaren tiene el mejor coche, que si Ferrari está casi a la altura, que si a Renault le falta un segundo por vuelta, que si los alerones, que si las nuevas centralitas, que si la nueva reglamentación, que si esto, que si lo otro.
Hay una cosa que sí que ha cambiado: la carita de ilusión de Fernando Alonso por quedar cuarto frente a la cara de circunstancias del año pasado, incluso después de haber ganado carreras, como por ejemplo en Nurburgring. Y es que Fernando Alonso optó a finales del año pasado por ser feliz y no por conducir el mejor coche en un ambiente irrespirable, e intentar acercarse a los puestos de cabeza lo más posible sabiendo que será muy difícil estar en el pódium (y no digamos ya ganar carreras).
El dilema no es nuevo. Muchos directivos se encuentran en un momento de su carrera profesional parecido al de Fernando Alonso: ser felices o ganar. Ganar más dinero o ganar un ascenso. Ganar y sufrir.
Muchos directivos se encuentran en un dilema parecido al del piloto asturiano: ser felices o ganar
Las causas de infelicidad en el trabajo suelen ser tres: el trabajo en sí, el entorno y el jefe. Hay veces que el trabajo es incapaz de producir felicidad, o porque es extraordinariamente repetitivo o porque se realiza bajo una presión insoportable. Otras veces el entorno hace la vida casi imposible: la presión de la propia organización, los viajes frecuentes o una expatriación más larga de la cuenta. Finalmente, los jefes directos pueden llegar a hacer insoportable un trabajo; según diversas encuestas, la principal causa de cambio de trabajo es una mala relación con el jefe directo.
Está demostrado que las personas rinden mucho más cuando se encuentran a gusto en un trabajo. Lo contrario conduce a situaciones normalmente insostenibles que, o bien generan muy alta rotación, o una insatisfacción que se vuelve insoportable. Las empresas deben tener cuidado de no provocar insatisfacciones añadidas sin sentido, cuidando el diseño organizativo y el diseño de los puestos, cuidando el entorno y cuidando sobre todo el liderazgo y el estilo de dirección de los jefes.
Cuidar el diseño de los puestos significa clarificarlos, que quede claro qué aportan a la estrategia de la empresa, que tengan indicadores de éxito y que no necesiten para su ejecución una combinación de conocimientos y competencias que lo hagan imposible de ejecutar. Por ejemplo, en una compañía de alquiler de coches, no es lo mismo decirle a la persona que lava los coches que su trabajo consiste en limpiarlos, que decirle que su trabajo sirve para que cuando el cliente reciba el coche se sienta a gusto, para lo cual, tiene que limpiarlo.
Cuidar el entorno significa establecer políticas pensadas para la satisfacción de las personas. Desde horarios flexibles a comedores de empresa, desde cheques guardería a gimnasios, pasando por sistemas de retribución flexible o teletrabajo. Muchas empresas están poniendo en marcha políticas para hacer más llevadero el día a día de las personas en las empresas, permitiendo la conciliación entre la vida personal y la vida profesional, haciendo el entorno más amigable y, con ello, ganando en satisfacción y en compromiso de las personas.
Finalmente, cuidar los estilos de dirección y el liderazgo de los jefes directos es una labor en la que muchas grandes empresas están embarcadas en la actualidad y que tendrá reflejos en el largo plazo. Significa tener definido un perfil de liderazgo, medir a los jefes en relación con dicho perfil y favorecer su desarrollo en la dirección correcta y promocionando solamente a aquellos que más se ajustan a dicho perfil.
No cuidar estos aspectos hace más complicada la vida de las personas en las empresas, que dejan de ser felices en su trabajo y bajan la productividad. Y además, para retener a las personas clave las empresas deben subir los salarios. En definitiva, un círculo vicioso que suele conducir a una terrible disyuntiva para muchas personas: o me quedo donde estoy por un salario alto o por una oportunidad de promoción, o me marcho a otro sitio donde tal vez gane menos dinero, donde tal vez no promocione, pero donde sea más feliz en el trabajo y como persona.
No todas las personas están en una situación como Alonso, ni por supuesto ganan lo que él. El corredor de Fórmula 1 es un privilegiado. Dos veces campeón del mundo con 25 años, no tiene que demostrar nada a nadie, ni a él mismo, y tampoco va a pasar apuros económicos el resto de su vida. Por eso ha podido elegir salir de McLaren e irse a otra escudería (Renault) con menos recursos. Pero a Ron Dennis le quedará siempre la duda de si hizo todo lo posible para permitir al campeón del mundo dar de sí todo lo que tenía dentro. A juzgar por el resultado del año 2007 y por la primera carrera de 2008, es evidente que no. Y Alonso decidió irse, porque, como dice la canción, 'sólo se vive una vez'.
José Ignacio Arraiz. Presidente de Hay Group