El capital riesgo, motor del mercado
Los precios alcanzados en el mercado bursátil colocan los activos en unos niveles cada vez más caros y cada vez resulta más difícil ganar dinero'. Un responsable de un fondo de capital riesgo considera que la buena oportunidad de compras de las primeras semanas de marzo se ha esfumado rápidamente, y ahora el margen de rentabilidad es más estrecho. Pero no por ello la actividad frenética en la que se zambulle el modelo de negocio del capital riesgo va a ceder fácilmente, y se presenta como uno de los motores claves de revalorización de las Bolsas. De hecho, en España y Europa está prácticamente empezando a trabajar, mientras que en el mercado británico o norteamericano es un jugador habitual.
Sólo el año pasado, el capital riesgo captó cerca de 100.000 millones de euros en Europa, frente a los 131.000 millones de Estados Unidos. Este año, la apetencia de los particulares con cierta capacidad patrimonial y la existencia de nuevas oportunidades de compra superará las cifras de 2006 con toda seguridad.
Por tanto, dado que las holgadas facilidades de liquidez dan alas a quien asume riesgo, y potencia la capacidad de apalancamiento por la expectativa de tipos de interés bajos en las cuatro grandes divisas mundiales (euro, dólar, yen y libra), la capacidad inversora y de intervención en los mercados de los fondos de capital riesgo está asegurada. Para que nos hagamos una idea, el dinero levantado por este tipo de instrumentos de inversión y sus posibilidades de apalancamiento en Estados Unidos y Europa, por ejemplo este año, podría comprar las 35 empresas del Ibex sin inmutarse.
Además, el grado de madurez y liquidez alcanzado por los fondos de private equity les capacita para afrontar compras de empresas de un tamaño considerable. Las adquisiciones de compañías de pequeña capitalización seguirán produciéndose, como hasta ahora. Pero la gran novedad es que ninguna empresa de tamaño medio alto está a salvo de la red de los fondos. En España, media docena de empresas están ahora bajo su lupa, y algunas tienen el músculo de Altadis (más de 12.000 millones de euros), Iberia (4.000), o incluso Repsol (31.000 millones) y Gamesa (6.700 millones), si damos por buenos los rumores de la última semana.
Tradicionalmente, el private equity era un ariete de los inversores para entrar en las compañías cuya gestión tenía un apreciable recorrido de mejora. Difícilmente podían, en caso contrario, ofrecer a los partícipes rentabilidades anuales acumulativas superiores al 25%, como en ellos era tradicional. Pero cuando estas oportunidades se agotan no dudan en hacer presas a empresas muy diversificadas con posibilidades de segregación, o incluso la participación con socios de la competencia para asumir menos riesgo.
Lo cierto es que de ser instrumento para capitalizar proyectos nuevos y que abandonan cuando caminan solos, han pasado a comportarse como auténticos tiburones del mercado, cuyos movimientos olfatean los particulares para hacer sus pequeñas apuestas financieras. Su disposición a participar en sectores estratégicos debe estar convenientemente vigilada por los Gobiernos; pero mientras se manifiesten como dinamizadores del mercado y acicates de la buena gestión, bienvenidos sean.