Otra vez el Pacto de Estabilidad
El conflicto que estamos presenciando entre la Comisión Europea, Francia y Alemania sobre el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) es la crónica de un problema anunciado. Este conflicto tiene un doble origen. Por una parte, la unión monetaria elimina la disciplina de mercado de las políticas fiscales de los Estados miembros. Los Gobiernos ya no tienen que temer una depreciación de sus monedas o un aumento de los tipos de interés si no cumplen sus promesas fiscales, ya que todo queda enterrado en esa masa informe que es el euro. Por otra parte, la definición del objetivo de Maastricht como un déficit nominal máximo del 3% permite a los países miembros llevar a cabo políticas expansivas durante los periodos de bonanza económica.
El déficit nominal se reduce como consecuencia del crecimiento económico, pero la situación fiscal subyacente empeora. Estos dos elementos permiten entender el conflicto actual: desde el inicio de la unión monetaria, un par de países decidieron no cumplir el espíritu (pero sí la letra) del PEC y llevaron a cabo políticas fiscales que, aunque en apariencia mejoraban su déficit nominal cada año, empeoraban su déficit estructural. La Comisión Europea, la OCDE y el FMI alertaron a estos países ya en 1998 de estos problemas, pero los países ignoraron estos avisos ya que la amenaza de verdad, un castigo de los mercados, no existía. Como además la mayoría de los otros miembros europeos sí cumplieron el espíritu del PEC y mejoraron su situación fiscal estructural, este comportamiento de viajero sin billete era óptimo para los incumplidores.
Si adelantamos ahora el calendario a 2003, tenemos la situación previsible: cuando ha llegado la desaceleración económica se ha visto que el emperador está desnudo, y que la situación fiscal de estos países incumplidores es mucho peor de lo que parecía, llegando a incumplir el Tratado de Maastricht y pidiendo ahora clemencia.
Las preguntas vuelven a la palestra: ¿tiene sentido el límite del 3%, y el PEC como mecanismo de cumplimento? Y las respuestas son las mismas. Sí, tiene sentido el límite del 3%. Imaginémonos por un momento dónde estaría el déficit de algunos países en estos momentos si no hubiera tal límite. Además, este límite es ahora todavía más importante que hace unos años, cuando se definió: los últimos años han servido para confirmar que la tasa de crecimiento de la productividad, y por tanto el crecimiento potencial, de la Unión Europea es menor de lo que se pensaba.
Esto implica, según algunos cálculos, que el límite del 3% es demasiado alto y que haría falta un déficit inferior para estabilizar el ratio de deuda sobre el PIB al 60%.
¿Tiene sentido el PEC como mecanismo de cumplimiento del límite del 3%?
Sí, pero mejorándolo. Hay que mejorar el control sobre el gasto a todos los niveles de la Administración (es muy fácil echarle la culpa a las regiones o a la Seguridad Social). Hay que mejorar el mecanismo de seguimiento, con datos fiscales puntuales y transparentes que cubran todos los aspectos de la actividad del Gobierno. Hay que mejorar el mecanismo de disciplina, sobre todo cuando la economía esté creciendo, como hemos apuntado antes. Es mejor prevenir que curar.
En este sentido, la revisión del pacto introducida por la Comisión el año pasado, definiendo el criterio de cumplimiento en términos del déficit estructural, es la medida adecuada. El problema es: ¿qué sanciones se impondrán a los países que no cumplan estas medidas cuando la economía esté creciendo?
Esta es la parte que no funcionó en 1998-2000, y esta es la parte que hay que mejorar urgentemente. Una opción sería la reintroducción del mecanismo de mercado. Por ejemplo, un informe negativo de la Comisión podría generar una modificación automática de las condiciones de redescuento en el BCE de los bonos de ese país (o incluso su eliminación temporal) resultando en un aumento de los tipos de interés de la deuda de ese país.
La alternativa a todo esto es que dentro de una década los Gobiernos incumplidores tendrán que apretarse el cinturón de manera drástica, afectando negativamente al resto de socios europeos. El PEC es fundamental.
Economista, director de economía global de Tudor Investment Corporation
Al llegar la desacelera-ción se ha visto que la situación fiscal de los países que incumplen el PEC es mucho peor de lo que parecía