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Columna
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Juego de escenarios

El mundo se enfrenta nuevamente a un conflicto bélico cuyo término y consecuencias son muy difíciles de predecir. La presentación de escenarios que tratan de recoger las potenciales consecuencias económicas, que han venido produciéndose desde que el conflicto surgió como una posibilidad real, se ha multiplicado estos días. No es extraño que al no iniciado pueda sorprenderle la precisión con que se hacen estos anuncios, en los que se contabiliza el impacto que sobre componentes específicos del PIB, la inflación o la balanza comercial pueda tener la guerra en Irak.

La elaboración de escenarios es muy útil en el análisis de política económica, si bien no debería olvidar que el rigor requiere describir los varios escenarios que se consideran más representativos entre todos los posibles y valorar su verosimilitud asociándoles una determinada probabilidad.

Un análisis económico riguroso requiere que hablemos del escenario más probable, pero también de los escenarios alternativos posibles y de su verosimilitud. En este momento, es fácil concebir que los posibles escenarios son múltiples y muy diversos, hasta el punto de que difícilmente puede tener mucha utilidad pronunciarse sobre un único escenario que pudiera considerarse como 'más probable'.

Una dificultad añadida es que, en situaciones tan delicadas como la actual, en la que un conflicto se vive al minuto con una comprensible obsesión, es fácil llegar a creer que las posibles dificultades económicas y financieras tienen a dicho conflicto como origen, lo que conduce a presentar escenarios optimistas tras el final de la guerra.

Pero, evidentemente, la guerra no ha causado la actual desaceleración económica mundial. Esta se caracteriza por la coincidencia de una serie de factores formidables, que por sí solos hubieran podido desencadenar cada uno de ellos una crisis significativa: el pinchazo de la burbuja especulativa en acciones, los excesos de inversión empresarial basados en increíbles expectativas de beneficios futuros, el endeudamiento excesivo de empresas y familias, los atentados del 11-S, las prácticas fraudulentas en algunas de las grandes empresas que habían protagonizado el milagro de la nueva tecnología, pero también en empresas de la economía tradicional, con la quiebra de muchas de ellas, la crisis económica y financiera de Argentina, y ahora el conflicto bélico con Irak.

No cabe sino reconocer que estamos ante una situación muy delicada, en la que persisten algunos de los grandes factores de riesgo citados.

La economía estadounidense, actualmente el único motor posible de una recuperación internacional, está estancada y tendrá un crecimiento mínimo durante el primer semestre del año.

Sus profundos desequilibrios continúan: reducida tasa de ahorro, elevado endeudamiento del sector privado, el retorno de un desequilibrio presupuestario al que es difícil poner un límite y el persistente déficit por cuenta corriente, inasumible a largo plazo, que continuará requiriendo de la entrada de importantes fondos internacionales para su sostenimiento, por lo que es crucial que los conflictos surgidos entre EE UU y la UE no dificulten las inversiones internacionales cruzadas entre áreas económicas y conduzcan a un peligroso periodo de proteccionismo frente a los intercambios comerciales y de capitales.

Las señales de una recuperación sólida, cuando se produzcan, han de ser relativas a los elementos que originaron la crisis: la inversión en equipos y la actividad productiva industrial. Dichas señales no existen. Por dos veces, el sector industrial en EE UU ha dado muestras de una posible recuperación, para reflejar paralización poco tiempo después. El indicador adelantado ISM cayó ostensiblemente en febrero tras aumentar en noviembre-enero y la confianza de los consumidores ha vuelto a desplomarse. La pérdida de más de 300.000 empleos en febrero no va a ayudar a mejorar la confianza de los consumidores, que podría verse negativamente afectada también por la percepción de riesgos terroristas incluso una vez finalizada la guerra con Irak.

En todo caso, el sostenimiento del consumo, que ahora mismo parece dudoso, no va a permitir una recuperación sólida. Esto sería un requisito tan sólo para mantener el débil crecimiento actual frente a la alternativa de entrar en un periodo aún más negativo. Habrá que ver asimismo en qué queda la reforma fiscal de Bush.

Demasiadas incertidumbres para contemplar escenarios con una recuperación significativa del crecimiento económico. Si el repunte de los últimos días en las Bolsas anticipa la recuperación económica, lo ha hecho con bastante adelanto; si no es así, la recuperación de los mercados no será sostenida.

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