Efectos de la crisis argentina
La situación de Argentina se sigue agravando. La decisión del Gobierno de Eduardo Duhalde de terminar con el corralito a través de un canje de imposiciones de plazo fijo por bonos a cinco y diez años está generando un cuadro explosivo. El cierre de los bancos sin plazo, hasta que esta ley de canje sea votada por el Congreso, así como la inactividad de las operaciones bursátiles y cambiarias, han terminado de paralizar la postrada economía del país. El acuerdo con el FMI no termina de concretarse. Un fracaso de este pacto podría abrir las puertas a un viraje nacionalista de consecuencias imprevisibles.
La crisis en Argentina ha tenido un impacto notable sobre los balances y cuentas de resultados de las grandes empresas españolas, dado el imponente volumen de inversiones realizado por éstas en el país suramericano. Como han reiterado sus gestores, la apuesta de las grandes empresas españolas por América Latina no es coyuntural, sino estratégica, con un horizonte y compromiso a largo plazo con el desarrollo de la región. No es esta la primera crisis que capean ni será la última. Aun reafirmado ese compromiso, no debe sorprender, sin embargo, que las empresas españolas allí instaladas hayan maniobrado en el corto plazo para defender los intereses de sus accionistas y salvar los muebles en la medida de lo posible. Era el deber de sus gestores y lo reprochable hubiera sido que se inhibiesen ante la inminencia de la devaluación y de la crisis generalizada.
Durante el año 2001, y antes de que la crisis argentina estallase con toda su crudeza, las grandes empresas españolas repatriaron desde Argentina unos 5.200 millones de euros (el equivalente a 865.000 millones de pesetas). De esa cifra, aproximadamente la mitad correspondió a dividendos abonados por las filiales argentinas, que forzaron la máquina casi al máximo y multiplicaron por cuatro la retribución con respecto al año anterior. La otra mitad corresponde a ventas de activos que minoraron el riesgo-país de las empresas españolas en Argentina, pero que, en su mayoría, o estaban previstas de antemano o eran de obligada ejecución por imposiciones regulatorias.
En todo caso, esos 5.200 millones de euros hay que ponerlos en comparación con las inversiones de más de 30.000 millones de euros realizadas por las grandes empresas españolas en Argentina. Lo que se ha rescatado sólo atenúa el impacto de la crisis sobre las grandes multinacionales españolas. En las cuentas de cierre de 2001, la factura bruta (antes de impuestos y minoritarios) de la crisis argentina ha sido de unos 4.950 millones de euros sobre los resultados y de más de 5.600 sobre los fondos propios de las empresas españolas, con Repsol YPF, Telefónica, BBVA y Santander Central Hispano como sociedades más afectadas. Una cuenta de más de 10.500 millones de euros, que recoge sólo la devaluación de la moneda argentina hasta los 1,7 pesos por dólar. En buena lógica, el efecto de la crisis argentina se seguirá dejando notar a lo largo de este año, con el dólar cotizando en el mercado de cambios a más de tres pesos.
Las filiales argentinas de las empresas españolas prestaron su auxilio a las autoridades argentinas en la medida de lo posible, adelantando el pago de impuestos o canjeando deuda en condiciones desfavorables, sin llegar por ello a conseguir siquiera la seguridad jurídica suficiente de que no se impondría una política confiscatoria de corte marcadamente nacionalista sobre sus activos. No es de extrañar, en tales condiciones, que procurasen poner a salvo parte de lo arriesgado en el país.
Lo peor para Argentina es que siguen sin darse las condiciones de confianza y seguridad jurídica necesarias para que el dinero, en lugar de buscar desesperadamente salir, quiera entrar en el país en busca de oportunidades de inversión productiva rentables. Agitar la demagogia nacionalista al tiempo que se busca el apoyo de los organismos internacionales sería un grave error.