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La Lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Con corrupción y sin Presupuestos no vale apelar a que viene el lobo

Pedro Sánchez tiene la oportunidad de tomar la vía Suárez: dimitir y dejar la presidencia a un dirigente del PSOE inmaculado

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa sobre los casos de corrupción, en la sede del PSOE, el 16 de junio en Madrid.

El mismo directivo que alcanzó el poder gracias a que supo leer el momento político que le regalaba la sentencia del caso Gürtel, que condenaba la financiación ilegal del PP, y acertó a lanzar una moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de Moncloa, se encuentra hoy atrapado en sus inmensas contradicciones. Pedro Sánchez, que presume de su capacidad de resiliencia, da claras señales de fatiga de materiales. El retrato que hace la UCO de la Guardia Civil sobre las andanzas de Koldo García, Santos Cerdán y José Luis Ábalos le apela directamente: no hay más que releer al propio Sánchez en su Manuel de resistencia.

Era octubre de 2016, el Comité Federal del PSOE había aceptado apoyar la investidura de Rajoy, en contra de la opinión de Sánchez, lo que le había llevado a dimitir primero de secretario general y poco después entregar el acta de diputado. “En aquellos tiempos hay varias personas del partido que van fortaleciendo sus vínculos conmigo: José Luis Ábalos, Santos Cerdán… [En Ábalos] descubrí una persona consistente”. Meses después, se presentaba de nuevo a las primarias en el PSOE. Sánchez competía con Susana Díaz, a la que para sorpresa general casi ganó en avales y terminó ganando en votos. “El día de entrega (de los avales) era el 4 de mayo. Las dos noches anteriores, Koldo, un miembro de la candidatura, se quedó a dormir en la oficina para custodiarlos”.

Son palabras firmadas en Manual de resistencia por el propio Pedro Sánchez, quien obviamente no ha osado desvincularse de Ábalos y Cerdán, aunque sí de Koldo, pero ya se verá lo que da de sí todo el material incautado a los miembros de esta trama, donde aparecen con su propia voz repartiéndose comisiones. Como le decía Ábalos cuando el Comité Federal le dejó fuera de juego: “La credibilidad y la coherencia no se transmiten ni se heredan, Pedro –me dijo-. Eres tú el que lo tiene que hacer, si no esto no se gana”.

Entonces se apelaba a Sánchez para que se moviera y liderara a los militantes que apostaban por el “no es no” a Mariano Rajoy. Hoy, es indudable que es a él a quien corresponde tomar decisiones contundentes para intentar separar al partido y al Gobierno del descrédito en que les coloca este caso de corrupción, que implica a los dos últimos exsecretarios de Organización del PSOE, uno de ellos exministro de Transportes, Movilidad y Agencia Urbana. Son personas elegidas por Pedro Sánchez, que las reconoce muy cercanas, pero reniega estar al tanto de sus andanzas. Los corruptos saben esconderse, no así los coleccionistas de mujeres más o menos desprotegidas. En cualquier caso, como sucede con la ley, el desconocimiento de lo que está armando tu equipo más próximo no te exime de culpabilidad; al contrario.

Por mucho menos de lo que conocemos hoy, Sánchez se retiró a meditar cinco días a finales de abril del año pasado. Agobiado por las diligencias previas abiertas contra su mujer, anunció un período de reflexión, que sonó a dimisión en diferido, pero que quedó en nada. Entonces se barajaron varias de las alternativas que hoy vuelven a estar encima de la mesa: dimitir y convocar elecciones, dimitir y dar paso a otra persona del PSOE. Hasta el momento, niega todo y dice apostar por terminar la legislatura en verano de 2027. Es obvio que estas palabras valen para poco.

Se puede despachar así porque Pedro Sánchez sabe que sus socios de investidura difícilmente le van a retirar el apoyo, de modo que es difícil que Alberto Núñez Feijóo encuentre esos cuatro votos que dice le faltan para ganar una moción de censura. Pero quizás se equivoca. Mariano Rajoy también pensaba a finales de mayo de 2018 que el PNV, que le acababa de aprobar los Presupuestos Generales del Estado, no cambiaría de bando, y ocho días después de votar sus cuentas le dio la patada.

Sánchez relata en su manual los días previos a la moción de censura, donde Ábalos jugó un papel clave, y cuenta que, cuando se iban a reunir con Ciudadanos, su análisis era que “a ellos les interesa que Rajoy siga de presidente porque a sus expensas ellos van creciendo, pero al precio de que España y la democracia se deterioren.” Si Pedro Sánchez fuera hoy capaz de pasar su comportamiento por el cedazo mental de entonces, seguro que estaría tomando otro tipo de decisiones, en vez de ampararse en un Comité Federal de dentro de 20 días.

Sánchez es consciente de que convocar elecciones ahora sería destructivo para su partido y llevaría a la Moncloa a Alberto Núñez Feijóo. Pero ese no es el único camino. Dentro del PSOE hay voces que recuerdan el debate de hace un año, cuando Sánchez se fue de meditación. Entonces tomó cuerpo la posibilidad de que hiciera como Adolfo Suárez en enero de 1981, cuando dimitió y fue relevado por Leopoldo Calvo Sotelo sin que mediaran elecciones, que no fueron hasta el 28 de octubre de 1982, cuando el PSOE de Felipe González obtuvo mayoría absoluta.

La vía Suárez no es fácil, y se puede ejecutar de diferentes maneras, pero es la fórmula para intentar recomponer el partido teniendo dos años por delante. El reemplazo se puede buscar dentro del Gobierno, del grupo parlamentario o fuera de ambos. Esta última opción evita riesgos de que el elegido esté en el universo de Koldo, que aparezca en las grabaciones. Esto es lo que ha hecho a algunos pensar en Eduardo Madina, quien perdió las primarias contra el propio Sánchez en 2014. Pero pensar en que Sánchez le va a allanar el camino a Madina, suponiendo que este esté por la labor, es suponerle una generosidad suprema.

Hace escasas semanas, Isabel Díaz Ayuso le decía a Núñez Feijóo que el próximo congreso nacional del PP (4, 5 y 6 de julio), que coincidirá con el Comité Federal del PSOE (5 de julio), tiene que tener propuestas ilusionantes, ir más allá del objetivo de quitar a Sánchez para ponerme yo. Esto se lo debería aplicar Pedro Sánchez, quien ha reducido su programa a ser el dique de contención de la extrema derecha, de Vox. Esto le funcionó en las elecciones de julio de 2023, pero la situación no es la de entonces. La coalición de intereses que le llevó a La Moncloa está tan debilitada que no ha conseguido sacar adelante ningún Presupuesto General en esta legislatura, y la corrupción está en niveles peligrosamente cercanos al presidente, con evidencias imperdonables hasta para los hooligans del Gobierno. Empeñarse en mandar así es un horror democrático, con daños incalculables.

Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información

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