Pragmatismo bajo el ruido: políticas para la hegemonía de Estados Unidos en IA
Los objetivos tecnológicos de Trump en el Golfo son continuistas con las medidas de Biden y pueden satisfacer a la industria de su país

La estrategia de seguridad tecnológica estadounidense en inteligencia artificial (IA) ha estado orientada en la última década a contener el avance de China dentro de un consenso bipartidista. La finalidad ha sido doble. Por un lado, evitar que el gigante asiático tuviera a su alcance insumos producidos fuera de sus fronteras para desarrollarla. Por otra parte, limitar que los resultados de las líneas de producción del gigante asiático tuvieran difusión mundial.
Ha sido sorpresivo que en la gira del presidente Donald Trump por Arabia Saudí y Emiratos Árabes se hayan alcanzado acuerdos para gigantescas inversiones en esos países de las empresas de IA estadounidenses. El ruido que acompaña cualquier actuación política de Trump puede hacer creer en una ruptura de la línea estratégica desarrollada hasta ahora. Sin embargo, bajo esta apariencia se encuentra un esfuerzo por superar las limitaciones de las tácticas seguidas por la anterior Administración, del Partido Demócrata.
Las políticas desarrolladas por el presidente Biden tuvieron relativo éxito en el primer objetivo, limitar a China el acceso a la tecnología extranjera necesaria. Desde octubre de 2022, los componentes de IA de última generación producidos por Nvidia, AMD y otros no pueden ser distribuidos en China. Además, EE UU configuró una red de alianzas que limitó el suministro a China de los chips lógicos y de memoria más avanzados y de las herramientas para su fabricación, frenando así el desarrollo de hardware para IA en el país del dragón. Se han detectado casos de comercio ilegal, pero lo cierto es que China se ha visto forzada a dedicar recursos humanos y económicos a crear un ecosistema de microelectrónica propio para disponer de estos insumos sin restricciones. El problema para EE UU es que lo ha hecho con relativo éxito.
La construcción en China de una cadena de suministro propia y completa de infraestructura de IA ha puesto en riesgo el segundo de los objetivos: evitar la difusión de sus innovaciones. DeepSeek se ha consolidado como modelo de IA alternativo a OpenAI y Gemini/Google. Huawei ha comenzado el proceso para producir masivamente chips para inteligencia artificial –920C– que en el medio plazo podrían ser competitivos con los suministrados por Nvidia y AMD. Al mismo tiempo, la empresa de Shenzhen iniciaba una agresiva campaña de expansión de plataformas de nube en los países del golfo Pérsico, que a su vez tenían limitado el acceso a los chips estadounidenses por la regulación de difusión de la IA que había aprobado la Administración Biden. La situación abría la puerta a una amplia aceptación y difusión de las infraestructuras de IA de origen chino en una zona crítica en la batalla geopolítica mundial, como ya sucedió con las redes 5G.
Trump puede apuntarse el éxito de haber contrarrestado la amenaza. Humain (Arabia Saudí) y G42 (Emiratos Árabes) van a crear en el Golfo los mayores centros de datos para IA con tecnología de EE UU fuera de las fronteras del país; los segundos recibirán hasta 100.000 chips GB200 de Nvidia anuales. Para facilitar la operación, el Departamento de Comercio ha derogado la regulación de la difusión de la IA, acompañando la decisión de tres notas de interpretación, estableciendo requisitos de comercio sobre la IA que refuerzan la estrategia de seguridad tecnológica en este ámbito seguida hasta ahora.
Por un lado, se alertaba de que usar chips IA producidos en China –con referencia específica a Huawei– podría suponer una violación de los controles de exportación establecidos por Washington. En segundo lugar, se advertía de que el uso de chips de IA más avanzados producidos en EE UU para entrenar modelos de IA para o en nombre de organizaciones con sede en ciertos países –China entre ellos– supondría una potencial violación de la licencia de exportación. Finalmente, se responsabilizaba a las empresas suministradoras de chips de IA de vanguardia de la responsabilidad de conocer al cliente final real de sus productos y evaluar si el comprador formal era un posible testaferro de una entidad china.
La derogación de la regulación de difusión de la IA convierte también esta tecnología en una herramienta dentro del modelo de relación transaccional que tanto gusta al presidente Trump. La garantía de compra de cientos de miles de chips de Nvidia y AMD por parte de Arabia Saudí y Emiratos Árabes ha ido ligada a la apertura de oportunidades para las empresas estadounidenses en otros sectores (energía, minería, espacio, defensa…). En las negociaciones de su acuerdo arancelario, Japón ha ofrecido comprar hasta 7.000 millones de dólares en chips de Nvidia para reducir el desequilibrio en la balanza de pagos y limitar el aumento de la carga fiscal de sus exportaciones a EE UU.
Finalmente, si bien el tercero de los nuevos requisitos de comercio sobre la IA establece nuevas obligaciones a la industria de Estados Unidos, con el primero se asegura la conformidad de esta con la política del presidente. La prohibición de distribución en China de los chips de IA más avanzados de Nvidia y otras empresas estadounidenses se ve compensada eliminando a Huawei como competidor en los mercados relevantes. También contribuirán a ello nuevas propuestas de ley introducidas en el Congreso, como la ampliación de incentivos fiscales al ecosistema de los chips o la prohibición a los Estados de regular sobre la IA. El CEO de Nvidia ha sido claro a este respecto: “El presidente tiene un plan. Tiene una visión. Y confío en él”.
Tras decretar la muerte de la Ley de Chips, Trump ha dado un paso más en la definición de su política tecnológica. A pesar de haber derogado en el camino una medida de la Administración Biden, los objetivos en esta ocasión son de carácter continuista y bipartidista, con los suficientes ingredientes añadidos para satisfacer a su industria nacional. Difícilmente existirá oposición interna ante unas actuaciones que asientan la hegemonía digital estadounidense. Otra cuestión es la situación de mayor dependencia tecnológica respecto de EE UU en que quedarán sus presuntos aliados.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías