El Ibex se toma un respiro y cede un 0,2% en la última sesión de un 2025 histórico
El selectivo español se afana por mantener a flote los 17.300 puntos


Última sesión de un año de contrastes afilados. Ha sido un ejercicio plagado de sobresaltos, amenazas y giros de guion, pero la marea de liquidez que ha inundado los mercados ha terminado por imponerse a la incertidumbre. Los activos de riesgo, como la Bolsa, han aprendido a convivir con el ruido y han logrado cerrar el año en zona de máximos.
El Ibex 35 es quizá el mejor espejo de ese viaje. Al índice español le han hecho falta 18 años para volver al punto de partida tras la gran crisis financiera e inmobiliaria. Pero desde que recuperó esos niveles el pasado octubre, el selectivo ha acelerado el paso, encadenando máximos y reivindicándose como uno de los mercados más alcistas del año. Solo el Kospi coreano ha corrido más, impulsado por la fiebre tecnológica.
En España, el optimismo sigue intacto, aunque en la última sesión del calendario los inversores empiezan a bajar el telón. Con una negociación reducida a media jornada, el Ibex cede un 0,2% y afronta su último reto del año: mantener a flote los 17.300 puntos conquistados en la víspera. A diferencia de las sesiones anteriores, en las que el verde inundaba los paneles, este 31 de diciembre los gestores dan por cerrado un año histórico y los principales componentes del selectivo registran ligeros recortes, eso sí, muy moderados. ACS y ArcelorMittal lideran la toma de beneficios, con descensos de entre el 1% y el 0,5%, respectivamente.
Entre los pocos valores que esquivan la corrección destacan las utilities, firmas de perfil defensivo, con atractivas rentabilidades por dividendo y para las que las perspectivas de un mayor consumo eléctrico ligado al desarrollo de la inteligencia artificial se interpretan como una oportunidad estructural. Iberdrola avanza un 0,6%, mientras que Redeia, penalizada este año por el apagón del pasado mayo, suma un 0,3%. Movimientos, en cualquier caso, sin impacto en el balance anual.
La escasa actividad no es exclusiva de la Bolsa española. Como es habitual, el Dax alemán, el Mib italiano y el índice suizo permanecen cerrados, mientras que el resto de plazas europeas, en sintonía con el mercado español, operan solo media sesión. El FTSE británico cotiza en tablas, mientras que el Cac francés corrige un 0,4% y el Euro Stoxx 50, un 0,3%. “Esperamos que la jornada de hoy sea tranquila en términos de negociación; será, junto con la del 24 de diciembre, la de menor actividad del año”, señala Juan José Fernández Figares, director de inversiones de Link Gestión.
Las únicas Bolsas que mantienen su horario habitual son las estadounidenses, que en la sesión previa cedieron en torno al 0,2%. Los analistas restan importancia a este ajuste y lo interpretan como una pausa natural tras las fuertes ganancias acumuladas: un respiro del mercado después del episodio de tensión comercial el pasado abril que amenazó con desbordarse y terminó moderándose para evitar daños mayores, especialmente en la renta fija.
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca fue inicialmente celebrado por los mercados. Las expectativas de una menor regulación y de rebajas fiscales se interpretaron como la gasolina necesaria para reactivar el crecimiento, impulsar los beneficios empresariales y prolongar el rally en plazas como la estadounidense, que empezaban a mostrar señales de agotamiento.
Sin embargo, el excepcionalismo estadounidense que había dominado los mercados en los últimos años pronto se resquebrajó. El intento del republicano de cambiar las reglas del juego y reordenar el comercio mundial, con el anuncio de los mayores aranceles desde la Gran Depresión, asestó un duro golpe al ánimo inversor. Los temores de recesión se propagaron con rapidez y el mercado no dudó en pulsar el botón del pánico. En las sesiones posteriores al órdago proteccionista, índices como el Ibex registraron caídas solo comparables a las vividas en episodios de extrema convulsión, como el estallido de la pandemia, el Brexit o la quiebra de Lehman Brothers.
Pero mientras las Bolsas acaparaban titulares, el auténtico pulso se libraba en otro frente. No fueron las caídas bursátiles las que forzaron el cambio de rumbo en la Casa Blanca, sino las tensiones en el mercado de deuda. Los inversores en bonos son más silenciosos, pero tienen la capacidad de hacer caer gobiernos. Un repunte de las rentabilidades en un contexto de elevado endeudamiento y déficits abultados preocupa, y mucho, a los Estados. Tras varias sesiones de pánico en las que los rendimientos de la deuda estadounidense a largo plazo llegaron a rozar el 5%, la tregua arancelaria y las rebajas de tipos, en la recta final del año, han contribuido a apaciguar las tensiones. La referencia a 10 años de EE UU finaliza en el ejercicio en el 4,1%, por debajo del 4,6% de hace 12 meses.
La bajada de los tipos no solo ha aliviado la carga financiera, sino que ha vuelto a actuar como red de seguridad para los mercados. En un entorno en el que los inversores muestran preocupación por las valoraciones exigentes de las tecnológicas y por la dificultad de rentabilizar las inversiones masivas en inteligencia artificial, la moderación del coste del dinero, junto a unos resultados empresariales resilientes, ha contribuido a disipar los temores.
Tras tres reducciones consecutivas, las perspectivas sobre la evolución de los tipos siguen siendo inciertas. Las actas de la pasada reunión publicadas ayer no ayudan a despejar dudas. Más allá de constatar la profunda división que existe en el seno de la Fed, el documento se limita a señalar que una nueva rebaja de las tasas oficiales dependerá de que la inflación continúe descendiendo.
Entre la espada y la pared
Un error de cálculo por parte de la institución que reavive las presiones inflacionistas es considerado como la principal amenaza. La Fed debe afinar al máximo para evitar un aumento de los precios sin dañar el mercado laboral.
Por si el panorama no fuera ya lo suficientemente complejo, la Casa Blanca debe designar en las próximas semanas al sucesor de Jerome Powell. Los sondeos apuntan a Kevin Hassett, actual director del Consejo Económico, como posible próximo presidente. A diferencia de Powell, para quien la estabilidad de los precios ha sido prioritaria y aportó cierta cordura en medio del caos, Hassett ha reconocido que tendrá muy en cuenta los deseos de Trump, que ha exigido tipos más bajos.
“El alto coste de la vida es el talón de Aquiles del presidente Trump de cara a las elecciones de mitad de mandato de 2026. Esto puede hacer que actúe con más cautela en las políticas que tienen un gran impacto en los precios al consumidor. La Fed recortará aún más los altos tipos de interés, pero probablemente menos de lo que descuentan actualmente los mercados”, afirma Thomas Hempell, responsable de macroeconomía en Generali AM.
Con el permiso de la IA y de la política monetaria, uno de los grandes eventos del próximo año son las elecciones para renovar los 435 escaños de la Cámara de Representantes y casi un tercio del Senado. Wolf von Rotberg, estratega de renta variable en J. Safra Sarasin Sustainable AM, recuerda que en los años con elecciones de mitad de mandato la renta variable de EE UU tiende a subir menos. Después de tres ejercicios consecutivos con ganancias de entre el 24% y el 17%, el experto espera un comportamiento más moderado.
Europa gana adeptos
Frente a un mercado estadounidense cargado de incertidumbres, los gestores miran a Europa como una de las opciones más sólidas para los próximos meses. Las inversiones en defensa e infraestructuras en economías como la alemana, sumadas a una política monetaria más previsible, devuelven confianza a los inversores. A ello se añaden unas valoraciones históricamente atractivas frente a EE UU y un apalancamiento contenido, según Thomas Friedberger, codirector de inversiones de Tikehau Capital, factores que refuerzan el atractivo del Viejo Continente.
Con la ayuda de la rebaja de tipos a nivel global, el mercado de deuda ha logrado sortear un ejercicio marcado por los desequilibrios fiscales y las previsiones de aumento de la deuda para financiar el rearme en Europa, factores que seguirán condicionando al mercado en los próximos meses.
Mientras economías como la francesa no logran superar el bloqueo político ni aprobar las reformas que el mercado exige desde hace años, otras, como la española, han recibido el reconocimiento de inversores y agencias de calificación. Las buenas perspectivas macroeconómicas y la recuperación del rating perdido durante la crisis de 2012 se han traducido en una rebaja de la prima de riesgo por debajo de los 45 puntos básicos. Además de sellar el cierre de la crisis de deuda, el diferencial con la referencia alemana al mismo plazo cae a niveles vistos por última vez en 2008. Por contra, la prima de riesgo de Francia se mantiene en 71 puntos básicos.
El crudo no ha permanecido al margen de las bruscas oscilaciones del mercado. Aunque tanto la economía como los inversores se han acostumbrado a convivir con un entorno geopolítico inestable, el aumento de la oferta por parte de la OPEP+ para evitar la pérdida de cuota ha confirmado que, desde hace meses, se extrae más petróleo del que se consume, y se espera que esta tendencia continúe en 2026.
El Brent cede un 17,6%, aunque logra mantenerse sobre los 61 dólares, nivel que perdió en las últimas semanas. Además de registrar su peor año desde la pandemia —cuando la paralización de la actividad arrastró al West Texas a precios negativos—, el petróleo europeo encadena su tercer ejercicio consecutivo a la baja. Los bajos precios de la energía son recibidos con alivio por los bancos centrales, que en los últimos años se han esforzado por devolver la inflación al 2% sin frenar la economía.
En un ejercicio marcado por los constantes ataques a la independencia de la Fed, el dólar se ha visto perjudicado. Esta tendencia se ha intensificado en los últimos meses debido a la divergencia de política monetaria entre una Fed que parece decidida a flexibilizar las condiciones financieras y un BCE que da por concluido el ajuste monetario.
En un entorno en el que el dólar ha dejado de percibirse como el activo seguro de anteriores crisis, el oro se ha erigido como su principal sustituto. El metal amarillo acumula una revalorización cercana al 65% en el año, su tercer ejercicio al alza y el más alcista desde 1979. A la pérdida de etiqueta de activo seguro del billete verde se suman factores como el auge de los fondos cotizados (ETFs) y la reducción de las tasas de interés, que han impulsado la demanda del metal precioso.

