La gran incógnita del consumo como motor del crecimiento venidero
El gasto unitario de los hogares sigue en niveles precovid y los de nueva creación tienen más propensión al ahorro
El consumo ha despegado, por fin, para catapultar el crecimiento de la economía hasta el 3% en 2024 y repetir el desempeño en 2025. Pero sigue habiendo dudas sobre la continuidad de su vigor a juzgar por los cambios apreciados en los comportamientos de los agentes privados. Llama la atención que el consumo unitario de los hogares sigue por debajo de los niveles de 2019 y avanza la propensión al ahorro en franjas importantes de renta, sea por decisión precautoria, sea por insuficiencia de renta. La cuestión a resolver es si el gasto privado consolidará el relevo del consumo público como motor de la actividad.
En los últimos ejercicios han movilizado el crecimiento la pujanza del consumo público desatado tras la pandemia, parcialmente la inversión financiada desde las instituciones europeas, la actividad turística que marca récords sucesivos y la generación de empleo, que es en parte consecuencia de un reparto del trabajo y se concentra en labores de baja productividad.
A excepción de la demanda turística, que no da señales de agotamiento sino de todo lo contrario, el resto de los componentes entrarán en una fase declinante de forma paulatina por motivaciones de distinta naturaleza. El motor del consumo público bajará las revoluciones por la presión de la Unión Europea para restituir las normas de disciplina fiscal, y ayudado también por la ausencia de calendarios electorales cercanos, que en caso contrario excitarían de forma natural la inclinación progasto del Ejecutivo.
La aportación del sector exterior, muy notable en 2023, ha ido perdiendo peso y será neutral, en el mejor de los casos, en 2025, según la mayoría de los analistas. Y la del empleo cederá en 2025 como ya lo ha hecho en 2024 respecto al año anterior, y porque la disposición al consumo y la inversión es mucho más limitada que la del empleo preexistente. Y ahí está la gran incógnita del crecimiento para la prolongación del ciclo, junto con la aportación que desempeñe la formación bruta de capital, que, salvo pequeños repuntes en trimestres pasados, sigue anclada en los valores muy modestos.
El gasto privado en consumo ha contribuido a la mitad del crecimiento agregado el año pasado, y lo hará en parecida proporción este año, pero con un perfil declinante coherente también con un crecimiento que irá de más a menos. El Banco de España prevé que el PIB avance en 2026 algo menos del 2%, frente a algo más del 3% el año que terminó en diciembre. Mantendrá, por tanto, una magnitud acomodaticia, evitando una mayor excitación acorde con la fuerte creación de empleo de los últimos años, que habría ampliado la base de hogares necesaria para expandir el consumo privado agregado.
Y es que la actitud de los hogares ante el consumo y el ahorro ha cambiado desde la Gran Recesión, con un salto adicional en el comportamiento en la crisis pandémica y su posterior superación. La mayor inclinación al ahorro es bastante generalizada, pese a la explosión desatada de actitudes consumistas tras el covid, pero lo es de manera más intensa en la mayoría de los hogares de nueva creación.
El servicio de estudios del Banco de España incorpora en sus últimas proyecciones macroeconómicas un detallado análisis del comportamiento del consumo y del ahorro que fundamenta en buena parte las dudas sobre su evolución futura. Tras constatar que la recuperación del gasto privado en consumo mantiene una evolución retrasada respecto al PIB, destaca que el consumo medio por hogar sigue aún por debajo del apreciado antes de la pandemia, y que la tasa de ahorro está por encima de la manifestada en 2019 y por encima del promedio histórico.
Estudios anteriores de Fedea (Julio López-Laborda, Carmen Marín-González y Jorge Onrubia-Fernández, en 2018) ya documentaron un cambio intenso en las actitudes ante el consumo y el ahorro tras la Gran Recesión, consecuencia de una fuerte contracción de los niveles de renta en amplias capas de la ciudadanía, así como de una actitud mucho más cautelosa ante un futuro que había cegado las expectativas laborales y vitales. Tales alertas se han intensificado tras la última crisis, pero hay factores que tienen una influencia adicional capital en la reducción del consumo y el estímulo al ahorro.
Las cuentas financieras de los sectores institucionales del INE revelan que el ahorro de los hogares superó el 14% de la renta bruta disponible en tasa desestacionalizada impulsada por un vigoroso avance de los salarios, la más alta de los últimos 10 años, salvo los excepcionales trimestres de la pandemia, en los que llegó a superar el 25%. Se confirma así un segundo gran salto del ahorro familiar, tras el que experimentó tras la Gran Recesión.
Explorando las respuestas que ofrece la Encuesta de Competencias Financieras y la Financiera de las Familias, el informe del servicio de estudios del Banco de España concluye que se registra una caída de la propensión marginal al consumo en los últimos años, descensos que son más abultados en hogares de renta elevada y de los que han acometido adquisición de activos financieros, pero también de manera muy particular en las familias que no son propietarias de la vivienda en la que moran.
Lógicamente, el encarecimiento de la vivienda ha empujado a cada vez más hogares a vivir de un alquiler también cada vez más caro, lo que reduce su capacidad de gasto y de ahorro. Pero hay circunstancias adicionales que contribuyen a esta causa, además del envejecimiento de la población que limita potencialmente tanto consumo como inversión. La creación de nuevos hogares ha estado capitalizada en muy buena medida por cabezas de familia extranjeros, ya que la mitad del empleo creado en los dos últimos años ha sido acaparada por la población inmigrante, mucha de ella llegada al país también en estos últimos años.
El número de hogares con cabeza de familia extranjero ha crecido en 4,2 puntos porcentuales desde 2019, y en promedio consumen menos por disponer de menor nivel de renta, muy escasas reservas financieras y vivir mayoritariamente en régimen de alquiler; y son hogares también con mayor disposición al ahorro, calculado en 1,3 puntos más que los hogares encabezados por nativos. Entre unas y otras variables, habrían elevado la tasa de ahorro tendencial sobre la renta bruta disponible en dos puntos porcentuales desde 2017.
Toda la influencia de los cambios en la estructura de los hogares y del empleo citada para el consumo y el ahorro, vale también para la inversión, que solo se reactivaría en caso de consolidarse las posiciones de empleo y renta de los nuevos hogares y de persistir el abaratamiento del dinero. Una y otra variable, consumo e inversión, marcarán el ritmo del crecimiento para prolongar el ciclo o quebrarlo, para que sea luminoso o modesto.
José Antonio Vega es periodista.