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La tribuna de fondos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El asesoramiento en la integración financiera que viene

Algunas propuestas de Bruselas para mejorar la confianza de los ahorradores hacia la inversión pueden ser contraproducentes

bruselas
Enrico Letta, ex primer ministro italiano, y Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en abril en Bruselas.Johanna Geron (REUTERS)

Hace ahora algo más de un año, el 23 de mayo de 2023, la Comisión Europea publicaba su propuesta de Retail Investment Strategy (RIS) o Estrategia de Inversión Minorista. Era quizás el intento más consistente para avanzar en el ya viejo objetivo (enunciado por Juncker en julio de 2014) de crear la unión del mercado de capitales como respuesta a la necesidad europea de reforzar su estructura integrada de mercados financieros, convertirla en una verdadera alternativa de financiación empresarial a la ahora dominante financiación bancaria en el continente, y dar respuesta a un ahorro europeo demasiado empantanado en depósitos y activos monetarios sin perspectivas de ofrecer a los ahorradores rendimientos sustanciales con los que complementar las frágiles pensiones públicas. Para ello, el rol esencial es el del asesor financiero que ha de acompañar al inversor.

El debate sobre la propuesta RIS durante este año ha sido encarnizado. El punto de partida de la Comisión era que no se dan las condiciones necesarias para ahorradores y potenciales inversores en el acceso a los mercados, por una excesiva aversión y desconfianza que los mantiene demasiado alejados de la inversión en Bolsa y en mercados de capitales. En resumen, se detectaban excesivos conflictos de interés en asesores, costes elevados, e insuficiente transparencia.

Para ello, la Comisión proponía eliminar los incentivos monetarios a la venta y al asesoramiento por parte de los gestores de productos, asegurarse de que la distribución financiera ofreciera suficiente value for money, mejorar la información para los clientes, y ampliar tanto la cultura financiera de la demanda como la cualificación de los profesionales que los asesoran. Algunas de las medidas propuestas se han demostrado arriesgadas, en el sentido de que podían tener efectos que empeoraran la situación más que mejorarla, por ejemplo, provocando que el asesoramiento financiero desapareciera para muchos ahorradores e inversores, o que algunos requisitos añadidos encarecieran aún más la contratación y mantenimiento de activos e instrumentos financieros.

Las elecciones europeas y la perspectiva de una nueva Comisión Europea no han paralizado el debate y el trámite institucional (acuerdo necesario entre Parlamento, Consejo y Comisión), pero obviamente se ha frenado hasta la recuperación del ritmo institucional en la Unión Europea.

Sin embargo, en este momento de cambio de legislatura en Europa, la RIS puede haber quedado tocada, o al menos reducida a un trámite inicial de segundo nivel, por la constatación impulsada por los recientes informes Letta y Draghi (este último todavía pendiente de su publicación completa). Estos informes han puesto sobre la mesa, y arriba en la escala de prioridades, la noción de que una mayor integración europea y federalización en temas económicos no es ya un sueño de europeístas, sino probablemente una urgencia absoluta si Europa no quiere caer en una mayor irrelevancia global.

El informe Letta aboga por la creación de estructuras europeas realmente integradas que constituyan mercados comunes o únicos. En primer lugar, en el terreno financiero, propugnando una unión de los ahorros y las inversiones como concepto superador de la unión de los mercados de capitales y, por lo tanto, de su instrumento RIS. Se trataría finalmente de obtener los recursos que necesita la economía europea para financiar las grandiosas inversiones necesarias en sostenibilidad, digitalización e IA, y en seguridad y defensa. A partir de aquí, el mercado único financiero debería dar paso en paralelo a mercados unificados y, por lo tanto, más potentes en todos los sectores estratégicos, como las comunicaciones, la energía, la defensa, el espacio o el transporte, entre otros.

Para la RIS, el asesoramiento financiero, esta función profesional que incomprensiblemente no fue reconocida ni regulada hasta la primera Mifid, aparece como un eje central a desarrollar y potenciar si se mantiene el objetivo de facilitar un acceso mucho más intenso de los ahorradores, de los grandes volúmenes de ahorro europeo, a la inversión en los mercados financieros.

Hasta ahora, la disgregación europea de los mercados en sus respectivos territorios nacionales los ha empequeñecido, reducido su capitalización y su volumen de contratación, en beneficio de los mercados estadounidenses integrados, mucho más atractivos, por su liquidez y por la presencia de empresas tecnológicas líderes en todo el mundo.

El propio asesoramiento ha sido instrumental en decantar la ya de por si insuficiente inversión europea hacia los más atractivos mercados de capitales norteamericanos. Ante la más ambiciosa idea de la unión de los ahorros y las inversiones, que supera la -más acotada- unión de los mercados de capitales, el papel del profesional que informa, forma y aconseja al inversor deviene no importante, sino esencial.

En documentos iniciales de la RIS se mencionaban algunas encuestas donde los inversores declaraban una confianza en el asesoramiento mejorable. Lógicamente, si una gran parte de los ahorradores se resisten a convertirse en inversores por la falta de confianza en los mercados, recaía en sus interlocutores habituales, los asesores, el peso de dicha desconfianza. Otras formas de consultar a los clientes confluyen en determinar que no se invierte más por un cúmulo de factores, y sobre todos ellos se debe incidir para cambiar las cosas.

Por supuesto, también en el asesoramiento financiero. Nosotros salimos con la ventaja de reconocer plenamente los déficits y problemas de la distribución en la inversión financiera, y de habernos manifestado plenamente dispuestos a avanzar intensamente en las recomendaciones de mejora. No es el caso de otros protagonistas, como entidades de crédito, de seguros y de gestión, más atados a mantener el statu quo. Y ello ha quedado en evidencia en el debate de la Comisión con el sector. No es posible mantener la actitud de resistencia al cambio. Europa, sus ahorradores y las empresas europeas que han de invertir, necesitan una actitud abierta y de cambio. El reto es monumental.

Josep Soler Albertí es consejero ejecutivo de EFPA España

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