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La Lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La humanidad se instala en la sociedad del ‘miedo ambiente’

El encadenamiento de crisis y guerras hace que cobre más sentido la sociedad del riesgo (Ulrich Beck), donde el miedo se convierte en motor estratégico

Manifestantes palestinos huyen del gas lacrimógeno disparado por las fuerzas de seguridad israelíes cerca de la ciudad de Khan Yunis, en la franja de Gaza.
Manifestantes palestinos huyen del gas lacrimógeno disparado por las fuerzas de seguridad israelíes cerca de la ciudad de Khan Yunis, en la franja de Gaza.SAID KHATIB (AFP)

El encadenamiento de crisis económicas hizo que cuajara la palabra permacrisis como expresión certera para definir la situación creada en 2022, con la inflación desatada por el shock de oferta durante la pandemia y el desorbitado aumento de los precios de la energía con la guerra en Ucrania. Ese escenario ha dado un salto cualitativo con el conflicto desatado en Oriente Medio. Desde entonces, el mundo está televisando dos frentes armados con capacidad de evolucionar a guerra mundial.

Esta situación remite a La sociedad del riesgo, la obra fundamental del sociólogo alemán Ulrich Beck (1944-2015), escrita en 1986, y de tremenda vigencia. Ulrich señala que “la sociedad de riesgo mundial nos ha llevado a una era de incertidumbre y miedo, donde la seguridad se ha convertido en una obsesión”. Esta afirmación conduce al concepto del miedo ambiente desarrollado por Beck.

La omnipresencia del riesgo es el que posibilita la generalización de la sensación de miedo, un estado de ánimo explotado en todos los territorios imaginables. Las empresas de seguridad promocionan intensamente el riesgo de que te ocupen tu vivienda para que el miedo te lleve a contratar su alarma; las compañías que venden antivirus te envían a tu ordenador presuntas amenazas para que te asustes e instales su software. Pero esto son solo batallitas menores que sirven para ilustrar las complejas estrategias que están desarrollando en estos momentos algunos Gobiernos y lobbies sectoriales.

Ulrich asegura que “la idea de progreso ha sido reemplazada por la idea de riesgo, ya que ahora estamos más preocupados por evitar los riesgos y las consecuencias negativas que por lograr mejoras”. Esto lo escribió hace cuarenta años. Entonces quizás costaba entenderlo. Ahora es una evidencia.

La invasión de Ucrania disparó el temor a un desabastecimiento energético ante la eventualidad de que Rusia cortara el suministro de gas. En Europa se llegaron a elaborar planes de apagón paulatino de la industria. Los precios se dispararon, pero no hubo ningún corte. Sin embargo, desde entonces se ha instalado la necesidad de romper con la dependencia energética de Rusia, especialmente por parte de Alemania, y esto ha supuesto un cambio de prioridades.

En el primer semestre de 2022, la Unión Europea aprobó que la energía nuclear y el gas sean consideradas energías verdes, igual que la eólica o la fotovoltaica, de manera que se va a seguir invirtiendo en ellas para sustituir a los combustibles fósiles, como el carbón y el petróleo. Esta medida difícilmente hubiera salido adelante si no hubiera mediado el conflicto con Rusia, que hizo que la soberanía energética adelantara a la lucha contra el cambio climático como prioridad.

Lo mismo ha sucedido con la inversión en material de defensa. Cada día que continúan los frentes de guerra en Ucrania y Gaza se destruye armamento que hay que reponer. Solamente repeler el ataque de Irán a Israel, el sábado 13, tuvo un coste de alrededor de 1.300 millones de euros, según han publicado medios israelíes. Además, se extiende la necesidad de destinar más presupuesto público a armamento y a investigación en nuevas tecnologías de defensa. Esto explica que las empresas de armamento estén entre las que más se revalorizaron en Bolsa en 2023 y continúan en este año. La alemana Rheinmetall sube un 90% en menos de cuatro meses, la italiana Leonardo, más de un 50%, y la española Indra, un 30%.

Estos ataques y contraataques son televisados, de manera que una guerra que se produce a miles de kilómetros parece tremendamente próxima, más aún cuando se visualiza con toda su crudeza que un país puede mandar misiles y drones contra otro, con el que ni siquiera comparte frontera, sin necesidad de movilizar a un soldado. Por tanto, la tecnología ha hecho que sea mucho más fácil y barato internacionalizar un conflicto armado. Si Irán ha mandado drones y misiles contra Israel, pese a que entre Teherán y Tel-Aviv hay casi dos mil kilómetros, qué no podría hacer Rusia que dispone de todo tipo de armamento y acumula un arsenal enorme.

Este clima es el que facilita la digestión de la decisión del Gobierno de España de declarar empresas estratégicas a compañías tan diferentes como Telefónica, Naturgy o Talgo. El riesgo de que caigan en manos de países ricos, pero sin cultura democrática, como son los estados alrededor del Golfo Pérsico, o de empresas húngaras aparentemente conectadas con Rusia, facilita al Gobierno meter dinero de los contribuyentes en el capital de estas empresas españolas para intentar mantener el control.

Este estado de “miedo ambiente” impacta en la opinión pública. Una encuesta reciente realizada por Metroscopia (1.000 entrevistas del 9 al 11 de abril) sobre el estado de ánimo de los españoles refleja que la situación predominante es de enfado/cansancio con lo político (78%), miedo/enfado en lo económico (63%) y tranquilidad/satisfacción en lo personal (55%). Pero lo que quizás refleje más ese miedo es que el 44% de los encuestados esté a favor del “restablecimiento, con carácter temporal, del servicio militar obligatorio para así garantizar mejor la defensa de nuestro país”, tan solo tres puntos menos de los que están en contra (47%). Cuando se analiza a quién votan los participantes en la encuesta, aparece lo previsible. Los votantes de Vox son los más partidarios de recuperar la mili (74%) y los menos partidarios son los votantes nacionalistas (88% en contra) y los de sumar (82%).

Esto conecta con quienes son los grandes beneficiarios políticos del miedo ambiente, que sin duda son los partidos de extrema derecha, aquellos que no tienen ningún problema en coger la bandera de la seguridad y ponerla por delante de la libertad. Por eso estas opciones políticas están teniendo fuertes crecimientos en todas las elecciones en Europa y ya gobiernan en países como Italia. Ese clima es el germen de que políticos aberrantes como Donald Trump o Javier Milei sean elegidos democráticamente.

Lo peor es la sensación de que esto acaba de empezar. Si a este cóctel le añadimos las incertidumbres que genera el manejo de la inteligencia artificial, el miedo es una palabra que cobra aún mayor presencia. Este contexto parte la humanidad en tres: los que tienen miles de preguntas, la minoría que tiene las respuestas y los que ignoraran la pregunta y la respuesta. Cuantos más haya de estos últimos, más manipulable es esa comunidad.

Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información

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