Nada cuadra en este momento en los mercados
Es difícil comprender por qué subía el oro cuando se esperaba un control de la inflación, y también ahora que no
Resulta que la Reserva Federal acaba de enviar el mensaje de que, probablemente, no habrá bajada de tipos de interés hasta después del verano. El mensaje no ha sido así de claro ni de contundente: los bancos centrales se han inspirado siempre en el Kremlin de los tiempos de la Guerra Fría, y sus intenciones y manifestaciones crípticas se tienen que escrutar con lupa desde los agentes económicos en general y desde los monetarios en particular.
Dentro de lo críptico de esos mensajes y gestos, lo que parece evidente es que en la Reserva Federal están disgustados porque la inflación norteamericana ha detenido la senda descendente que mantuvo durante el año pasado. Sencillamente, se está produciendo lo que pronosticábamos en esta página desde el inicio de 2024: que la tasa anual del IPC evolucionaría en forma de dientes de sierra, con meses de reducción y meses de empeoramiento, lo que desquiciaría un poco a Gobiernos y a bancos centrales. Es el caso de la inflación española, también.
A partir de ahí, los mercados financieros han asumido que, con los datos recientes de inflación (malos) y los de crecimiento y creación de empleo (buenos), había que descartar la expectativa eufórica que a finales del año pasado daba por hecho que durante 2024 se producirían seis o siete bajadas de tipos de interés de 0,25% cada una (lo que llevaría el tipo de interés que orienta la política monetaria de Estados Unidos hasta niveles comprendidos entre el 3,75% y el 4%). Ahora, esa expectativa tan optimista se ha transformado en otra que solo espera una o dos bajadas de tipos de interés, que, además, se producirían no antes de julio e incluso quedarían relegadas para después del verano.
Desde hace casi dos años, los mercados financieros han estado dando por hecho que la Reserva Federal iniciaría pronto la bajada de los tipos de interés. Sin embargo, la autoridad monetaria norteamericana no solo no ha tomado la decisión de reducirlos, sino que, durante los siguientes 10 meses, los subió desde el 3,25% al 5,50%, y durante los siete meses que vinieron a continuación los ha mantenido en el nivel máximo alcanzado, declarando a la vez su propósito de que así sería durante más tiempo (“higher for longer” literalmente dicho en inglés).
Los mercados hicieron, durante casi todo ese tiempo, caso omiso a las intenciones de la Reserva Federal, llevando las Bolsas a niveles situados por encima de donde estaban antes de que comenzara la subida de tipos de interés hace dos años. Igualmente, los mercados de renta fija reaccionaron con una fuerte subida de precios que llevó las rentabilidades de los bonos a niveles considerablemente más bajos, aunque recientemente, mientras que las Bolsas seguían subiendo, el precio de los bonos había empezado a descender.
Ya era raro, en los meses transcurridos entre mayo y noviembre de 2023 (y también desde diciembre pasado), que las Bolsas y los mercados de renta fija estuvieran interpretando los datos y calibrando las expectativas de manera diferente, las primeras esperando una política financiera más laxa y los segundos justo lo contrario, pero, así y todo, es algo que no es tan raro que suceda. Pero lo acaecido recientemente pinta un rompecabezas en el que resulta muy difícil encajar todas las piezas.
Uno de los movimientos de precio más sorprendentes ha sido el de la onza de oro, que, en los últimos cinco seis meses, ha tenido una subida del 34%.
¿Cómo es que ha estado subiendo el precio del oro cuando la expectativa de los mercados financieros era que nos encaminábamos al control de la inflación? ¿Y cómo, una vez que esto ha sido puesto en duda por el mal comportamiento de los precios y que la rentabilidad de la deuda pública y de la renta fija privada ha empezado a subir de nuevo, el precio del oro ha seguido subiendo?
Lo tradicional es que, cuando sube la rentabilidad de la renta fija, el precio del oro baje. Y, si los tipos reales están en aumento, con más razón para que ese descenso del precio del oro se acentúe, dado que el oro por sí mismo no proporciona ninguna rentabilidad explícita. Para colmo, una vez que los mercados se convencieron la semana pasada de que puede que los tipos de interés no se vayan a tocar hasta después del verano, el precio del oro ha intensificado la subida.
Se achaca el fenómeno a que los bancos centrales están comprando para acumular reservas en forma de oro y también a que la inestabilidad de Oriente Próximo fuerza esa subida, pero esos argumentos tienen poca validez (si es que alguno la tiene con carácter general en el mundo de los mercados): la paz mundial estuvo mucho más amenazada en los días de la invasión de Ucrania (cuando desde Dmitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, hasta el ministro de Exteriores, amenazaban con el uso de armas atómicas) y, sin embargo, el precio del oro no paraba de bajar. Tampoco el argumento de las reservas se vino cumpliendo entre octubre y enero (último dato), meses de subida de precio de un 9%: las reservas de oro como porcentaje de las totales estuvieron cayendo.
Y todo esto con una subida de la cotización del dólar, algo que también casa mal con la subida del precio del oro y la del petróleo, que se han venido produciendo simultáneamente.
Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y analista financiero
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