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El Foco
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El PIB y la desigualdad social

Cuando se diseñó el indicador en EEUU, en el año 1940, el crecimiento económico estaba todavía igualitariamente distribuido

desigualdad social
Una mujer de la tercera edad pide limosna en la estación Chabacano de la Linea 9. ciudad de México, 29 abril de 2023.Rogelio Morales Ponce (CUARTOSCURO)

Aunque el PIB ha sido el indicador económico principal durante décadas, sus limitaciones son cada vez más evidentes. Tal y como destacó Bobby Kennedy en su campaña de 1968, el PIB mide todo menos aquello que da valor a nuestras vidas. Forma parte de este indicador la producción bélica o el tabaco, pero la salud de los niños, la belleza de la poesía, el valor, la inteligencia de los debates públicos o la integridad de las autoridades no están presentes.

El PIB no tiene en cuenta factores importantes como el impacto medioambiental de la actividad económica, la distribución de la renta o la desigualdad. Por ende, el crecimiento del PIB no se traduce necesariamente en una mejora del bienestar de la mayoría de la población; pueden coexistir con él la desigualdad, la pobreza y la degradación medioambiental.

Por lo tanto, se necesita un conjunto más completo de indicadores económicos que capturen estas facetas sociales, con el fin de medir el progreso con precisión y poder orientar las decisiones políticas. El informe presentado recientemente por el IEAF, elaborado por Future Policy Lab, se ha centrado en dos de los retos más acuciantes a los que se enfrentan nuestras sociedades: el aumento de la desigualdad y la urgencia del cambio climático.

El PIB no capta adecuadamente la distribución social de la actividad económica, y su crecimiento puede ocultar una desigualdad creciente. Por otro lado, el PIB obvia el impacto medioambiental, aspecto clave de la crisis climática. El auge de la desigualdad económica es una de las principales causas del actual malestar social.

En realidad, el objetivo original del PIB no era medir la desigualdad, sino servir como herramienta de medición de la producción económica de Estados Unidos. Cuando se diseñó el indicador, en 1940, el crecimiento económico estaba igualitariamente distribuido, de modo que el PIB sí constituía una buena medida del bienestar económico de la mayoría de la sociedad.

Sin embargo, desde la década de los 80, el crecimiento del PIB se ha vuelto cada vez más desigual. Por lo tanto, es necesario complementar el PIB con indicadores que midan la distribución del ingreso y la riqueza, así como el bienestar económico en términos de salud, educación, seguridad y felicidad. En el caso de España, el estudio de cómo ha evolucionado la desigualdad en el país es imprescindible para poder proponer medidas eficaces.

Durante las últimas cuatro décadas la mayoría de la población española ha experimentado un crecimiento económico muy parecido a la media, especialmente en la parte central de la distribución. Sin embargo, la riqueza de los grupos más privilegiados económicamente ha crecido sustancialmente en este mismo periodo de tiempo, casi triplicando el crecimiento económico experimentado por la mayoría de la sociedad.

Así, mientras que en las últimas décadas del siglo XX todos los percentiles de la distribución disfrutaron de un crecimiento medio positivo, en las dos primeras décadas del siglo XXI la economía española ha evolucionado hacia un nuevo paradigma de crecimiento desigualmente distribuido.

Medir el crecimiento económico desigual es crucial, ya que la falta de información sobre la distribución de ingresos a lo largo del tiempo limita la capacidad de los responsables políticos para diseñar medidas eficaces y ayudar a los grupos de renta más vulnerables.

Actualmente, las estadísticas macroeconómicas no están desglosadas por nivel de renta y los datos más precisos y frecuentes se publican anualmente, lo que dificulta el seguimiento y análisis de la desigualdad en tiempo real. En este contexto, un proyecto innovador llamado Real-Time Inequality busca incorporar la desigualdad económica en la construcción del PIB. Los economistas Gabriel Zucman, Emmanuel Saez y Thomas Blanchet desarrollaron esta metodología combinando fuentes públicas de datos de alta frecuencia para estimar el crecimiento económico por grupos de renta, raza y sexo de manera coherente con las cuentas nacionales. Esto permite hacer un seguimiento en tiempo real de los impactos distributivos de las políticas públicas en cada fase del ciclo económico y desempeña un papel fundamental a la hora de orientar las políticas de estabilización en períodos de crisis.

Estas estadísticas de crecimiento distributivo en tiempo real pueden usarse para analizar si las políticas públicas están ayudando a los grupos que más pierden durante los ciclos recesivos y asegurarse de que los grupos de bajos ingresos se beneficien de un crecimiento económico positivo.

Por tanto, esta aproximación permite un seguimiento en tiempo real de la desigualdad. Junto con ello, se propone complementar el análisis distributivo del crecimiento económico en España mediante la inclusión de indicadores que complementen el PIB. Se sugiere usar el índice de desarrollo humano (IDH) para evaluar el impacto del crecimiento económico en el bienestar de la población, así como el índice de progreso genuino (IPG), que mide aspectos más amplios del bienestar humano como la salud, la educación, la igualdad social y la sostenibilidad ambiental.

Seguiremos sin medir el valor añadido de la cultura o la felicidad de nuestros niños, pero al menos, habremos incorporado más variables a la medición, y de esta manera, podremos diseñar, ejecutar y evaluar políticas públicas con más calidad, y conseguir una sociedad más igualitaria e inclusiva.

Isabel Giménez Zuriaga es Directora General de la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros

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