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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo que nos puede enseñar el norte de Europa en materia de jornada laboral

España es uno de los países con menos conciliación y más horas de trabajo, y aun así uno de los menos productivos en comparación con otros países de su entorno

Twitter
CARLOS BARRIA (REUTERS)

El año pasado, fuimos testigos de la impactante imagen de una empleada de X, para ese entonces Twitter, durmiendo en el suelo de la oficina después de la adquisición de la red social por parte de Elon Musk. Desde un principio, el empresario advirtió que su enfoque de trabajo difería de la cultura inculcada por la antigua dirección y esta fotografía viral no hizo más que evidenciar cómo sus exigencias afectaban a los empleados. Con el enfoque en la cantidad de horas trabajadas en lugar de la productividad inherente a las mismas, la dinámica establecida por Musk abrió un debate: ¿sabemos realmente qué se entiende por productividad?

Los españoles hemos observado con rechazo este tipo de dinámicas en donde los trabajadores no son capaces de cuidar de sí mismos por anteponer los intereses de las organizaciones. Es evidente que, sin ser del todo conscientes, las prácticas poco conciliadoras han ido calando en nuestra sociedad más profundamente de lo que nos creíamos. A menudo nos encontramos atrapados en la cultura del presentismo, en la que estar en la oficina durante largas horas se percibe como un signo de dedicación, aunque realmente no estemos siendo productivos durante todo ese tiempo. Los datos así lo respaldan, en 2022 se contabilizaron en nuestro país casi siete millones de horas extra, un 8% más que el año anterior, según la encuesta de EPA. Sin embargo, la baja productividad continúa siendo nuestro desafío más apremiante y nos sitúa en desventaja frente al resto de Europa.

Como resultado, en plena vorágine política este año hemos visto como el número de horas trabajadas han estado en el centro del debate, especialmente con la posible reducción de jornada laboral a 37,5 horas. El Banco de España ya alertaba sobre sus posibles perjuicios a la economía española de no lograr incrementarse la productividad. A principios de año, el director general de Economía y Estadística del BdE, Ángel Gavilán, advertía que, en 2008, los datos registraron una diferencia del 8% respecto a la zona euro en renta per cápita. Desde entonces, esa brecha ha ido creciendo y actualmente se sitúa en 15 puntos porcentuales por debajo de la media de la eurozona, una cifra que hacer saltar todas las alarmas.

En medio de un escenario de debates políticos, es preciso que no perdamos el foco de lo verdaderamente importante: la productividad no solo se basa en trabajar más o menos horas, sino en hacerlo de manera inteligente. En este sentido, es hora de mirar más allá y aprender de las lecciones de aquellos que han logrado un mayor equilibrio entre bienestar y eficiencia laboral, nuestros vecinos del norte de Europa.

Estos modelos de éxito han inspirado a las compañías a ser cada vez más conscientes del impacto que tiene el cuidado personal de los profesionales en su efectividad. Los programas de bienestar, flexibilidad laboral y un enfoque en la salud y el equilibrio entre trabajo y vida personal se han convertido en la piedra angular de la cultura empresarial.

Es indiscutible que la satisfacción y el bienestar de los empleados son fundamentales para mantener un equipo comprometido y productivo. No obstante, el bienestar, por sí solo, no garantiza la máxima productividad.

La eficiencia radica en la gestión del tiempo y la priorización. En nuestro país, es necesario que las empresas adopten nuevas estrategias que ayuden a sus empleados a identificar y centrarse en las tareas más importantes. Dicha práctica, unida a una planificación cuidadosa y a la eliminación de actividades innecesarias, sería capaz de impulsar la efectividad de los empleados.

Los desafíos que las nuevas tecnologías presentan al mundo laboral son también materia pendiente. En la actualidad estamos rodeados de dispositivos y aplicaciones que pueden ser herramientas poderosas, pero al mismo tiempo, distracciones abrumadoras. Es necesario ser conscientes del uso que hacemos del teléfono móvil o de internet para temas relacionados con nuestra vida privada y comprender que, si queremos ser productivos, debemos utilizarlos de manera eficiente y consciente.

Otro aspecto a mejorar es la realización de reuniones efectivas. Mientras que las interminables reuniones improductivas son un problema común en muchas organizaciones españolas, en el norte de Europa tienden a ser breves, centradas en los objetivos y con agendas claras. Esto, sin duda, evita la pérdida de tiempo y garantiza que todos los participantes estén comprometidos y contribuyan de manera significativa.

Por último, hay que prestar especial atención a la conciliación entre la vida laboral y personal, que también es una prioridad clara y que, por el contrario, en España a veces nos cuesta integrar en nuestro día a día. Ofrecer horarios más flexibles y promover la autonomía en la gestión del tiempo permite a los empleados cumplir con sus responsabilidades profesionales y personales sin sacrificar su bienestar. De esta manera, los empleados están más satisfechos y, en última estancia, son mucho más productivos.

Somos uno de los países con menos conciliación y que más horas de trabajo hace, y aun así uno de los menos productivos en comparación con otros países de Europa. Es hora de tomar nota y despedirnos de la cultura del presentismo para dar la bienvenida a una cultura que valore más nuestros logros que las horas que pasamos en la oficina. La productividad es una meta alcanzable que puede ayudar a nuestras empresas a prosperar, pero requiere un cambio cultural y un compromiso tanto de las empresas como de los empleados con la eficiencia. El resultado, sin lugar a duda, será un entorno de trabajo más saludable y productivo para todos.

Agustín Peralt es autor de Lidérate y creador del Método FASE

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