La importancia de una buena educación financiera a la hora de invertir
La participación en el ahorro disminuye con la edad, lo que subraya la urgencia de adaptar las estrategias formativas a diferentes grupos demográficos
El mundo actual está caracterizado por la complejidad económica y por una constante evolución de los mercados financieros. Es por eso que la educación financiera aflora como un pilar básico para asegurar el bienestar económico, tanto individual como colectivo. Los recientes resultados revelados por la Encuesta de Competencias Financieras 2021, elaborada por el Banco de España, proporcionan una visión bastante clara sobre el estado actual de la educación financiera en la población. No solo se ha hecho evidente la necesidad de abordar de manera urgente los conocimientos básicos, sino también las habilidades que se requieren para prosperar en un entorno financiero tan dinámico y volátil como en el que vivimos hoy en día.
En el actual contexto económico, en el que la volatilidad en el mercado y los constantes cambios son moneda corriente, los ciudadanos se enfrentan a decisiones financieras cada vez más sofisticadas. En este panorama, la relación entre la renta, la educación financiera y la contratación de productos se vuelve cada vez más crucial.
A pesar de pequeñas mejoras generalizadas en la educación financiera, los datos revelan una brecha preocupante en la adopción de productos financieros. Mientras que la mayoría de los encuestados han oído hablar de seguros, tarjetas de crédito, hipotecas o préstamos personales, las cuentas de ahorro y la renta fija parecen ser menos conocidas. De hecho, su conocimiento no ha dejado de disminuir desde 2016. Esto subraya la necesidad de redoblar los esfuerzos educativos en aspectos fundamentales que pueden ser la base de una gestión financiera sólida.
Ante el complejo marco macroeconómico que nos está tocando afrontar, fomentar el conocimiento sobre productos financieros entre la sociedad en general pasa a ser algo esencial y necesario. Por ejemplo, la renta fija es, a día de hoy, uno de los segmentos que más oportunidades puede traer a nuestras inversiones. Sin embargo, queda claro que la sociedad no está aprovechando este aspecto. Al menos, no en todo su potencial.
Estos productos, a menudo pasados por alto, pueden desempeñar un papel crucial en la construcción de carteras financieras diversificadas y en la consecución de objetivos a largo plazo. Por ello, es importante señalar que la educación financiera debe ir más allá de la superficie, profundizando en la comprensión de la gran variedad de herramientas disponibles en el mercado y promoviendo la diversificación como estrategia clave para la estabilidad financiera.
La encuesta también arroja luz sobre las variaciones en la adquisición de productos financieros según grupos poblacionales. La disminución en la tenencia de productos de ahorro de manera generalizada en prácticamente todas las edades y el aumento en la contratación de productos de deuda en grupos específicos, resaltan que es necesario la existencia de enfoques personalizados en la educación financiera. Es esencial adaptar las estrategias educativas a diferentes segmentos de la población para garantizar una comprensión completa y equitativa de los productos financieros. Esto también se ve en otro de los aspectos más destacados de la encuesta: la reducción en la contratación de hipotecas, en contraposición al aumento en la tenencia de préstamos personales. Este elemento demuestra el gasto de la sociedad por encima de sus posibilidades, otro punto que confirma lo imperioso de abordar el reto de la educación financiera.
En el ámbito del ahorro, destaca el hecho de que, aunque el 70% de la población estuvo ahorrando durante 2020, la forma predominante de ahorro es la acumulación de fondos en cuentas corrientes. Esta tendencia, aunque puede ser una respuesta comprensible a la incertidumbre económica, destaca la necesidad de educar sobre estrategias de ahorro más efectivas y diversificadas. La participación en el ahorro disminuye con la edad, lo que subraya la urgencia de adaptar las estrategias educativas a diferentes grupos demográficos.
A pesar de estos avances, la vulnerabilidad económica persiste en una parte significativa de la población. La gestión responsable de las finanzas personales y la comprensión del riesgo económico son aspectos fundamentales que deben abordarse en los programas educativos. Aunque el porcentaje de hogares con gastos superiores a ingresos ha disminuido ligeramente desde 2016, el uso de ahorros y crédito informal para financiar esa brecha subraya la urgencia de promover prácticas financieras responsables.
En conclusión, la educación financiera se posiciona como un instrumento clave para empoderar a los individuos y comunidades en un entorno financiero cada vez más complejo. Los datos de la Encuesta del Banco de España indican la necesidad apremiante de enfoques educativos más robustos y personalizados que aborden las brechas de conocimiento y promuevan prácticas financieras responsables. Desde el sector debemos estar comprometidos con liderar iniciativas que impulsen la educación financiera en todos los sectores de la sociedad, trabajando hacia un futuro en el que cada ciudadano esté equipado con los conocimientos y habilidades necesarios para tomar decisiones financieras informadas y alcanzar la estabilidad económica a largo plazo.
Andrea Carreras-Candi es directora de EFPA España
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