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Escrito en el agua
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La ‘dana Lagarde’ agosta el crédito y amenaza con un crecimiento otoñal

La intensa subida de tipos de los últimos 14 meses ha hecho su trabajo en toda Europa, pero la inflación sigue en rebeldía. Las empresas contraen la inversión y las familias, la demanda

UE BCE Unión Europea
Christine Lagarde, presidenta del BCE.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)

Hace ahora 14 meses que el Banco Central Europeo (BCE) inició una subida vertical de los tipos de interés en Europa, tras concluir con inexplicable retraso que los avances de los precios surgidos súbitamente tras el fin de una pandemia habían hecho metástasis en una economía enferma de costes e inflación galopantes y que era necesario actuar. Desde entonces, los tipos de interés han pasado del 0% al 4,25% y han secado y agostado el crédito a empresas y hogares, poniendo a las economías en línea de reposo y con riesgo severo de recesión si, dado que la inflación aún no ha cedido, el precio del dinero sigue subiendo.

En este trecho temporal, esta especie de dana seca llamada Christine Lagarde irradiada desde Francfort, la economía española ha tenido un comportamiento de evidente asimetría con la europea, y ahora, solo después de haber alcanzado con más retraso y esfuerzo que ninguna de sus competidoras el nivel de riqueza agregada previo al Covid, empieza a meter a sus variables de actividad en las mismas paupérrimas longitudes de onda que aquellas.

En julio pasado, cuando se cumplía un año completo del tardío endurecimiento de la política monetaria, ya había señales muy explícitas de fatiga en la demanda de los hogares españoles, una vez que el ahorro acumulado durante la pandemia se había consumido y habían de hacer frente a las crecientes facturas corrientes (encarecidas por los precios de alimentación, energía y servicios) y financieras (elevadas por el nuevo escenario de tipos de interés). Unas señales que se han intensificado y que afectan incluso ya al empleo, una variable que parecía caminar ajena al ruido con formatos pocos consistentes que encubrían un intenso reparto del trabajo existente, y que pueden llevar a la actividad a un aplanamiento otoñal en los próximos trimestres.

Hay que recordar que el escalón experimentado por el coste financiero es muy elevado para todos los agentes económicos, con el consiguiente deterioro del consumo y la inversión, y que los estímulos públicos deben ser necesariamente decrecientes por imperativo europeo sobre el gasto. La presión sobre la autoridad monetaria para que afloje en el alza vertiginosa de tipos de interés es muy fuerte por parte de economías que están en recesión o coqueteando con ella, e incluso se recuerda a menudo desde los púlpitos económicos del riesgo de que Lagarde repita el estrepitoso error que cometió su compatriota Trichet cuando subió sorpresivamente los tipos en la crisis de 2007-2008.

En las decisiones sobre la economía tienen más responsabilidad, en el acierto y en el fracaso, quienes tienen más grado información para tomar las decisiones. Y nadie tiene más conocimiento de cómo se mueve la demanda, cómo se mueven los costes, cómo se comporta la política crediticia y cómo se desenvuelve la inflación y sus tendencias que el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo. Y conviene reescuchar las reflexiones que tras la cumbre veraniega de Jackson Hole hicieron todos los banqueros centrales sobre el punto en el que se encuentra el fenómeno inflacionista y lo que, sin decirlo, les espera a los tipos de interés. En la reunión del BCE de esta semana despejaremos dudas.

Siempre me ha parecido más pertinente en estas encrucijadas económicas una recesión quirúrgica que una estanflación persistente, a la que muchos expertos temen que estemos acercándonos, dudando incluso de si la naturaleza de la inflación actual se ciñe a un problema de excesos de liquidez alimentados para exorcizar los riesgos de deflación durante años, o tiene raíces diferentes más difíciles de secar. España tiene ahora números de inflación muy moderados, seguramente muy coyunturales; pero la mano pesada que determina la política monetaria en Europa es la tasa alemana, francesa y holandesa, que siguen en valores muy elevados y muy resistentes a la restricción monetaria.

Así las cosas, la economía española entra en la recta final del último año de barra libre fiscal y gasto público expansivo con el crédito en retirada, con pérdida de pulso inversor en las empresas y de la demanda de consumo en los hogares; con la actividad industrial en caída persistente, con los bienes de equipo en descenso tres trimestres consecutivos, y con las carteras de pedidos en caída muy intensa durante un año completo; con contagio lento a los servicios pese a un buen año turístico, en parte engañoso en los ingresos generados por las subidas muy abultadas de precios; con el empleo agotado y con los salarios ejerciendo una especie de tercera ronda de presión sobre los precios sin lograr cerrar la brecha de pérdida de poder adquisitivo.

El alza del coste de la financiación ha funcionado. La destinada a empresas desciende un 2,8% en el último año, cuando hace 12 meses crecía en un 1,6%, según los datos del Banco de España. Los préstamos directos de la banca a las sociedades descienden a una tasa del 3,2%, las emisiones de deuda corporativa un 7,1%, y el crédito a las pymes un 4,9%, porcentajes que se movían todos en valores positivos cuando comenzó, hace un año, la subida de costes financieros.

La factura financiera para las empresas que proporcionan sus datos a la Central de Balances se eleva a tasas interanuales del 38,6%, con un avance imputable al alza de los tipos del 52%, dato que mejor ilustra el cambio de escenario financiero para las empresas. De otra forma: los tipos aplicados a las nuevas operaciones de crédito a las empresas llegan al 4,84%, cuando hace un año eran del 1,67%. Además, consecuencia del nuevo esfuerzo financiero, las empresas han reducido muy notablemente sus depósitos en la banca de los 290.000 millones de hace un año a los 247.000 actuales, pese a que la remuneración supera el 3%.

Para las familias, la estampa no es muy diferente, con contracción del crédito del 1,8% en el último año, frente a un avance del 1,2% hace 12 meses, coherente con la evolución del precio del dinero: el crédito hipotecario se contrata ahora al 4,18%, frente al 0,8% de hace un año, y el de consumo supera el 9% en nuevas operaciones, frente al 6,8% de hace un año. Como las empresas, han reducido su ahorro a la vista en la banca (de 934.000 millones a 895.000), pese a que la remuneración ha subido del 0,1% al 2,3%.

El BCE ha hecho la mitad de su trabajo: ha aplanado la actividad, pero la inflación sigue en rebeldía, con inusitada resistencia a ceder. Quizás hace falta más tiempo con tipos altos, o incluso con tipos más altos. Pero el riesgo recesivo, curativo o no, ya está aquí.

José Antonio Vega es periodista

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