¿Se puede redefinir la movilidad urbana sin contemplar la recogida de residuos?
Seguimos enviando una flota gigante de camiones, lo cual genera problemas de salubridad y ocupación del espacio público
De unos años a esta parte, estamos asistiendo a una profunda transformación de las ciudades en el plano de la movilidad, que se concreta en la instauración y promoción, por parte de los ayuntamientos, de nuevos sistemas de transporte sostenible, con sus correspondientes infraestructuras. Así ocurre, por ejemplo, con los servicios de bicicletas, patinetes y automóviles de uso compartido, cuyo desarrollo avanza parejo a la creación de nuevos kilómetros de carriles bici, la implantación de cargadores eficientes y ultrarrápidos y la incorporación de nuevas normativas de seguridad vial.
El fenómeno se ha iniciado, fundamentalmente, en las grandes ciudades del mundo, impulsado por una creciente concienciación institucional y ciudadana sobre las necesidades de adaptación de los servicios públicos a los nuevos estándares de eficiencias y sostenibilidad, y está alentado por el nuevo paradigma mundial que representan los Objetivos de Desarrollo Sostenible que propugnan las Naciones Unidas.
Ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao o Valencia, entre otras muchas, no han sido una excepción a este movimiento y vienen implementando desde hace años constantes mejoras en sus servicios públicos de transporte. Un ejemplo de ello lo vemos en la creciente introducción de autobuses que, además de cumplir con la última normativa europea de emisiones, incorporan combustibles alternativos como el hidrógeno, el gas natural en diversas configuraciones o la electrificación, en la medida de lo posible.
Esta nueva sensibilidad relacionada con el entorno quedó plasmada en el proyecto de Ley de Movilidad Sostenible, elaborado por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, cuya aprobación definitiva hubiera debido producirse en el último trimestre de este año, si bien el inesperado final de la legislatura y la configuración del nuevo Gobierno la han dejado en suspenso. No obstante, en la medida en que se trata de uno de los asuntos capitales de la agenda pública mundial, es previsible que el desarrollo legislativo referido a esta materia continúe su avance.
Sin duda, aquel proyecto de Ley reunía en su articulado aspectos decisivos de cara a orientar las políticas sobre la materia, como una concepción de la movilidad como un derecho social, insistiendo además en su carácter limpio y saludable, mediante el uso de unos sistemas de transporte digitales conectados e innovadores. Sin embargo, se olvidaba de abordar un asunto que nos parece decisivo, como es el de la recogida y el transporte de residuos urbanos, que impacta directamente en la movilidad y la sostenibilidad del entorno.
No en vano, las previsiones de la ONU apuntan a que en 2050 dos tercios de la población mundial vivirá en las ciudades, que continuarán de esta manera ensanchando sus dimensiones, con los consiguientes problemas de gestión que ello conllevará para los gestores municipales de cara a proporcionar unos servicios eficaces y eficientes desde el punto de vista medioambiental.
Descendiendo más a lo concreto, y ciñendo el asunto a nuestro país, se calcula que los residuos generados por cada habitante ascienden anualmente a 480 kilogramos (según Ecoembes), cuya gestión requiere del empleo diario de una flota compuesta por cerca de 3.000 camiones de basura circulando por las calles de las urbes españolas. Por cierto, en una ciudad como Madrid por sí sola se requiere diariamente de 350 camiones recolectores.
A pesar de los avances registrados en la tecnología de estos vehículos, tendentes a aumentar su eficiencia y reducir sus emisiones, lo que parece incuestionable es el hecho de que la gestión de la recogida de residuos continúa anclada, desde un punto de vista conceptual, en modelos del siglo pasado: seguimos enviando una flota gigantesca de camiones a vaciar y transportar un inmenso contingente de contenedores de basura ubicados principalmente en la vía pública, con los problemas que ello genera, ya sean de salubridad, estética u ocupación de los espacios ciudadanos.
Por tanto, lo que pone de relieve esta realidad es que la planificación urbana se está olvidando de forma reiterada del impacto que los sistemas de recogida y transporte de residuos representan para el logro de un modelo de movilidad urbana realmente eficiente y sostenible. Proyectos que se autocalifican como el paradigma de la sostenibilidad –tal sería el caso, por ejemplo, de Madrid Nuevo Norte– siguen contemplando la gestión de los residuos urbanos como antaño. O, mejor dicho, no contemplándola, al dejar este importante asunto sin planificación alguna, con la idea de que, cuando se empiece a habitar la zona, la basura ya se recogerá de una forma u otra.
Lo cierto es que, mientras haya presencia de camiones recolectores de basura de alto tonelaje circulando por el centro de las ciudades, será muy difícil asumir que estamos acercándonos al ansiado objetivo de la sostenibilidad urbana. Todo ello, además, sin considerar que, a partir de este mismo año, España contará con 150 ciudades con más de 50.000 habitantes que de una forma u otra deberán aplicar restricciones al tráfico rodado en las zonas de bajas emisiones (ZBE). Hablamos, básicamente, de espacios que coinciden con el centro de estas ciudades y en los que el objetivo de lograr su plena descarbonización tropieza con la operación diaria, sin restricciones, de flotas de camiones recolectores de basura alimentados, en la mayoría de los casos, por combustibles fósiles.
Es evidente que los residuos deben recogerse a diario en las ciudades, pero a lo que debemos aspirar es a que se mejore la eficiencia de este servicio y se reduzca su impacto ambiental, sobre todo cuando existen tecnologías alternativas, entre otras el transporte neumático de residuos, que reducen en una zona residencial la presencia y tránsito de camiones recolectores de basura entre un 80% y un 90%, al igual que lo hacen, en idéntica proporción, con las emisiones de gases de efecto invernadero.
En definitiva, otra forma de concebir las ciudades es posible, especialmente para los futuros desarrollos urbanos. Si de verdad queremos hacer realidad unos entornos con bajas emisiones y una movilidad realmente sostenible desde el punto de vista ambiental, es necesario explorar también las alternativas que pone a nuestra disposición la tecnología para una recogida eficiente de residuos, y sumarlas al conjunto de innovaciones que se están llevando a cabo en el campo de los transportes. Daríamos así cauce a una creciente sensibilidad ciudadana que tiene también su reflejo en los nuevos desarrollos legislativos.
Carlos Bernad es presidente de Envac Iberia
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