¿Puede aspirar España a ser un centro financiero de referencia internacional?
La percepción sobre el país es que tiene una sólida infraestructura, pero la regulación no está a la altura de los actores del mercado
El desarrollo de un centro financiero de renombre mundial requiere una combinación de factores tales como la estabilidad política, sistemas judiciales eficientes e independientes y una infraestructura financiera con las regulaciones correspondientes. El mercado financiero debe ser el sistema cardiovascular de un país y, sobre todo, tener la capacidad de atraer empresas y de generar empleo para ser así atractivo a nivel internacional. España posee alguno de estos elementos, sin embargo, ¿por qué aún no ha logrado posicionarse como un centro financiero global líder como Inglaterra, Luxemburgo, Irlanda o Suiza?
En los últimos cien años, el país se ha enfrentado a grandes desafíos económicos. Se declaró neutral durante la I Guerra Mundial y consiguió una posición similar a la de Suiza, para ofrecer sus servicios a nivel internacional y construir un centro financiero estable. Sin embargo, no consiguió utilizar esta situación en su beneficio, de modo que los acontecimientos exteriores provocaron una polarización política también en el interior. La guerra civil y la dictadura impidieron que España se convirtiera en un centro financiero internacional, mientras que los ya establecidos, como Londres, Suiza o Nueva York, florecieron.
Recientemente, las dos crisis inmobiliarias de los años noventa y los 2000, impidieron el ascenso al Olimpo financiero internacional. Una regulación laxa de requisitos de capital provocó una elevada morosidad de los bancos y de las cajas de ahorro regionales, lo que, en consecuencia, supuso un descenso de la actividad económica y un elevado desempleo. El colapso de la construcción y el rescate de numerosos bancos y cajas de ahorro, condujeron al desequilibrio del presupuesto a partir de 2010 y a una crisis de la deuda soberana. Estos acontecimientos mermaron la confianza de inversores y dejaron huella en la percepción internacional del sistema financiero español. España cuenta con una sólida infraestructura financiera. Sin embargo, la regulación no está a la altura de los actores del mercado local: las regulaciones financieras internacionales y europeas se adoptan con retraso y, a veces, de manera contradictoria en la legislación local, lo que aumenta la incertidumbre para los participantes del mercado.
En un mundo financiero globalizado y altamente competitivo, España se enfrenta a una competencia feroz con centros financieros ya establecidos como los anteriormente mencionados. Estas ciudades y países han forjado una reputación sólida y de confianza a lo largo de décadas. Superar esta competencia requiere una acción conjunta de los actores financieros, la política y los organismos reguladores para eliminar barreras de entrada y atraer así a las empresas internacionales y al talento. Esta acción colectiva se echó tristemente en falta tras la votación del Brexit, cuando España tenía la oportunidad del siglo para crear el marco necesario que permitiera a las firmas financieras británicas tener su sede europea en España y dar así un paso de gigante para convertirse en un centro financiero internacional.
El mercado financiero es el sistema cardiovascular de una economía. Es crucial para atraer inversiones extranjeras en otros sectores económicos, fomentar la innovación empresarial y crear empleo. Un buen ejemplo puede encontrarse en Europa. A finales de la década de 1980, Irlanda aplicó reformas fiscales y del mercado financiero, creando así unas condiciones atractivas, especialmente para los fondos de inversión que la convirtieron en un importante emplazamiento de fondos a escala internacional. Como consecuencia de estas medidas, también creció el número de proveedores de servicios.
La economía y el mercado inmobiliario de Irlanda crecieron con fuerza. Entre 1990 y 2017, la población activa se duplicó y la tasa de desempleo descendió hasta alcanzar el nivel actual, en torno al 4,5%. Mientras que -según Expansión- la renta per cápita de Irlanda prácticamente se cuadruplicó, pasando de 10.682 a 44.790 euros entre 1990 y 2007, la renta per cápita de España solo se duplicó en el mismo periodo. Ambos países sufrieron una recesión extensa en el sector inmobiliario y en el presupuesto estatal tras la crisis financiera de 2008. Mientras que Irlanda fue capaz de aumentar su renta per cápita hasta los 98.260 euros en 2022, en España se quedó en 27.870 euros.
Un aspecto clave para el desarrollo de un centro financiero de renombre mundial son los profesionales altamente capacitados. Se debe promover una mejora general en la educación financiera. En el caso de los reguladores, deberían contratar talento que conozca la industria desde adentro y pueda establecer mecanismos de control eficientes. Al desarrollar una fuerza laboral altamente calificada, el país estará en condiciones de atraer empresas internacionales y talento. En conclusión, España tiene el potencial y los recursos para pasar de ser un centro financiero local importante a convertirse en un líder mundial y contribuir al crecimiento económico futuro.
La política debe establecer las condiciones necesarias para que España sea un centro financiero europeo competente. España puede convertirse en un centro financiero líder, lo que crearía puestos de trabajo para muchos universitarios altamente motivados y atraería a empresas innovadoras y a grandes compañías de otros sectores económicos. Cuando los inversores y empresas internacionales perciban a España como un centro de competencia seguro y confiable, su decisión de ubicación no se verá influenciada por los bajos costos laborales, sino por la disponibilidad de condiciones de financiamiento atractivas, profesionales competentes y entornos favorables.
Yves Kreis es Founding Partner en Arfina Capital
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