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Para pensar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo siento, pero es verdad

El momento económico de España va bien en lo coyuntural, pero arrastra asignaturas no resueltas en lo estructural

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en un imagen de archivo.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en un imagen de archivo.Anadolu Agency (CINCODIAS)

Ya, ya sé que hoy en día, el valor probatorio de la verdad ha perdido muchos enteros y que los datos solo se aceptan si confirman nuestro relato. Pero yo soy del plan antiguo. De cuando nos enseñaban a diferenciar entre hechos (objetivos) y opiniones (subjetivas).

Es verdad, pues, que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que fue el organismo encargado de financiar nuestro rescate cuando gobernaba Rajoy, acaba de decir en su informe sobre España que no observa riesgos a corto plazo en la economía española, así como que crecemos más que la media de la eurozona y que nuestra inflación es más baja.

Es verdad, también, que la OCDE, en su reciente informe sobre perspectivas económicas mundiales, eleva la previsión de crecimiento para España por encima del 2% para este año, sitúa nuestro crecimiento a la cabeza de la eurozona y rebaja nuestra cifra de inflación media. Y añade “la economía española ha resistido notablemente bien” en el contexto de la guerra de Ucrania y efectos añadidos. En el mismo sentido se acaba de pronunciar el Banco de España.

También es verdad que Eurostat ha confirmado que en el primer trimestre de este año la economía de la eurozona ha entrado en recesión técnica con una caída del menos 0,1% tras caer, también en el cuarto trimestre de 2022, mientras la economía española resistía bien creciendo, de nuevo, esta vez un 0,3% positivo intertrimestral.

Es verdad que la CEOE revisa al alza sus previsiones y ahora prevé un aumento este año del empleo del 1,5%, sobre la actual cifra que ya representa el mayor número de ocupados/cotizantes a la Seguridad Social de nuestra historia.

Igualmente, es verdad que la OCDE ha señalado que los españoles hemos sufrido la mayor pérdida de poder adquisitivo de entre los países más ricos, con un descenso del 5% (2022/2019) en la renta disponible de los hogares, frente a un incremento del 0,8% en el conjunto de la OCDE. Y como los beneficios empresariales siguen subiendo, según la Contabilidad Nacional y el Banco de España, también es verdad que salimos de este bache a dos velocidades sociales. A partir de la Encuesta Salarial publicada la semana pasada, el salario medio en España, en términos reales, está hoy, prácticamente, al mismo nivel que en 2008. Como consecuencia de eso, nuestro crecimiento viene de fuera: exportaciones y turismo, estando la demanda interna en retroceso.

Eurostat señala, y también es verdad, que en los últimos cinco años España ha perdido siete puntos en productividad, triplicando la caída experimentada por la eurozona para tener ahora un índice de 94,2, sobre un promedio de 102,2 en la eurozona. Así, la OCDE señaló también que la economía española tiene un serio problema de productividad.

Es verdad que la EAPN (European Anti-Poverty Network) ha señalado que pese a que la tasa de pobreza en España sigue siendo elevada (20,4%), se está reduciendo, a la vez que señala una importante reducción en los principales indicadores de desigualdad y de pobreza. Pero, también es verdad que, según el CES, la Airef y el Banco de España, el Gobierno ha gestionado mejor el BOE que la realidad, ya que muchas de las medidas aprobadas han sido escasamente aplicadas o su impacto real ha sido escaso, por fallos de diseño, o de una maquinaria administrativa que no han sabido reformar para esta situación excepcional.

Se puede resumir, pues, el momento económico de España como muy bien en lo coyuntural, lo cual, tras la pandemia, la guerra de Ucrania y el desacoplamiento que se está produciendo en la globalización, es algo muy positivo por comparación a otros momentos complejos anteriores e, incluso, a otros países que eran referencia y, junto a eso, con varias asignaturas pendientes en lo estructural que vienen desde hace varias legislaturas y varios Gobiernos, cuya solución solo puede abordarse desde grandes acuerdos nacionales que, por lo visto, ya no se estilan en esta temporada de populismos rampantes.

Ante la convocatoria electoral es razonable preguntarse si estas verdades, aquí resumidas, que tanto afectan a la vida cotidiana de las personas, van a ejercer alguna influencia sobre el sentido del voto: reconociendo al Gobierno una buena gestión de las turbulencias vividas y exigiendo a los partidos con opciones de gobernar (o de participar en los Gobiernos) que hagan una tregua en sus enfrentamientos para acordar, e implementar, la solución de los problemas estructurales. Sobre todo, porque la ya equivocada política monetaria del BCE está enfriando a la economía de la eurozona y amenaza con ralentizar nuestro propio crecimiento en el segundo semestre del año.

Y mi respuesta es: no. Nada de esto va a influir porque, hoy, el voto está totalmente sesgado por la preponderancia de las emociones sobre la razón y del relato sobre los datos, que es lo que define el momento populista que vivimos. Que es verdad que el Gobierno ha gestionado razonablemente bien las turbulencias vividas, impregnando las soluciones de un aroma muy diferente a cómo se hizo frente a la crisis de 2008, tanto por el gobierno Zapatero, como por el de Rajoy, pero que también es verdad que eso no va a contar sobre el voto tanto como esperaba, en parte, por los fallos de gestión no asumidos, que han enfadado a una parte de los electores que no han visto materializadas en sus bolsillos algunas de las medidas anunciadas a bombo y platillo desde el Gobierno.

Porque también es verdad que si la política es hacerse cargo del estado de ánimo de la gente (Felipe González dixit), el relato elaborado por Gobierno y por oposición deben contribuir a alimentar dicho estado de ánimo. Y en eso, la oposición está siendo mucho más eficaz que el Gobierno, incluso si, para ello, olvida, o incluso niega, algunas de las verdades citadas, como el Gobierno se niega a aceptar otras.

Es verdad que, de momento, no conocemos ni el programa económico de Feijoo, ni a su equipo económico. Tan verdad como que esto importa poco. Ahora, la gestión de lo real no parece que vaya a ser decisivo frente al atractivo de los sueños imposibles y las venganzas injustificadas. Esta vez, al menos, ¡NO es la economía, estúpidos!

Jordi Sevilla es economista

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