Optimismo económico, pero también vigilancia
Las previsiones de crecimiento del FMI para España parecen despejar las dudas sobre una posible entrada en recesión a lo largo de este ejercicio
Las previsiones de crecimiento del FMI para la economía española este año, incluidas en su informe de Perspectivas de la economía mundial, parecen despejar las dudas sobre una posible entrada en recesión a lo largo de este ejercicio. El informe del FMI, que prevé cuatro décimas más de crecimiento para 2023, hasta un 1,4%, aunque recorta en la misma medida, hasta dejarla en un 2%, la tasa de 2024, no constituye una opinión aislada, sino un análisis en línea con las previsiones de otros organismos, como el Banco de España o la OCDE, así como con las de los servicios de estudios privados recopilados por Funcas. Pese a la mejora de esas perspectivas de ritmo de crecimiento, que sitúan a España a la cabeza de las grandes economías de la zona euro, el 1,4% que maneja el FMI resulta sustancialmente más moderado que el 2,1% que defiende el Gobierno en un año marcado por la cita con las urnas.
Entre los argumentos que respaldan la mejora de las previsiones respecto a España destaca la sólida resistencia que ha demostrado la economía en un entorno fuertemente condicionado por el endurecimiento de la política monetaria, la inflación y la incertidumbre geopolítica. Frente a los análisis que auguraban una desaceleración en el crecimiento y una posible entrada en recesión en 2023, España cerró el año pasado con un ritmo de actividad mayor de lo previsto, con buenos datos de afiliación y con una tasa de inflación que comienza a moderarse y apunta a ser bastante más reducida que la prevista para el conjunto de la zona euro. El comportamiento de un sector fuertemente condicionado por la evolución de los precios, como el del turismo, que ha registrado unas tasas de ocupación durante Semana Santa superiores al 90%, constituye un buen ejemplo de la resistencia del consumo.
Pese a todo, hay razones también para moderar el optimismo y reforzar la vigilancia. Por un lado, la inestabilidad de una coyuntura en la que existen nuevos riesgos, como la crisis financiera y su reflejo en el mercado del crédito y la actividad, y riesgos enquistados, como la evolución de la guerra de Ucrania, que sigue amenazando cualquier previsión inflacionista. Por otro, España sigue lastrada por una tasa de paro inaceptable entre las economías desarrolladas, la moderación que está comenzando a reflejarse en la curva de los precios no se ha extendido todavía a la inflación subyacente, que está costando doblegar, y las previsiones para 2024 son peores de lo previsto. Todas ellas justifican una actitud vigilante y prudente por parte del Gobierno a la hora de diseñar la política económica, especialmente en un año de confrontación en las urnas.
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