La indignación salarial sale más cara que la inflación
La idea de que hay que contener los sueldos en Europa para frenar el aumento de los precios es falsa
Los rumores de que los salarios desbocados anuncian una derrota en la batalla de los bancos centrales contra la inflación son muy exagerados. Las autoridades políticas y los líderes empresariales que instan a la moderación de los sueldos no entienden el problema. La ira social que alimenta grandes huelgas en toda Europa podría tener consecuencias económicas y políticas mucho mayores que un repunte temporal de la inflación.
En Alemania, una huelga de transporte público paralizó autobuses, trenes y aviones el 27 de marzo, en el marco de un conflicto salarial entre los dos mayores sindicatos del país y la patronal del sector público. En Reino Unido se prevén nuevas huelgas y paros en sanidad, transporte y educación. Los sindicatos italianos de los ferrocarriles, las aerolíneas y el transporte público han anunciado varias huelgas para las próximas semanas.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, advirtió en diciembre de que los salarios aumentarían “más rápido de lo previsto” y tendrían un “efecto inflacionista”, pero Philip Lane, economista jefe de la entidad, restó importancia al riesgo la semana pasada. “La espiral salarios-precios es un escenario que ocurrió en los años setenta (...). No es lo que estamos viendo”, dijo en una entrevista en Die Zeit.
Las autoridades que abogan por limitar las subidas salariales reconocen que, una vez tenida en cuenta la inflación, los trabajadores sufrieron un descenso de los sueldos reales en 2022, y seguirán sufriéndolo este año. Pero insisten en que bajar los precios al consumo merece un pequeño sacrificio.
El daño puede ser soportable en países donde el crecimiento de los precios al consumo fue relativamente moderado. Los salarios negociados en los sectores público y privado aumentaron un 5% el año pasado en Francia, justo por debajo de la tasa anual de inflación, del 5,9%. El golpe a las nóminas fue mayor, por término medio, en la zona euro, donde los salarios negociados aumentaron un 4,5% en 2022, según el BCE, mientras que los precios se dispararon un 9,2%. En Alemania, la inflación se situó en el 8,7%, e IG Metall, el principal sindicato del país, consiguió una subida salarial del 6,5% el año pasado, pero en 18 meses, lo que redujo la subida al 4,5% anual.
La idea de que hay que contener los salarios para reducir la inflación es falsa. En primer lugar, los salarios no han contribuido mucho al aumento de los precios al consumo, sino que han sido impulsados por el aumento de los costes de la energía y la codiflación (inflación codiciosa, greedflation) de los beneficios empresariales en auge.
En segundo lugar, el año pasado fue el tercero consecutivo de estancamiento de los salarios reales en la mayor parte del mundo industrializado. Según la OCDE, los salarios reales medios se contrajeron un 2,1% entre 2019 y 2021 en Italia, un 0,5% en Alemania y un 0,2% en Francia. En Reino Unido subieron un 2,3% en el mismo periodo, pero se contrajeron un 1,8% en 2022 y caerán otro 2,2% este año, según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria británica. Este año, el BCE prevé que los salarios nominales aumenten un 5,2% en la zona euro, aproximadamente en línea con la inflación prevista, del 5,3%.
La tensión entre el aumento de los beneficios empresariales, la subida del coste de la vida y las exhortaciones políticas a mantener los salarios bajo control plantea el riesgo de que aumente el resentimiento populista en toda Europa. Pero también habrá que pagar un precio económico. Si los banqueros centrales tienen la sartén por el mango, la demanda interna se verá atenuada por el descenso de la renta disponible de los hogares en un año en el que la contracción del comercio mundial no contribuirá demasiado al crecimiento económico. En nombre de la cohesión social y el bienestar económico, los Gobiernos y los bancos centrales pueden dejar de obsesionarse con la infame, pero por ahora esquiva, espiral salarios-precios.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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