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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Por qué los españoles no aceptan los trabajos que se les ofrecen?

Los casos de falta de motivación o habilidades son minoría. La clave está en los salarios y en las condiciones de empleo

Trabajadores recolectando aceitunas.
Trabajadores recolectando aceitunas.UPA-UCE (Europa Press)

El empleo es una de las variables determinantes del funcionamiento del mercado laboral. Por ello es importante analizar su evolución ya que contribuye a explicar las tendencias en términos de ocupación por país de origen.

Según la Encuesta de Población Activa (EPA), en 2022, el crecimiento del empleo alcanzaba la cifra de 280.000 personas. Solo el 14% de ellas corresponde a personas ocupadas nativas o con doble nacionalidad española y el resto a extranjeros, lo que refleja una aituación que se repite también el mercado laboral de otros países.

A partir de estos datos surge una pregunta: ¿cuáles son las causas? Para las empresas, la respuesta es evidente: los demandantes de empleo no tienen las competencias adecuadas. El desajuste entre oferta y demanda de trabajo es debido a la formación recibida, ya que es demasiado generalista y no está adecuada a las necesidades de las empresas.

Por otra parte, para los demandantes de empleo nativos las condiciones laborales que les ofrecen resultan inadecuadas. En concreto, un factor importante es el salarial. Los trabajadores demandan salarios dignos y ya no aceptan cualquier oferta con bajos salarios. Muchas personas rechazan ofertas del sector de hostelería debido a que se sitúa en la última posición en el ranking salarial de actividades económicas (10,40 euros por hora trabajada), según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Hay que señalar que, en comparación con el sector industrial, esa cifra representa la mitad de los ingresos laborales.

Cuando el desempleo alcanza niveles muy elevados, los demandantes de empleo son más proclives a aceptar puestos de trabajo que son menos atractivos para sus intereses particulares. Por el contrario, cuando el mercado laboral muestra signos de una mayor fortaleza, los demandantes de empleo buscan unas mejores condiciones de trabajo, más acordes a su perfil profesional y aceptar cualquier tipo de oferta es más complicado. Es decir, no están dispuestos a sacrificar su vida familiar a cambio de unos ingresos insuficientes que, debido a las limitaciones de las empresas, son incapaces de satisfacer las aspiraciones de los profesionales.

Si se analiza a nivel sectorial, el empleo ha aumentado en el sector servicios y se concentra, en su gran mayoría, en hostelería (12,2% del PIB). Se han creado 210.000 puestos de trabajo (el 75% del total empleo creado) con una sobrerrepresentación de extranjeros.

En este contexto, España no es ajena al fenómeno de la inmigración. Son muchos los sectores de actividad que no pueden funcionar sin la contribución de los emigrantes. Nuestro país tiene necesidad de emigración. Colaboran con nuestro sistema de bienestar gracias a sus cotizaciones. Al aumentar la afiliación, sus aportaciones contribuyen a que el sistema público tenga las cuentas saneadas, a pagar las pensiones actuales, y a garantizar la estabilidad futura del modelo de reparto.

España figura entre los principales países que más aceptan trabajadores extranjeros por motivos económicos, al considerar que tienen un impacto positivo en el desarrollo del país, según un estudio de la Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey).

En ocasiones, las oportunidades laborales implican movilidad geográfica. Sin embargo, la asimetría existente entre las dinámicas de los ingresos salariales y el precio de los alquileres que se produce en distintas autonomías, principalmente en zonas turísticas, dificulta la accesibilidad a la vivienda residencial. Por ejemplo, si a una persona la contratan de camarero, y se tiene que desplazar a una zona turística, por un salario de alrededor de 1.000 euros, y con necesidad de alquilar una vivienda que puede suponer un desembolso de unos 1.300 es difícil que esté dispuesta a trabajar con estas condiciones.

El incremento del nivel educativo en la estructura de la población activa española –el 94% de los activos tiene estudios secundarios o superiores frente al 43% de 1987– es uno de los factores que explica también que, cada vez más, aumente el nivel de exigencia de los demandantes de empleo y se produzca cierto rechazo para aquellos puestos de trabajo que no reúnen las condiciones de cualificación y estabilidad esperados. La población asalariada española tiende cada vez más a ocupar puestos de trabajo con mayor valor añadido.

Las dificultades de contratación por parte de las empresas no se deben a la falta de motivación de las personas en situación de desempleo, que se limitan a buscar trabajo para rechazar cualquier tipo de oferta que se les ofrece. Este fenómeno existe, pero sigue siendo minoritario. Lo que desean los demandantes de empleo es no tener trabajo en sectores precarios, sino más bien todo lo contrario.

El problema no consiste en el rechazo de ofertas de empleo por parte de determinados demandantes de empleo, sino en los salarios y las condiciones de trabajo. Los problemas no son un tema de falta de habilidades y de motivación, sino más bien de falta de capacidad de determinadas empresas para ofrecer condiciones laborales adecuadas. Numerosos estudios realizados en Europa confirman estos resultados.

Es cierto que las cuestiones tangibles, como el salario, son determinantes para aceptar un puesto de trabajo, pero todo no se reduce a un tema salarial. También existe el salario emocional, que no queda reflejado en la nómina. Según la Asociación Española para la Calidad, esa expresión se refiere a aquellos “conceptos asociados a la retribución de un empleado en los que se incluyen cuestiones de carácter no económico y cuyo fin es satisfacer las necesidades personales, familiares y profesionales del trabajador, mejorando la calidad de vida del mismo y fomentando la conciliación laboral”.

Vicente Castelló es Profesor de la Universidad Jaume I y miembro del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local

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