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Más allá de la inversión: cómo proteger tu proyecto de vida

Incorporar la previsión a nuestra planificación financiera nos permite proteger lo que ya hemos construido y garantizar nuestro bienestar

Farmer at sunset.
Farmer at sunset.da-kuk (Getty Images)

La vida está llena de imprevistos. Podemos tener un plan financiero bien definido, con unos objetivos claros y una estrategia de inversión que se ajuste a nuestro proyecto de vida. Pero ¿qué ocurre si un evento inesperado afecta a nuestra capacidad de generar ingresos? ¿Y si pasa algo que pone en riesgo nuestros planes y compromete el futuro de nuestra familia?

Aunque no podemos prever lo que nos puede pasar mañana, lo que sí podemos hacer en la actualidad es anticiparnos, coger las riendas de nuestro futuro y trazar un plan que nos dé la tranquilidad que necesitamos. ¿Por dónde empezamos?

Debemos pensar a largo plazo, pasar de la preocupación a la ocupación y ser conscientes de todos esos “¿y si…?” que podrían suceder. No se trata de pensar únicamente en los riesgos o de centrarnos en las situaciones indeseadas que nos podrían pasar, sino en tenerlas en cuenta para estar preparados y poder reaccionar.

¿Y si desarrollo una enfermedad que me impide seguir trabajando como antes? ¿Cómo se quedaría mi familia si yo soy la principal fuente de ingresos? ¿Y si vivo más de lo previsto y no cuento con dinero suficiente? ¿Estarán todas mis necesidades cubiertas? Hacerse estas preguntas, pensar en sus implicaciones y en cómo nos podrían afectar teniendo en cuenta el resto de nuestras inversiones, nuestra situación financiera, personal, familiar y profesional es clave para poder trazar el plan de previsión que nos ayude realmente a cubrir esos riesgos y poder seguir desarrollando nuestro proyecto biográfico, tanto en nuestra etapa activa como en la etapa pasiva.

Protegiendo nuestra etapa activa

Durante nuestra vida laboral, nuestra fuente de ingresos proviene, principalmente, de nuestro trabajo. Sin embargo, una enfermedad grave, un accidente o una incapacidad pueden reducir drásticamente nuestros ingresos y afectar nuestro nivel de vida y el de nuestra familia.

Por ejemplo, en caso de incapacidad permanente, la pensión que recibiríamos sería inferior a nuestro salario actual, mientras que los gastos podrían aumentar, especialmente si se requieren cuidados médicos o adaptaciones en la vivienda. En este contexto, los seguros de vida y de incapacidad juegan un papel esencial, asegurando una renta o capital que nos permita mantener la estabilidad económica y cubrir nuestras necesidades sin depender exclusivamente de la prestación pública.

Además, si somos la principal fuente de ingresos del hogar, debemos plantearnos qué impacto tendría nuestro fallecimiento en la economía familiar. Un seguro de vida puede proporcionar a nuestros seres queridos la liquidez necesaria para afrontar gastos inmediatos y mantener su calidad de vida.

¿Y después de la jubilación?

Cuando dejamos de trabajar, pasamos a depender de nuestros ahorros, inversiones y de la pensión pública de la Seguridad Social. Pero ¿hemos considerado todos los posibles escenarios? ¿Qué pasa si desarrollo una dependencia o si vivo más de lo previsto y no cuento con los recursos económicos suficientes?

Uno de los mayores desafíos en esta etapa es el aumento de los gastos en salud o dependencia. En España, más de 1,4 millones de personas están en situación de dependencia, y el tiempo medio para acceder a una ayuda pública puede superar el año. Si no hemos previsto este escenario, podríamos vernos en una situación financiera complicada.

“Si tenemos una incapacidad o dependencia en la etapa activa, se reducirán nuestros ingresos y aumentarán nuestros gastos, pero en la etapa pasiva ya no tenemos margen de maniobra para reaccionar. Pensar en la posibilidad de un seguro de dependencia nos ayudaría a cubrir esa situación”, recuerda Jaime Aguilar, socio de Asesoramiento patrimonial de Abante.

Para cubrir el riesgo de longevidad existen una serie de soluciones como la hipoteca inversa, la venta de la nuda propiedad o el alquiler inverso que nos permiten obtener liquidez utilizando la vivienda como activo sin perder su uso.

Un plan de previsión adaptado a cada persona

La clave para una buena planificación no es solo invertir bien, sino también proteger lo que ya hemos construido. Para ello, es esencial saber cuáles son nuestros objetivos vitales, qué coste tienen, cuál es nuestro déficit y qué estrategia de inversión necesitamos. Y, después, hacer el plan de previsión: cuantificar los posibles riesgos y definir qué coberturas necesitamos en función de nuestra situación personal y familiar.

Contar con el asesoramiento adecuado nos ayudará a evaluar el impacto financiero de cada escenario y a determinar qué seguros y estrategias pueden ofrecernos mayor tranquilidad. Porque la pregunta no es solo qué queremos lograr con nuestro dinero, sino también cómo nos aseguramos de que nada nos impida conseguirlo.

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