Qué hacer (y qué no) con un ingreso extraordinario
Pensar a largo plazo es la mejor estrategia
Recibir una cantidad importante de dinero de forma inesperada -por una herencia, la venta de una empresa, la distribución de un bonus o por un premio de lotería- puede parecer el escenario ideal. Sin embargo, no siempre es fácil gestionar bien un evento de liquidez. Si no se planifica con perspectiva, lo que en principio debería suponer una mejora en nuestra calidad de vida y una ayuda financiera, puede acabar generándonos estrés financiero o, incluso, perjudicando nuestro futuro.
De hecho, un estudio de la asociación European Financial Planning Association (EFPA) pone de manifiesto que el 70% de los premiados con la lotería de Navidad tiene mucho menos dinero cinco años después de haber ganado el premio. Esto hace referencia a un dinero que nos llega ‘regalado’ porque no ha sido fruto de nuestro trabajo y esfuerzo, sino que nos ha llegado por cuestión de suerte. Pero ¿qué pasa cuando esa gran cantidad de dinero sí es fruto de nuestro trabajo?
Belén Alarcón, socia y directora de Asesoramiento patrimonial de Abante, recuerda que las personas no valoramos igual el dinero cuando nos llega por un premio o herencia que cuando lo recibimos por nuestro trabajo. Y es ese valor que le damos y la forma en la que nos relacionamos con nuestro dinero, lo que marca cómo lo vamos a gestionar después.
El escritor e inversor Rainer Zitelmann habla en su libro “Libertad financiera” de distintos personajes famosos que, a lo largo de la historia y por diversos motivos, han acabado arruinándose después de haber ganado una fortuna. En la presentación que se celebró hace unos meses en el auditorio Abante, Zitelmann señaló que “la mayoría de las personas piensa que es más difícil llegar a ser rico que mantenerse rico”. Cuando se gana mucho dinero y se llega a cierto nivel, se tiende a incrementar el nivel de gasto y a pensar que nada va a cambiar, cuando la realidad es que “hay una gran parte de las personas que no son capaces de mantener ese estatus”.
Todo este comportamiento se explica por cómo somos los seres humanos y cómo nos dejamos llevar por el lado de nuestro cerebro que es más irracional, impulsivo, emocional y cortoplacista. Al recibir un ingreso extraordinario, es habitual sentir que podemos permitirnos ciertos caprichos o que ha llegado el momento de hacer grandes cambios. Y si bien esto no es necesariamente un error, sí puede serlo si tomamos decisiones sin valorar su impacto a medio y largo plazo, y si convertimos esa excepción en un hábito y en nuestra nueva forma de vida.
No precipitarse: el primer paso para tomar buenas decisiones
Para evitar caer en esa práctica, cuando llega un ingreso inesperado es fundamental hacer una pausa y tomarse un tiempo antes de decidir qué hacer con él. ¿Encaja con nuestros objetivos financieros y personales? ¿Va a fortalecer nuestra estabilidad económica o nos está llevando hacia un estilo de vida más costoso? ¿Me puede ayudar a cumplir mis sueños para el futuro? ¿Me va a dar independencia financiera? ¿Dispongo realmente de los conocimientos necesarios para gestionar ese dinero correctamente? Este tipo de preguntas pueden ayudarnos a evitar errores comunes y a caer en las estadísticas.
Uno de los errores más comunes y del que habla Zitelmann es el llamado “efecto riqueza”, que nos lleva a gastar más simplemente porque tenemos más dinero disponible o porque percibimos que nuestro patrimonio ha aumentado, aunque no implique necesariamente tener más ingresos recurrentes. Esto puede traducirse en compras innecesarias, en compromisos financieros que luego son difíciles de sostener o en inversiones poco meditadas.
Una de las decisiones más habituales cuando recibimos una suma importante de dinero es mejorar nuestra vivienda, cambiar de coche o darnos un capricho que antes considerábamos fuera de nuestro alcance. Pero aquí es clave mantener la perspectiva y pensar más allá.
Por ejemplo, si antes de este ingreso extraordinario habíamos fijado un presupuesto de 400.000 euros para la compra de una vivienda, no deberíamos subirlo automáticamente solo porque ahora disponemos de más dinero. A menudo olvidamos que una casa más cara no solo supone un mayor desembolso inicial, sino también más costes de mantenimiento, impuestos y comunidad, que pueden tensionar nuestro presupuesto en el futuro.
Algo similar ocurre con otros cambios de estilo de vida. La clave siempre pasa por preguntarse: ¿esto es sostenible a largo plazo o solo me lo puedo permitir porque ahora tengo más dinero?
El dinero extra no cambia nuestra realidad financiera de un día para otro, pero sí nos da la posibilidad de reforzar nuestro patrimonio si lo gestionamos bien, de ganar tranquilidad y de poder cumplir con nuestros objetivos y hacer eso que siempre hemos querido. La hoja de ruta para poder lograrlo comienza con una reflexión personal que nos ayude a entender qué queremos conseguir con ese dinero y con un ejercicio de planificación financiera para trazar la estrategia de inversión que se adapte a nuestras circunstancias y objetivos.