El recorte agresivo de la Fed añade presión a la reunión del BCE de octubre
El Banco de Inglaterra ignora el movimiento de la Reserva Federal y decide dejar sin cambios los tipos de interés en el 5%
Los grandes bancos centrales ya reman todos en el mismo sentido. Tras la decisión de la Reserva Federal de recortar los tipos de interés por primera vez desde 2020, la carrera para devolver el precio del dinero a unos niveles donde ni penalice ni sobrecaliente la economía está lanzada. El Banco Central Europeo actuó primero en junio con una rebaja de 25 puntos básicos, le siguió el Banco de Inglaterra en agosto con otra del mismo tamaño —en una votación muy dividida que se saldó con una victoria pírrica del sí por cinco votos a cuatro—, volvió a rebajarlos Fráncfort con la misma intensidad la semana pasada, y este miércoles fue por fin el turno de la Fed, que ha recuperado el terreno perdido de una tacada.
No solo eso. La contundencia demostrada al reducir en 50 puntos básicos las tasas la han colocado de repente por delante: se esperan al menos otros 0,50 puntos de recorte a repartir entre las reuniones del 7 de noviembre y del 18 de diciembre, lo que supondría un descenso de 100 puntos básicos este año. Un arreón al que el resto de bancos centrales no son ajenos.
En el caso del BCE, el que abrió la veda, el pronóstico es más conservador. Aunque Christine Lagarde y su equipo insisten en un enfoque reunión por reunión y dependiente de los datos, el mercado interpreta que volverá a hacer una pausa en octubre, como ya ocurrió en julio, y los dejará intactos en el 3,5%, aguardando a diciembre para recortar los tipos de nuevo. De hacerse realidad ese escenario, el balance anual dejaría de 75 puntos básicos de rebaja, inferior al de sus homólogos al otro lado del Atlántico.
Esa predicción, sin embargo, no tenía en cuenta el movimiento de la Fed de este miércoles, más agresivo de lo esperado, y que apenas se está digiriendo. Como mínimo, podría abrir debates internos sobre si no convendría aprovechar también la reunión del 17 de octubre, que se celebrará en Liubliana (Eslovenia), para acometer ya un recorte. La cercanía de la fecha, solo cinco semanas después del último encuentro, juega en contra, ya que el Consejo de Gobierno no dispondrá de un gran número de nuevos datos para analizar si la inflación marcha como debe.
Sebastiano Chiodino, responsable de inversiones en Generali AM, cree que hay probabilidades de que el BCE no sea inmune al giro de la Reserva Federal. “Podría tener repercusiones en la zona euro, donde un recorte en octubre no era el escenario central y el mercado lo sigue valorando con una probabilidad del 30%. La determinación del BCE de actuar cuando se disponga de previsiones trimestrales actualizadas, al menos en esta fase, podría ahora entrar en conflicto con una Fed más audaz y resultar, al menos desde el punto de vista reputacional, menos sostenible a pesar de los diferentes mandatos de ambos bancos centrales”.
La percepción del BCE es que septiembre dejará un dato trampa de inflación: esperan que este mes la estadística sea favorable, pero que irá a peor en el último trimestre del año, cuando el efecto base provocará una subida de la inflación energética, por lo que no quieren precipitarse. Tampoco dar la impresión de que sus políticas están condicionadas por lo que pase en Estados Unidos. Lagarde ha reconocido que lo que ocurre en la mayor economía del mundo tiene consecuencias en Europa, pero defiende que el BCE es independiente, y los momentos económicos de ambos bloques, así como sus respectivas inflaciones, tienen sus propias peculiaridades. “We are data-dependent, not Fed-dependent”, zanjó en abril.
Ese mantra, del que el BCE, celoso de su autonomía en público, trata de no salirse, choca con otros análisis. Un estudio del Institute of International Finance (IIF) concluyó que la marcha de los tipos en Estados Unidos han sido el factor más determinante de las decisiones del BCE desde 2021, no por un cómodo seguidismo, sino porque los efectos económicos de los recortes desde Nueva York así lo recomendaban.
Al alterar factores como las divisas, el salto de la Fed complica el inmovilismo del esperar y ver en octubre. Entre sus efectos colaterales está la fortaleza del euro, que cotiza en el entorno de los 1,11 dólares, y ha dejado muy lejos el verano de 2022, cuando llegó a situarse por debajo del billete verde por primera vez en 20 años. Es cierto que la subida del euro ayuda a contener la inflación, porque permite comprar más barato el petróleo y el gas, que se paga en dólares, pero a la vez vuelve las exportaciones comunitarias menos competitivas, y los destinos turísticos europeos se vuelven más caros.
Lo que ocurre con el euro sucede también con otras muchas divisas en todo el mundo. Unos minutos después de la decisión de la Fed, el Dollar index, un índice que mide la fortaleza del dólar frente a una canasta de varias divisas (euro, libra esterlina, franco suizo, yen japonés, dólar canadiense y corona sueca). se colocó en su nivel más bajo desde julio de 2023. Lo mismo sucedió con la cesta de monedas asiáticas del Bloomberg Asia Dollar, en máximos de 14 meses, aunque durante la sesión la tendencia se contuvo.
El Banco de Inglaterra no mueve ficha
Por lo pronto, el Banco de Inglaterra, al que le tocaba decidir si movía o no sus tipos de interés este jueves, solo unas horas después del bombazo de la Fed, no se ha dejado llevar por la pirotecnia desplegada por Jerome Powell. El país tiene la misma inflación que la zona euro, del 2,2%, pero aun así, los miembros del banco decidieron este jueves, por una amplia mayoría de 8 votos a 1, mantener los tipos sin cambios en el 5%.
Su posición está siendo la más halcón de los tres grandes bancos, aunque desde ING no prevén que esa postura tan restrictiva vaya a durar demasiado. “A finales de este año creemos que el banco tendrá más confianza en las perspectivas de inflación y se contentará con acelerar el ritmo de los recortes”.
Cuando el BCE bajó los tipos en junio, antes que la Fed, muchos economistas señalaron lo inusual de ese hecho. Ahora, con la Fed ganando velocidad y prestando más atención a la situación del mercado laboral como parte de su doble mandato (junto a la estabilidad de precios), surgen voces que acusan a Fráncfort de ir demasiado despacio, a pesar de que sus rebajas de tipos ya se han trasladado a la economía real parcialmente, con el euríbor por debajo del 3% abaratando las hipotecas variables. “La Fed continuará, pero la amplitud de los recortes por venir dependerá del ritmo del mercado laboral, mientras que la inflación se ralentizará con la fuerte caída del precio del petróleo. La cuestión sigue siendo la del BCE, cuyo recorte de la semana pasada ya parece ridículo”, sostiene Philippe Waecther, economista jefe de Ostrum AM.
En cambio, Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Research, ve justificado que la Fed vaya más rápido. “Tiene más munición para bajar tipos que el BCE, porque la productividad europea es más baja, y los datos de inflación son bastante mejores que en Europa. La subyacente de EE UU es más baja excluyendo el OER (Owners Equivalent Rent, que mide el alquiler que se pagaría para sustituir una casa actualmente en propiedad), que en Europa no se imputa y es muy relevante. El BCE va a bajar tipos a un menor ritmo que la Fed en los próximos cuatro trimestres”, augura al teléfono.