Bonos catástrofe: cuando la rentabilidad depende de los huracanes y no de los tipos
Este activo se está abriendo paso en las carteras por estar completamente desligado de la marcha de los mercados financieros y ofrece ganancias cercanas al 10%
La fuerza de la naturaleza es imprevisible, pero si no resulta devastadora, también permite ganar dinero. En la sofisticada industria financiera, las coberturas de riesgos por desastres naturales se han convertido en un vehículo de inversión con el que obtener rendimientos muy valiosos, especialmente en tiempos de volatilidad en los mercados. Su rentabilidad no depende en absoluto de los parámetros que vigila el común de los inversores, como los tipos de interés o los resultados empresariales, sino de la intensidad de los fenómenos naturales capaces de ocasionar enormes pérdidas. Estos vehículos, conocidos como bonos catástrofe, se están abriendo paso en las carteras y permiten aspirar a una rentabilidad anual cercana al 10%.
Quien compra bonos catástrofe está compartiendo el riesgo que una compañía de seguros asume al cubrir los posibles siniestros de un desastre natural, en especial de los huracanes. Es decir, aseguradoras y reaseguradoras cubren las pérdidas que inevitablemente ocasionan cada año estos desastres naturales, y con este mecanismo traspasan ese riesgo a los inversores a cambio de una rentabilidad. No se trata de bonos al uso: en este caso, la clave no es que una compañía genere beneficios o que un estado pague su deuda, sino que la temporada de huracanes sea relativamente benévola o que, al menos, se ajuste a la devastación estimada.
El inversor recibirá una rentabilidad siempre y cuando se cumpla el escenario contemplado por la reaseguradora que le vende el bono, y en el que se establece una intensidad e impacto concretos para los huracanes —el desastre natural más vinculado a este producto—. Si el fenómeno es más grave de lo previsto, serán mayores los daños y los costes que deba asumir la aseguradora. Y será en este caso cuando el inversor en ese bono catástrofe pierda dinero, cuando el coste de los siniestros para la compañía de seguros supere el umbral prefijado. Lo ganará, algo que sucede en la gran mayoría de las ocasiones, cuando el impacto del desastre natural no haya sobrepasado lo previsto.
Según explican fuentes de Mapfre Re (la filial de reaseguros de la empresa española), “el ejemplo clásico es un huracán que, por ejemplo, afectase a la costa este de Estados Unidos, causando daños para toda la industria aseguradora por más de X mil millones de dólares. Ese importe de afectación global lo certifica una agencia verificadora independiente y preacordada que, al margen de cómo se reparta el impacto entre las aseguradoras, estima el coste agregado total del evento para el sector asegurador”.
Más del 85% de los bonos catástrofe cubren algún tipo de fenómeno natural que ocurra en Estados Unidos, seguidos de lejos por los que cubren los sucedidos en Europa o Japón. Así, este tipo de bonos se vinculan a aquellos territorios en los que existen agencias de estimación de daños ampliamente reconocidas, y donde también están más desarrolladas las herramientas de modelización de riesgo catastrófico, añaden desde Mapfre Re.
Ese desarrollo en la medición de los riesgos de los fenómenos naturales, impuesta inevitablemente por los mayores estragos del cambio climático, está sirviendo para aumentar la contratación de los bonos catástrofe y para propiciar su incorporación a las carteras de inversión.
La gestora independiente Diaphanum los ofrece a sus clientes particulares y aconseja destinar a este producto entre el 3% y el 5% de la cartera en función del perfil de riesgo, según explica Miguel Ángel García, director de inversiones de la firma. “Incorporamos estos bonos con la idea de obtener entre un 4% y un 6% anual, pero están dando una rentabilidad superior, que ronda de media el 10%. Ofrecen un rendimiento lineal al alza y bajan la volatilidad de la cartera, le dan estabilidad”, defiende García.
“Sofisticado, pero interesante”
Para Manuel Mendívil, director de inversiones y co-CEO de Arcano Capital, “los bonos catástrofe son un producto sofisticado pero muy interesante. Aporta valor a cualquier cartera porque está completamente descorrelacionado de los mercados financieros. En los momentos de volatilidad, ni pestañea”. En un ejercicio de intensidad normal en huracanes, como fue 2023, “la ganancia puede ser del 7%”, explica. “La expectativa no es que den un 15%, pero sí se puede aspirar a entre un 6% y un 9% al año”.
Los bonos catástrofe surgieron a finales de los años noventa y tienen un atractivo historial de rentabilidad. En los últimos 20 años, según un análisis realizado por la gestora británica Schroders, su rentabilidad anualizada en dólares es del 6,3%, con una volatilidad anual del 3,5%. Esa cifra es inferior a la de la deuda de alto rendimiento o high yield, que para una rentabilidad del 6,4% exige mucho más riesgo (volatilidad del 10%). Este estudio, que abarca el análisis de los mercados desde cierre de 2001 a octubre de 2022, revela que la Bolsa ha obtenido en ese tiempo una rentabilidad anual superior, del 8,1% pero a costa de más volatilidad, del 15,1% anual, y con menor porcentaje de meses positivos, del 66% frente al 89% de los bonos catástrofe.
Golpe en 2022, récord en 2023 y 2024
El peor momento para estos bonos fue septiembre de 2022, mes en que registraron una pérdida del 8,7%. El huracán Ian golpeó entonces Florida, convirtiéndose en uno de los más destructivos de la historia de este estado y causando pérdidas por 100.000 millones de dólares, de los que solo el 60% estaban cubiertas, de acuerdo a datos de Munich Re.
Este desastre natural puso en alerta al sector reasegurador y mostró la necesidad de realizar mayores coberturas de riesgo, lo que ha impulsado la emisión de más bonos catástrofe. El pasado 2023 fue un año récord en el lanzamiento de este tipo de vehículos, por un importe de 15.600 millones de dólares, que lleva camino de quedar superado por la actividad de este año. El lanzamiento de bonos catástrofe en 2024 ha superado ya los 12.000 millones de dólares en el primer semestre, lo que eleva el tamaño de este mercado a 46.500 millones de dólares, según datos de la reaseguradora Swiss Re recogidos por Bloomberg, que no incluyen transacciones privadas.
En cuanto a rentabilidad, este año también lleva camino de batir el récord de 2023, después de que los bonos catástrofe hayan superado sin sobresaltos la devastación del huracán Beryl en Jamaica este mes de julio. A pesar de que toda la isla caribeña fue declarada zona catastrófica, los tenedores de este tipo de deuda no han sufrido pérdidas puesto que no se habrían alcanzado los niveles necesarios para que contribuyan a la cobertura de esos daños, de acuerdo a los términos del contrato de emisión. Se trata de una buena noticia para los inversores de un producto en auge pero que ha abierto un nuevo debate justo al inicio de la temporada de huracanes en el Caribe, el momento en que algunos inversores en bonos catástrofe deciden de forma provisional abandonar el producto. “El precio de estos bonos suele caer antes del verano. Hay quien se mantiene invertido de enero a junio, se sale en verano y regresa cuando ha pasado lo peor en la época de huracanes”, explica un inversor en estos productos.
Cláusula de impago por huracanes
Los huracanes también pueden ser motivo para activar el impago en la deuda soberana. Es lo que ha sucedido en la isla de Granada, azotada por el paso del huracán Beryl en julio. Su gobierno ha comunicado a los tenedores de su bono por 112 millones de dólares que suspenderá el pago de intereses por 12 millones de dólares durante el próximo año mientras la isla se recupera del impacto del desastre natural. Se trata de la primera vez que se activa este tipo de cláusula de impago por huracanes, que Granada decidió incluir en sus emisiones de deuda hace casi una década. La inclusión de esta cláusula es más factible en países pequeños, hacia los que los inversores pueden ser algo más flexibles, según señalan fuentes financieras. En todo caso, este supuesto de reestructuración de la deuda en caso de huracán también supone el pago de una prima y un coste extra para el emisor.
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