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El factor que puede hundir en Bolsa a una buena empresa: cómo evitar bombas en una cartera de inversión

Los gestores de fondos aconsejan la comparación con los pares, vigilar la reputación del equipo directivo, evaluar la transparencia o los niveles de deuda para ahorrar sobresaltos

Un panel con fuertes caídas.
Un panel con fuertes caídas.primeimages (Getty Images/iStockphoto)
Fernando Belinchón

La receta para invertir en los mercados incluye, en ocasiones, una pizca de intuición. Con más frecuencia de la que se piensa –y quizá de la que se admite–, invertir tiene un componente más emocional que racional, como muchas otras decisiones que se toman relacionadas con el dinero. Con todo, hay cuestiones que escapan a los ratios o que, al menos, no son tan evidentes como para ser detectadas de un primer vistazo. De la noche a la mañana, cuando el mercado se percata de que hay algo que no va bien, son los inversores quienes sufren en sus carnes las consecuencias de no haber prestado atención a las señales que pueden indicar que hay una potencial bomba en una cartera. Una mala gestión de una empresa, ya sea a propósito con fines fraudulentos o de forma no intencional, es una de esos factores que, aunque no es fácil de detectar, puede terminar por aguar por completo la cotización de una compañía que parecía idílica.

No pocas grandes corporaciones han caído por este motivo. Dentro del grupo de los engaños elaborados a conciencia, por el momento, el escándalo más sonado por su magnitud y consecuencias fue la desintegración de Enron. La hasta entonces séptima compañía más grande de Estados Unidos y la energética más poderosa del país tenía sobre el papel 100.000 millones de dólares de ingresos. El problema es que ese “sobre el papel” fue mucho más literal de lo que cabría esperar. La falsificación de sus números, las argucias para pagar menos impuestos y una red de sociedades para mover dinero fueron algunos de los ingredientes que acabaron con 20.000 personas despedidas y un auditor de reputación mundial, Arthur Andersen, fulminado por haber bendecido a Enron cuando no lo merecía.

En la pretendidamente seria Alemania, Wirecard, una empresa de pagos, pasó de orgullo a vergüenza nacional en cuanto una serie de artículos de Financial Times destaparon que la creatividad también se extendía a sus cuentas con ingresos inflados. En el ámbito de la chapuza, Credit Suisse y sus más de 160 años de historia truncados hablan del peligro de elegir inversiones de riesgo, auspiciar espionajes y mirar para otro lado respecto a la dudosa fortuna de algunos de sus clientes. Y Evergrande en China, cuyos ingresos presuntamente falseados le han valido a su auditor, PwC, seis meses de veto en el gigante asiático. Y EBX en Brasil, Archegos en Estados Unidos... Todas ellas dan fe de cómo hacer mal las cosas puede herir de muerte a grandes y poderosas firmas.

Si bien, la herida no tiene por qué ser mortal de necesidad. En ocasiones, la mala gestión es menos escandalosa porque solo deja a las cotizadas renqueando y valiendo menos de lo que en teoría podrían llegar a valer.

El daño de la sospecha

Tampoco hace falta que esté todo completamente confirmado y claro. La sombra de la sospecha de que ha habido una mala gestión ya es suficiente. En España, el caso más reciente es Grifols. El informe del fondo bajista Gotham hablando de operaciones cruzadas entre sociedades del grupo, deficiencias en la información financiera y acusando de una gestión interesada en detrimento del conjunto de accionistas y a favor de unos pocos desató una tormenta que ha dejado un palpable y prolongado daño en las acciones de la farmacéutica. Casi ocho meses después del informe, los títulos siguen valiendo cerca de un 31,3% menos que antes de que se desvelara.

Grifols en Bolsa en los últimos 12 meses

Como toda cuestión compleja que se precie, las banderas rojas que avisan de potenciales problemas futuros derivados de una mala gestión son varias y hay que buscarlas a conciencia. Álvaro Antón, responsable de abrdn para Iberia, explica cuáles son los pasos que siguen para ello en esta firma de origen británico con unos 580.000 millones de euros bajo gestión.

“Con un 60% de nuestro patrimonio bajo gestión procediendo de grandes clientes institucionales, lo que valoran es no tener bombas en un portfolio. Ejemplos de prácticas que son indicios de posibles bombas futuras: tener mucha deuda; haber dado pérdidas; profit warnings; hacer cambios profundos de liderazgo o en el plan de negocio muy rápidos; crecer absolutamente a base de adquisiciones y nada orgánico, cuando todo es crecimiento a base de compras y de deuda; tener todos o casi todos los consejeros no independientes, participaciones cruzadas... Todo este tipo de cosas nos dan pánico”, enumera Antón.

Volviendo a los ejemplos. Enron tenía una red de sociedades con la que inflaba beneficios (participaciones cruzadas), Wirecard dejó una deuda de 3.900 millones de euros cuando se declaró en quiebra (mucha deuda) y Credit Suisse emitió cuatro profit warnings en 2022 y cambió su cúpula tres veces de forma muy seguida.

Cuándo es más probable

El experto de abrdn cuenta que, aunque puede suceder también en megacorporaciones, como ya ha quedado patente, en su opinión es más probable llevarse disgustos por gestión en compañías de pequeña y mediana capitalización. “Son compañías menos analizadas por el inversor y el mercado. El free float suele ser más bajo, con lo que pasan más desapercibidas”, alega, antes de dar otra pista clave en esta detectivesca tarea de detectar las bombas de relojería: la comparación.

El cotejo de rendimiento, evolución del negocio y fundamentales de una cotizada en la que se está pensando invertir con los números de sus pares es una herramienta muy poderosa, tanto para detectar posibles casos de mala gestión con mala fe de por medio (fraude) como para la mala gestión que no tiene por qué tener malas intenciones de base (incompetencia). Sobre el primer tipo de mala gestión, Antón lo resume de forma sencilla: “Cuando cubres todo el mundo con tus analistas, te das cuenta de qué cosas pueden ser y cuáles no. Cuando algo no puede ser, es que no puede ser”.

Sobre el segundo, el de incompetencia, pone un ejemplo concreto. “Imagina que ves una empresa dedicada a la compra de oficinas en París para su posterior alquiler y que con un nivel de ingresos muy parecido al de sus otros cuatro competidores dedicados a lo mismo está recabando muchísimo menos beneficio. Algo raro está pasando ahí. Ese algo raro ya te hace extremar precauciones”, comenta.

A ojos de Mariano Gerenstein, director adjunto de clientes institucionales y mayoristas de J. Safra Sarasin Sustainable AM, el filtro ideal para detectar posibles problemas futuros es el de la inversión sostenible, la ESG. Gerenstein dice que los riesgos que conciernen a cualquiera de las siglas (medio ambiente, social y gobernanza) pueden pasar factura a la cotización a medida que transcurre el tiempo. El especialista opina que es importante fijarse en cómo se desenvuelve una sociedad. “Esto es, el cómo la empresa gestiona no solo el negocio, sino también cómo se relaciona con los accionistas. Si respeta a los minoritarios, si el consejo de la compañía son miembros capaces e independientes y, también, cómo se comporta en términos de transparencia. No solo con los accionistas, sino también con empleados y clientes”, profundiza.

Preguntado por más indicios que le harían sospechar de posibles problemas, Gerenstein remite a una alta rotación de empleados. “No es algo ni bueno ni malo de por sí, pero se debe analizar por qué sucede”. Otro punto. Lo que se dice en los medios de comunicación. “Hay que vigilar cuando empiezan a salir en prensa temas reputacionales de la compañía. Cuando la empresa no es suficientemente transparente en sus reportes al mercado. Cuando hay operaciones que no están del todo claras entre compañías interrelacionadas entre ellas”, aconseja.

Por su parte, Andrés Dancausa Vincent, vicepresidente de SpainCap y socio general de TheVentureCity, es experto en inversión en capital privado. Aunque no se presta a hablar directamente de cotizadas al no ser su campo de trabajo habitual, sí que aporta otro elemento a vigilar: el análisis del principal responsable de una compañía y de sus valores, algo siempre recomendable en renta variable y, directamente, vital en su negociado.

“El factor humano y de capacidad de gestión afecta en la misma medida que las métricas financieras. El alineamiento de los gestores de una empresa con los accionistas, clientes y trabajadores es uno de los principales factores para que una compañía vaya bien; la mala gestión tiene que ver con los valores que tiene el equipo que gestiona”, defiende. “Aquellos que tienen un liderazgo demasiado autoritario, que tienen poca capacidad de escucha a empleados, inversores, clientes, suelen acabar en una mala situación. Capacidad de liderazgo, de escucha, de ejecución. Son factores fundamentales para que las cosas sucedan como deben suceder”, ahonda.

La prueba del algodón

A falta de unas gafas para ver el interior de las personas y el alma de los gestores de las empresas, Dancausa da su truco para comprobar este punto. “Cada vez que vamos a invertir en una compañía, la reputación del empresario es fundamental. Cuando alguien lleva 10 años en un sector es difícil esconderse tanto para lo bueno como para lo malo. Lo compruebas. Gente que ha trabajado con él, analizas su equipo. Es muy raro tener un buen líder con un segundo nivel que no sea tan bueno”, concluye.

Ahora bien, analizar la reputación de cada gestor de cada empresa puede ser una tarea inabarcable para un pequeño inversor. “Para mí la métrica más importante es el crecimiento sostenido”, añade Dancausa. “A veces hay compañías que crecen de forma exponencial, que cuadruplican su valor en tres meses y acaparan la atención de toda la prensa, pero eso muchas veces no dura en el tiempo. La mejor métrica de si un equipo gestor es bueno o no es si han sido capaces de crecer de forma sostenida a lo largo de 5, 10 o 15 años, porque eso es lo realmente difícil”, argumenta. Por último, como prueba del algodón, el experto remite a analizar qué opinan los que en última instancia determinan el destino de las compañías. “Hay que escuchar muy bien lo que dicen los clientes porque, al final, son ellos los que deciden el futuro de cualquier empresa”, asevera.

Aun con sus diferentes visiones, los expertos sí muestran unanimidad en una de las principales señales de aviso: la falta de transparencia. Cuando una empresa no es lo suficientemente transparente con sus accionistas, con el mercado o con los analistas, nunca es positivo. Gerenstein, que considera que una bandera roja no tiene por qué ser un motivo de descarte inmediato, sino más bien un indicador de que hace falta prestar mucha atención, sí tiene claro qué es lo que debe activar todas las alarmas. “Una tarjeta roja clarísima es haber detectado una bandera roja y que la explicación de la compañía no sea convincente. Si no estás convencido de lo que está diciendo la empresa, lo mejor que puedes hacer es vender”, remacha el experto.

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Sobre la firma

Fernando Belinchón
Madrid. 1994. Máster en periodismo económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Redactor de la Mesa Web de CincoDías. En el periódico desde 2016.
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