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El crecimiento de los salarios se ralentiza y deja el terreno libre al BCE para bajar tipos en septiembre

Las actas de la última reunión del Consejo de Gobierno, publicadas este jueves, recogen la preocupación de Fráncfort por un crecimiento económico más débil

El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, y la presidenta del organismo, Christine Lagarde, durante la rueda de prensa de la reunión celebrada el pasado 18 de julio en Fráncfort.
El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, y la presidenta del organismo, Christine Lagarde, durante la rueda de prensa de la reunión celebrada el pasado 18 de julio en Fráncfort.FRIEDEMANN VOGEL (EFE)
Álvaro Sánchez

Una de las mayores preocupaciones que sobrevoló la última reunión del Banco Central Europeo fue el ritmo veloz e incansable de las subidas salariales. ¿Estaría el mercado laboral entrando en uno de esos círculos viciosos de subidas de sueldos y precios tan difíciles de atajar? La respuesta a esa pregunta está desde hoy más cerca de ser negativa: los salarios subieron en la zona euro un 3,55% en el segundo trimestre, frente al 4,74% de los tres primeros meses, lo que sugiere que la presión sobre la inflación procedente de los ingresos laborales puede seguir disminuyendo. El BCE aparta así, por ahora, uno de los mayores obstáculos que le separan de la palanca de bajar tipos de interés.

Esas cifras favorables se han conocido justo el día que se han publicado las actas de la última reunión del BCE, la del 17-18 de julio. En ellas, el tema aparece con cierto desasosiego: “se expresó la preocupación de que los salarios pudieran seguir creciendo con más fuerza de lo que sería coherente con la meta de inflación”. Y junto a él, se cita la persistencia de la inflación en el sector servicios como “elemento central” que marca el ritmo de las perspectivas de inflación.

La de julio fue una reunión más bien pacífica si se mira en términos del habitual tira y afloja entre halcones y palomas: las actas recuerdan que la decisión de dejar los tipos de interés intactos fue tomada por unanimidad, dejando a un lado, al menos temporalmente, las discrepancias de la anterior reunión, cuando el gobernador del Banco de Austria, Robert Holzmann —uno de los halcones más puros, que dejará el cargo en septiembre del año próximo—, se opuso abiertamente al recorte de tipos, y algunos miembros expresaron sus dudas al respecto.

La tregua, sin embargo, puede ser corta. Dentro de tres semanas, el 12 de septiembre, llegará una nueva prueba de fuego para la unidad del Consejo de Gobierno. Ese día está prevista una rebaja del precio del dinero de 25 puntos básicos, y las decisiones de bajar o subir tipos suelen polarizar más a sus partidarios y detractores que las de mantener el statu quo.

En julio, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, se esforzó a fondo para dejar claro durante la rueda de prensa que la bajada de tipos de septiembre no estaba garantizada. Que todo podía suceder, por mucho que los mercados lleven tiempo descontando el recorte. “Un enfoque tan cauteloso estaba particularmente justificado dadas las incertidumbres predominantes sobre la evolución de los salarios, los beneficios, la productividad y la inflación de los servicios”, recogen las actas.

La idea de hacer una pausa, dejar pasar agosto, y aguardar a septiembre apareció entonces como una solución idónea del agrado de todos. “La reunión de septiembre fue vista en general como un buen momento para reevaluar el nivel de restricción de la política monetaria”, afirma el texto. Esa intención puede ser interpretada de dos formas: como ejercicio de redundancia —el banco ya examina continuamente si el precio del dinero está en niveles adecuados—, o bien como una declaración de intenciones de que la revisión de su estrategia posiblemente implique cambios.

El inmovilismo de la Reserva Federal, que a diferencia del BCE todavía no ha bajado tipos, restó presión para actuar en julio, y sus miembros acordaron llegar al encuentro de septiembre “con la mente abierta”. Carsten Brzeski, jefe de Macro de ING, llega a una conclusión firme de los debates de la última reunión. “De las actas de hoy queda claro que al BCE le gustaría seguir recortando los tipos y está más seguro de qué hacer que en la reunión de junio”, resume.

En la escala de inquietudes del Consejo de Gobierno parece ganar terreno la inquietud por la ralentización económica. “Los miembros reconocieron que las perspectivas de crecimiento a corto plazo se habían deteriorado. Esto fue visible tanto en los datos duros como en los blandos, sobre todo en los débiles indicadores del PMI del sector manufacturero”, admiten.

El turismo habría sido la fuerza contraria, sosteniendo la economía, pero el BCE no cree que su empuje vaya a ser suficiente en la segunda mitad del año. Y en la discusión incluso aparecieron palabras malditas, aunque todavía sin la carga de dramatismo de tiempos pasados. “Se argumentó que las perspectivas a corto plazo se habían vuelto algo más estanflacionarias”, apunta el texto.

Brzeski, de ING, cree que esa mención introduce en el debate el eterno dilema de si los banqueros centrales deben seguir su batalla contra la inflación o actuar para salvar la economía, pero cree que no será decisivo a corto plazo. “El nuevo riesgo estanflacionario aún no es lo suficientemente grande como para impedir que el BCE vuelva a recortar las tipos en septiembre”.

El Consejo de Gobierno no tiene claro si ese empeoramiento de la actividad será de carácter temporal o de más largo alcance, por lo que hubo un guiño a nuevas bajadas de tipos. “Se subrayó que una atenuación gradual de las políticas restrictivas es un acto de equilibrio, ya que también es importante no dañar indebidamente a la economía manteniendo los tipos en un nivel restrictivo durante demasiado tiempo”. El reverso positivo de esos datos económicos más débiles viene del lado de la inflación: el BCE constató que ayudó a contener los riesgos de crecimiento de los precios.

Mercado de divisas desinflacionista

Las actas hablan de lo sucedido hace un mes, pero la maquinaria estadística no ha parado por vacaciones. Han traído algún contratiempo extra, como la inflación de julio, que aumentó una décima hasta el 2,6%, o una inflación de servicios pegajosa, que solo ha caído del 4,1% al 4% ese mismo mes. Pero se antoja mayor la nueva munición para el recorte. Sobre todo después del dato positivo de ralentización de los salarios de la zona euro, que ha venido en buena parte impulsado por Alemania, donde los salarios negociados pasaron de crecer un 6,2% en el primer trimestre a hacerlo la mitad en el segundo.

Los analistas advierten de que es demasiado pronto para dar el problema por resuelto: los sindicatos alemanes continúan reclamando importantes alzas en las negociaciones salariales que se llevarán a cabo esta segunda mitad de año, lo que de producirse amenaza con avivar la inflación, si bien los economistas de Pictet auguran que el pico ya ha quedado atrás.

En el mercado de divisas también hay buenas noticias, con matices. La subida del euro frente al dólar continúa, y ya se acerca a los niveles previos a la invasión de Ucrania. Esa tendencia es desinflacionista, porque Europa paga el gas y el petróleo en dólares, con lo que el auge de la moneda única está abaratando lo que se abona por las importaciones energéticas. No todo son beneficios: un euro demasiado caro es también una amenaza para el crecimiento, al volver menos atractivas las exportaciones de firmas comunitarias y encarecer Europa como destino turístico.

El mercado anticipa dos nuevos recortes de tipos este año, el mencionada de septiembre y otro en diciembre, lo cual, sumado al acontecido en junio, colocaría el precio del dinero en el 3,75%. Antes, todas las miradas se posan sobre el simposio de banqueros centrales que empieza este jueves en Jackson Hole (Wyoming), donde Philip Lane, economista jefe del BCE, intervendrá el sábado.


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Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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