Las anteojeras del BCE pueden volverse peligrosas de aquí a junio
El banco central se vuelca en el análisis de los convenios mientras olvida los abrumadores retos de Europa en uno de sus momentos más críticos
El perenne sesgo del BCE, o de una parte del BCE, ha vuelto a asomar la cabeza durante el largo otoño económico que vive la eurozona desde que los precios de la energía se desinflamaron. Paradójicamente, son los responsables de política monetaria de Alemania y de la Europa central los más vocales al defender los tipos de interés altos… Aunque sean sus países de origen donde las cifras de PIB o los indicadores adelantados PMI tienen peor aspecto.
“Nuestro objetivo es una tasa de inflación del 2% a medio plazo”, indica el BCE en su propia página web. “Nuestro compromiso con este objetivo es simétrico: consideramos que una inflación demasiado baja es tan perjudicial como una inflación demasiado alta”. Las previsiones del BCE apuntan a una inflación muy cerca del mandato: cerrará el año en el 2,3%, bajará al 2,0% en 2025 y al 1,9% en 2026. En términos de PIB, 2024 será un año prácticamente plano, con un aumento del 0,6% después del 0,5% de 2023.
La contención de los precios parece, pues, encarrilada, a expensas de posibles sorpresas al alza o a la baja. El banco, siguiendo el manual, es prudente ante los riesgos de rebrote de inflación en la llamada “última milla”, esa parte final del calentón de precios que, en teoría, es difícil de aplacar (aunque los datos no son contundentes al respecto). El análisis del consejo de gobierno, no obstante, deja fuera de la ecuación variables clave.
“Su planteamiento se basa en los datos, por definición observados y, por lo tanto, retrospectivos en lugar de prospectivos”, indica Clément Inbona, gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier (LFDE). “Simplificando mucho, vendría a ser como un conductor que pilota su vehículo no mirando hacia el parabrisas, sino poniendo su atención en el retrovisor, una práctica que a priori se antoja peligrosa. El BCE está asumiendo el riesgo de actuar demasiado tarde ante la desinflación”.
Cierto es que el resultado de la reunión de la semana pasada era el esperado, y así lo recogen las casas de análisis. Ahora, ello obedece en buena medida porque el ala dura del BCE llevaba semanas marcando agenda: a la luz de estas declaraciones, la opción de sugerir un recorte de tipos habría sido una sorpresa. Y, como indican los analistas de Axa, parece que el consejo de gobierno del banco “necesita más datos para tranquilizarse sobre la desinflación interna y, con ella, sobre el próximo ciclo de relajación”. Es decir, no se trata tanto de los datos sino de construir un consenso.
“Nos llama la atención, que ni siquiera hubiera estado sobre la mesa, un primer recorte en los tipos de interés en esta reunión de marzo, cuando la actividad manufacturera retrocede, el crecimiento de los países se encuentra estancado o en recesión, aumentan los riesgos en el sector inmobiliario, y los últimos datos reportados sobre el crecimiento de los salarios muestran una caída desde sus máximos”, resume Manuel Pinto, jefe de análisis de XTB.
Draghi ha avisado de la necesidad de inversión en Europa, y de cómo los tipos la van a condicionar
Dadas las frías perspectivas de crecimiento, las casas de análisis tienen claro de qué pie cojea el balance de riesgos. “No no siempre es sencillo comparar una previsión de los expertos del BCE con cualquier otra”, explican en HSBC. “Aun así, las revisiones a la baja de la inflación este año son importantes, y que debería acercarse al 2% antes de lo que el BCE pensaba anteriormente. Esto reduce las posibilidades de que el BCE posponga el primer recorte mucho más allá de abril”. En Threadneedle son más asertivos: “Con las perspectivas de crecimiento rebajadas a corto plazo, y la inflación subyacente en el objetivo a medio plazo, los aproximadamente 100 puntos básicos de recortes actualmente previstos para finales de año parecerán insuficientes, si los datos salariales de los próximos meses sorprenden a la baja”.
De todos modos, la financiera es solo una parte del análisis. El riesgo de verdad viene por otro lado. Siempre conviene atender al gran angular de a Mario Draghi, el banquero central que, tras una vida en los mercados, mejor entiende las dinámicas financieras en un sentido amplio. “Que la política fiscal tenga suficiente margen de maniobra para cumplir sus diversos objetivos dependerá de las funciones de reacción de los bancos centrales”, declaró a la Asociación Nacional de Economistas de Empresa de Estados Unidos, dentro del encargo para fomentar la competitividad de la UE. Draghi ha avisado de las mareantes cifras de inversión que necesita el continente para afrontar la transición energética, recuperar terreno en el sector tecnológico ante China y EE UU y reforzar la defensa en un contexto geopolítico extremadamente volátil. Los bancos centrales deben centrarse en que las expectativas de inflación permanezcan ancladas y mirar más allá de las “perturbaciones temporales al alza de los precios”.
Duele comparar las palabras de Draghi con las de, por ejemplo, el austriaco Holzmann, que usó los ataques hutíes en el Mar Rojo como elemento inflacionista que podría retrasar las subidas de tipos. Un uso clásico del manual, consistente en buscar este tipo de riesgos inflacionistas debajo de las piedras: en los datos pasados de inflación (sea general o subyacente), en las previsiones, en los convenios colectivos, en la geopolítica, en el mercado financiero o en el inmobiliario, para llegar siempre a la misma conclusión.
Esta estrechez de miras no solo es un lastre para la economía; ahora puede ser peligrosa. De aquí a junio el BCE tendrá datos más claros sobre la evolución de los salarios pactados en convenio. Muy bien. Pero pueden pasar más cosas; la derecha populista (anti)europea puede salir reforzada de las elecciones, Donald Trump puede estar aún más cerca de la presidencia de EE UU, mientras bloquea la ayuda a Ucrania en beneficio de un Vladimir Putin reforzado. La llegada de Trump, además de retirar el paraguas defensivo en Europa, supondrá seguramente más aranceles para la industria europea.
El escenario de una Europa que debe pertrecharse sola ante la amenaza rusa en un contexto internacional hostil no es ni mucho menos inverosímil. Que los mercados no estén cotizando esta posibilidad no exime al BCE de sumar fuerzas en un momento crítico para el continente. Cuando Lagarde habla en otros foros parece consciente de ello. Pero cuando llega a la torre de Fráncfort parece flaquear. Mal asunto para Europa y para los europeos.
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