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Claves del duro castigo a la deuda pública: por qué saltan las alarmas

Los rendimientos tocan máximos de más de una década y activan el riesgo de recesión o de accidente financiero. La Fed se mantiene firme y no hay señal alguna de bajada de tipos pero algunos gestores sí ven oportunidad de compra

Nuria Salobral
Jerome Powell
Jerome Powell, presidente de la Fed, en rueda de prensa en julio de 2023SAUL LOEB (AFP)

Tanto se tensa la cuerda que al final se rompe. Ese es el temor que ha atravesado el mercado esta semana, en la que los rendimientos de los bonos han registrado el enésimo aumento desde que hace más de año y medio empezaron a subir los tipos de interés. La diferencia en esta ocasión es que su avance en los últimos días ha sido muy rápido y los ha situado en zona de vértigo, en máximos de hace más de una década. Un nivel que empieza a recordar a otros episodios del pasado en el que los elevados rendimientos de los bonos soberanos eran síntoma o preludio de una recesión, cuando no de una crisis de deuda.

El bono de EE UU a 30 años desde 2007

El 5% que ha alcanzado esta semana por primera vez desde 2007 el bono de EE UU a 30 años –o el 4,75% al que cotiza el bono a una década–es el terreno de juego al que la Reserva Federal ha llevado a los inversores. El mercado ha terminado por aceptar que el banco central más poderoso del mundo está decidido a mantener elevados los tipos, e incluso a subirlos aún más, con tal de embridar de una vez por todas la inflación. Y ese amplio horizonte de tipos altos que ha dibujado la Fed –y también el BCE para la zona euro– se extiende más todavía a la vista de la fortaleza que muestra la economía de Estados Unidos. Después de un alza meteórica de tipos de 525 puntos básicos en apenas año y medio, el empleo estadounidense resiste de forma sorprendente. Así quedó demostrado este viernes al conocerse el dato de empleo de septiembre: la economía estadounidense generó 336.000 nuevos puestos de trabajo en el mes, muy por encima de los 170.000 esperados, mientras la tasa de paro queda sin cambios en el 3,8%. El dato provocó un acelerón más en la rentabilidad de los bonos y consolidó las pérdidas bursátiles en la semana.

Según apunta Lewis Grant, gestor de carteras de renta variable mundial de Federated Hermes Limited, “ahora empezamos a ver la realidad de un entorno de tipos de interés más altos que frena a la renta variable”. Esa realidad no es otra que la de un precio del dinero y un coste de financiación elevado que mantenido en el tiempo, como prometen los bancos centrales, impactará en el empleo, en los resultados empresariales y terminará por provocar una recesión, como así cree gran parte del mercado. La gran incógnita ahora es cuál será la magnitud de ese deterioro económico que va a terminar causando la Fed y si los actuales rendimientos de los bonos podrían acabar provocando no solo el pinchazo de la economía sino un serio accidente en el mercado.

El súbito desplome de los bonos británicos y de la libra que causó la exprimera ministra Lizz Truss hace ahora casi un año con su anuncio de rebaja de impuestos fue una seria advertencia del rápido caos financiero que puede desatarse cuando la deuda se deprecia a gran velocidad. La quiebra de Silicon Valley Bank en marzo, que se llevó por delante a Credit Suisse, fue también otro drástico recordatorio del fulminante efecto dominó que puede darse cuando el sistema financiero soporta una pesada carga de deuda. Nada menos que un récord de 307 billones de dólares en todo el mundo a cierre del primer semestre de este año, según datos del Instituto Internacional de Finanzas.

“Cuanto más suben los tipos, más riesgo hay de un accidente financiero”, señala Roberto Scholtes, director de estrategia de Singular Bank. El experto explica que la reciente oleada de ventas registrada en los bonos –que en paralelo dispara sus rentabilidades– se debe a cómo el mercado ha plegado sus expectativas a un escenario de tipos mucho más restrictivo y también a factores técnicos que serían responsables de al menos los últimos 30 puntos básicos de ascenso en los rendimientos. “Hay hedge funds muy cortos en bonos y aseguradoras que deben reducir riesgo en cartera con los bonos en determinado nivel. Lo lógico es que la situación se revierta en los próximos meses si se confirma que la economía se debilita”, añade. Sería el momento en que, llegada una recesión, se haría inevitable que los bancos centrales respondieran con una bajada de tipos. “Es difícil no llegar a la conclusión de que este ciclo podría terminar con una fuerte ralentización del crecimiento e incluso con una recesión”, apuntala Chris Iggo, director de inversiones de Axa Investment Managers.

Mientras tanto, según añade Iggo, “tanto el contexto de crecimiento como las expectativas de reajuste de los tipos están socavando los rendimientos de la inversión. La confianza de los inversores es débil”. Advierte incluso de que los inversores en renta fija “se enfrentan potencialmente a su tercer año consecutivo de rendimientos totales negativos”.

Fuertes pérdidas en deuda

La semana ya deja algunos estragos. Michael Hartnett, estratega de Bank of America, señalaba este viernes que estamos “ante el mayor mercado bajista en los bonos de todos los tiempos”. La pérdida desde máximos para el bono de EE UU a 30 años llega al 50% y en plazos aún más largos, como en el caso del bono soberano austríaco a cien años, se dispara al 75%. El experto asegura que su equipo espera “impaciente” la capitulación, el momento en que la oleada de ventas se imponga a causa de una recesión o un accidente de crédito que favorezca la rebaja de tipos. Y avanza que llegado ese momento y tras tocar fondo, los bonos deberían ser el activo estrella de la primera mitad de 2024.

Sin embargo, y pese a un rally de rentabilidades que está amplificando el efecto restrictivo de todas las alzas de tipos ya acumuladas, los bancos centrales siguen en sus trece de no dar señal alguna de querer relajar su política monetaria. Ni hablar de una rebaja de tipos. Para Barclays, el modo en que podría frenarse el avance del interés de los bonos sería una fuerte corrección bursátil que empujara a los inversores hacia el puerto seguro de la rentabilidad de la deuda y el cobro de cupón. “La única forma en que la Reserva Federal podría ayudar a los rendimientos más largos es subiendo los tipos de forma tan agresiva que los mercados se convenzan de la inminencia de una recesión y se apresuren a comprar tipos más largos”, explica el banco británico en un informe publicado esta semana. Pero Barclays también reconoce que lo más probable es que la Fed mantenga el rumbo sin cambios y analice el impacto del reciente endurecimiento de las condiciones financieras antes de decidir cómo responde.

El rendimiento de los bonos a largo plazo aún podría continuar subiendo, en paralelo al derrumbe de su precio, pero para algunos gestores surge también una oportunidad de compra. “El mercado se está viendo zarandeado por movimientos cortoplacistas pero es momento de dar un paso atrás y mirar con perspectiva”, asegura Scholtes.

En Pimco, la mayor gestora de deuda del mundo, aconsejan incluso que el momento actual “es muy atractivo para abandonar la renta variable e invertir en bonos corporativos de alta calidad”. El riesgo es que su precio caiga aún más pero “los rendimientos nominales y ajustados a la inflación no han sido tan altos en unos 15 años. Los inversores tienen la oportunidad de obtener rendimientos similares a los de la Bolsa”, asegura Mark Kiesel, director de inversiones de crédito global de la gestora estadounidense.

“En momentos como este es cuando te puedes equivocar pero es también cuando hay que comprar”, defiende Rafael Valera, socio y consejero delegado de Buy &Hold y reconocido gestor español de renta fija. En esta semana ha aprovechado para comprar deuda corporativa de máxima calidad a 16 años al 4,7%.

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Sobre la firma

Nuria Salobral
Es jefa de la sección de Inversión en el fin de semana y redactora especializada en temas financieros y política monetaria. Trabaja en Cinco Días desde 2006, donde ha cubierto la quiebra de Lehman Brothers, el rescate a la banca española o las decisiones del BCE. Nacida en Madrid, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense.

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