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El faro del Inversor
Tribuna
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Invertir con rodeos para obtener el mayor beneficio

La inversión en China vale la pena pero es más aconsejable buscar caminos alternativos y no la exposición directa a sus índices y cotizadas

Inversores junto a un panel de la Bolsa china en Hangzhou.
Inversores junto a un panel de la Bolsa china en Hangzhou.REUTERS
Francisco Quintana

En el 218 antes de Cristo, a los romanos les pasó algo que hemos visto mil veces en esas películas malas de terror en las que la protagonista mira el jardín desde la ventana, inquieta porque ha oído un ruido ahí fuera, mientras el espectador ve cómo el asesino está ya dentro de la casa y se le acerca por detrás.

Tras arrasar Sagunto—aliada de Roma—las tropas de Cartago, comandadas por Aníbal, iban a por la yugular romana. La falta de barcos de los cartagineses descartaba la opción más sencilla, una invasión por mar. Así que los romanos se prepararon para el escenario alternativo: una invasión por tierra que llegara bordeando la costa francesa. Así que allí estaban, oteando el horizonte en dirección a España y afilando espadas con sus aliados de Marsella cuando se enteran de que Aníbal ya estaba a sus espaldas, en Italia—en el interior de la casa, como el asesino de la peli—con más de 30.000 soldados. Para sorpresa de todos, se había alejado del camino obvio y había atravesado los Alpes con decenas de miles de soldados para llegar sin oposición a Italia. El despiste les costó a los romanos 15 años de saqueos del enemigo.

La lección que nos dejó Aníbal es que el camino más corto no siempre es el más efectivo. En ocasiones, esto se aplica al mundo de las finanzas. Este año lo hemos visto con claridad con el caso de China, quizás la inversión más recomendada por las casas de análisis para 2023. A principios de año la economía mundial no pintaba bien. En un mundo que rozaba la recesión, el gigante asiático prometía una economía vibrante, que se desperezaba tras un periodo sorprendentemente largo de reclusión para luchar contra la pandemia. Aún mejor, además de una promesa de crecimiento, las acciones de empresas chinas ofrecían valoraciones razonables, con ratios precio-beneficio que rondaban los 10 múltiplos, un descuento cercano al 50% respecto a las acciones americanas.

Sin embargo, a pesar de que el crecimiento chino ha sido, como se esperaba, muy superior al del resto del mundo, el rendimiento de la Bolsa fue decepcionante. A cierre de julio el MSCI China—un índice que incluye 756 empresas que representan el 80% de toda la Bolsa del país—ganaba un 4,7% (medido en dólares, como todas las cifras de este artículo). Una birria comparada con el 18,7% de la Bolsa mundial en los primeros siete meses de 2023 pero también si lo comparamos a cinco años (8,2% mundo vs -2,8% China) o a 10 años (8,6% vs 3,6%).

¿Cómo es posible que las empresas del país que ha experimentado mayores tasas de crecimiento entre las grandes economías mundiales tengan la peor evolución en Bolsa? La respuesta es que la realidad de los países emergentes es más compleja de lo que un índice nos puede dar a entender. La Bolsa china está llena de empresas estatales, fuertemente intervenidas, cuya actividad y beneficios dependen más de decisiones del gobierno—la promesa de un estímulo—que de la fortaleza de la economía.

¿Significa eso que no vale la pena invertir en China? No. Detrás de esos índices y esas empresas estatales o no, el gigante asiático sigue siendo una economía palpitante de 1.400 millones de personas que ven cómo sus ingresos suben con fuerza cada año. Pero a lo mejor, en este caso, compensa buscar caminos alternativos. Un ejemplo sería el índice MSCI Mundial con exposición a China. Incluye 52 empresas que obtienen una gran parte de sus ingresos por ventas en el país asiático, pero que no son de capital chino ni están cotizadas en la Bolsa china, con lo que se quitan de encima algunos de los problemas.

En lo que va de año estas empresas han subido un 25%, cinco veces más que el índice chino. En los últimos cinco, generaron, cada año, un 17%, el doble que la Bolsa mundial, y 20 puntos porcentuales más que el índice chino. En resumen, aunque parezca poco intuitivo, para apostar por un país, invertir en su Bolsa no es el único camino. El dinero entra en Nueva York o Madrid pero gracias a la fontanería de las finanzas internacionales acaba invertido y generando recursos allá donde se encuentren los consumidores.

La siguiente pregunta relevante es si vale la pena para un inversor minorista usar energía y tiempo en buscar estos caminos alternativos. En casos como el chino compensa, pero la versión alternativa, en la que inviertes en China—pero también en el resto del mundo sin afinar demasiado—se obtienen, históricamente, resultados decentes con mucho menos esfuerzo.

Gran parte del mérito recae en el alto grado de diversificación que estos productos ofrecen, superiores a lo que se podría intuir en un análisis superficial. Si invertimos 100 euros en un fondo global y vemos en el folleto que 55 euros van a parar a la Bolsa americana y tres euros a la china, es un error pensar que estás apostando la mitad de tu dinero a que Estados Unidos irá bien y sólo tres al futuro de China. Al comprar una acción de Apple en la Bolsa americana estás comprando derechos sobre las ventas que ésta hace en EEUU (40%) pero también sobre las del resto del mundo (60%). No es sólo Apple: el 40% de los ingresos de las empresas americanas del S&P500 viene de fuera del país.

En el Ibex 35 son casi dos tercios. Cuando alguien invierte en bancos españoles cotizados en España, en realidad está invirtiendo en banca hispanoamericana, británica y turca. El milagro de la fontanería va más allá de la geografía. La Bolsa permite invertir en productos tradicionalmente fuera del alcance del inversor minorista—private equity o sector inmobiliario no residencial—simplemente a través de la compra de acciones de empresas cotizadas de esos sectores que, por supuesto, también están incluidas en los índices generales.

La conclusión es que, aunque en mercados complicados puede convenir tomar el camino de los Alpes, en el mundo de la inversión tenemos los barcos que faltaron a Aníbal, y podemos llegar a Roma navegando. A lo mejor se tarda más, pero puedes ir leyendo un libro por el camino.

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