La Bolsa no es tirar a balón parado en un ciclo de tipos al alza
Sería razonable ver una corrección a corto plazo en la renta variable, aunque por el momento el aterrizaje suave continúa. La prudencia es clave
Terminó el mes de mayo, que hizo honor muy someramente al famoso “sell in May, and go away”. Y eso, en Europa: en EEUU o Japón el movimiento de los índices bursátiles ha sido levemente positivo. Tampoco la deuda pública ha marcado una dirección clara, muy pendiente en este caso de las posibles actuaciones de los bancos centrales, que se van a definir, por cierto, en los próximos días. En resumen, una perceptible sensación de esperar y ver, envuelta en una caída de los volúmenes de contratación, de manera significativa en España.
Conviene decir que la moderación de la actividad en Bolsa no ha llevado aparejado un incremento de volatilidad, lo cual es un indicador razonablemente positivo en cuanto a valoración se refiere, pero que incide en la idea de que los mercados de renta variable se encuentran un poco cansados, después del rally de comienzos de año.
Ante esta situación y dejando claro que, dados los niveles de rentabilidad presentes, a medio plazo, la renta fija se constituye como la mejor opción de inversión siempre que el perfil de inversor se ajuste a ello, se nos presenta la pregunta: ¿qué cabe decir con respecto a las perspectivas de la renta variable?
Antes de entrar en materia, permítannos por favor dos necesarias puntualizaciones: la primera es que la inversión de verdad en renta variable debe contemplar periodos temporales relativamente largos. Invertir a corto plazo, o de manera táctica, es algo que solo bajo determinadas circunstancias tiene elevadas posibilidades de éxito, generalmente en condiciones de caídas muy abruptas, por razones exógenas al mercado o a un valor en concreto. La pandemia en 2020 fue un buen ejemplo.
La segunda, ya sugerida más arriba, es que con tipos altos resulta complicado invertir en acciones, salvo en algunos sectores concretos, sobre los que luego entraremos. Con carácter general, los tipos más bajos favorecen la financiación de las empresas y el mercado de crédito, importante para el consumo discrecional de los particulares —aquél referido a bienes y servicios no esenciales de los consumidores, como viajar o comprar un coche—. Los tipos altos ponen las cosas más difíciles. Y ello tiene su repercusión, como es natural, sobre los beneficios empresariales.
Porque la base para tener visibilidad de cara a invertir en bolsa deben ser las perspectivas de beneficios de las empresas. Por tanto, un dato esencial para tener en cuenta será el crecimiento de la economía: resulta muy difícil pensar que los beneficios de las empresas puedan verse favorecidos, de manera agregada, en un contexto de ralentización económica, no digamos de recesión.
La realidad es que las subidas de tipos, hasta ahora, no han tenido un efecto tan negativo sobre el crecimiento como sería esperable. En buena medida, ello se ha debido a que la capacidad de traslación de la política monetaria restrictiva, realizada por los bancos centrales, a la economía general no ha sido tan efectiva como fue en el pasado —por ejemplo, durante la crisis del Lehman en 2008— debido al menor endeudamiento que existe en la actualidad tanto en empresas como en familias. Adicionalmente, las compañías han mejorado márgenes gracias a la inflación, que no han trasladado completamente a sus costes laborales. Ello ha supuesto que el empleo no se haya visto especialmente afectado y, con ello, el consumo en general. En otras palabras, estamos viendo algo parecido a un aterrizaje suave de la economía, si bien con una inquietante inflación subyacente, que se resiste a bajar.
En la medida en la que este aterrizaje suave continúe, es decir, que los precios sigan corrigiendo sin que el crecimiento se vea más comprometido, las valoraciones bursátiles actuales pueden constituir un buen punto de entrada en renta variable. No obstante, un mayor deterioro económico, derivado, por ejemplo, de mayores tipos de interés necesarios para controlar la inflación subyacente, puede poner estas valoraciones en muy serio riesgo. En ese sentido, por decirlo de manera coloquial, dada la incertidumbre actual con respecto a los tipos, invertir en renta variable no es tirar a balón parado. De hecho, el riesgo de ver una cierta corrección es razonablemente elevado, en el corto plazo. Naturalmente, siempre puede ocurrir un shock inesperado que altere, para bien, este discurso. Un final inesperado del conflicto en Ucrania, por ejemplo. Pero, por su indeterminación, es extremadamente difícil contemplar estas variables en la ecuación general.
No querríamos terminar sin hacer referencia a dos sectores concretos. El primero es el sector financiero. Al contrario que los sectores ligados a consumo, los tipos de interés razonablemente altos favorecen notablemente el negocio bancario. De hecho, son un estupendo viento de cola. Es cierto que, llegados a cierto punto, pueden resultar distorsionadores, como hemos comprobado con la minicrisis bancaria en EE.UU. Y, lógicamente, en caso de depresión económica, la morosidad se incrementa, lo que afecta a las cuentas de resultados de las entidades. Pero en este año y el pasado, el sector financiero ha resultado ganador del entorno macro, gracias a estos tipos más elevados, lo que, por cierto, no solo rompe una tendencia de más de una década, sino que puede tener continuidad a futuro.
El segundo sector, es la tecnología. En este caso, al contrario que la banca, los tipos altos le perjudican notablemente. Pero los tipos terminarán bajando…Y en un mero análisis por descuento de flujos, a tipos más bajos, la valoración de este sector se verá beneficiada. De hecho, esto ya está ocurriendo con las grandes tecnológicas en EE.UU. Por tanto, es muy probable que la tecnología vuelva a ser “top”, a no mucho tardar, dentro de las carteras de inversión. En todo caso, mucha prudencia. Antes de esto, debemos determinar cómo evolucionará el ciclo. Y, en ese sentido, máxima atención a los bancos centrales, que están a punto de hablar.
Pedro del Pozo, director de Inversiones Financieras de Mutualidad de la Abogacía.
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