La cesta de la compra no da tregua
La crisis energética y los efectos del clima son algunas de las principales causas del aumento del precio de los alimentos
Hacer la compra se ha convertido en un ejercicio de resistencia para el bolsillo de los españoles. Aunque los datos hablan de una moderación en la subida de los precios de los alimentos, e incluso de bajadas en algunos, es necesario preguntarnos por las razones que explican que los precios de tantos productos básicos como la leche, la carne o el aceite hayan aumentado en estos últimos años.
Antes de comenzar, apuntar dos ideas. Primero, resulta complejo explicar al ciudadano que muchos eventos son inevitables, están fuera de nuestro control y son imposibles de rechazar dadas las capacidades de las que disponemos. No obstante, hay que hacerlo y de ahí en parte la intención de esta columna. Segundo, que algunos debates surgidos a raíz de esta subida de precios se han caracterizado por plantear argumentos basados en medias verdades o, directamente, en mentiras evidentes. Por estas razones es importante definir la pedagogía necesaria a la hora de transmitir explicaciones y no escatimar esfuerzos en trasladar a la opinión pública el porqué de aquellas cosas que nos afectan tan directamente.
Dicho esto, ¿qué podemos decir a partir de los datos? Lo primero que hay que comentar es lo más evidente y relevante: desde enero de 2021, el aumento acumulado en el precio de los alimentos ha contribuido en más de un 6% al índice general de precios al consumo (IPC), cuyo aumento para el mismo periodo fue de algo más del 18%.
En cuanto a los diferentes productos, aunque hay diferencias, en casi todos observamos un significativo crecimiento. Por ejemplo, podemos señalar a los lácteos como uno de los grandes protagonistas de esta subida. La leche, el queso y otros derivados cuestan hoy un 34% más que en enero de 2021. Mientras, por esta subida de los precios de la leche, la mantequilla ha alcanzado durante 2024 precios nunca vistos (un 50% más que a inicios de 2021).
En lo que respecta a la carne, también se ha encarecido. El cordero, por ejemplo, ha subido un 8,3% en el último año. La carne de vaca lo ha hecho en un 5%, aunque algunos cortes han aumentado entre un 10% y un 13%.
En el caso del aceite, especialmente el de oliva, este se ha convertido en un producto casi de lujo. Los precios llegaron a subir un 7,5% en solo un mes, alcanzando niveles nunca conocidos. Muchas familias optaron por alternativas más económicas o redujeron su consumo, algo impensable hace unos años en un país donde el aceite de oliva es parte fundamental de nuestra dieta mediterránea.
Pero esta no es la única cuestión que quiero trasladar en esta columna. Lo interesante es conocer las razones por las que esto ha ocurrido, y es lo que trataré de explicar a continuación. No hay una sola razón para estos aumentos, pero muchas están interconectadas y otras llegaron en el peor momento.
En primer lugar, tenemos que hablar del aumento de los costes de producción. Producir alimentos es ahora más caro a nivel global que hace tres años. Los agricultores y ganaderos pagan más por los fertilizantes, por el pienso o por la energía. La razón principal de este aumento de costes descansa sobre el aumento de los precios energéticos, en particular la del gas (también componente fundamental de fertilizantes), y de los cereales, todo causado por la guerra de Ucrania.
Pero la crisis energética además impactó en un elemento clave de los costes de producción: el transporte. Llevar los alimentos del campo a nuestra mesa cuesta más que antes, sin olvidarnos del transporte marítimo. Aunque ya no estamos en los niveles extremos de 2021 y 2022, mover mercancías sigue siendo más caro que antes de 2020.
Los efectos del clima también han dejado su huella en los precios. La sequía de 2023 fue especialmente dura para el campo español. Menos agua significó menor producción y, por tanto, precios más altos, así como mayores costes en la ganadería, ya que la falta de pastos obligó a comprar más pienso, ya encarecido por la guerra.
Además, la cabaña ganadera española se ha reducido significativamente, así como en otros países, dado el aumento de costes y la caída de rentabilidad de no pocas explotaciones. En el caso del ovino y caprino, la producción cayó un 11,7% en 2023. Menos animales significan menos carne y, por tanto, precios más altos.
Pero tampoco debemos olvidar del efecto de la sequía en el precio del aceite de oliva, o de eventos que afectaron al cacao, al azúcar o a la carne de cordero. Todos ellos experimentaron golpes climáticos que afectaron a la producción y con ello a los precios.
¿Es posible volver a los precios de antes? En mi opinión, no sería posible, aunque no podemos descartar una reducción si los principales factores que impulsaron la subida se retirasen. Mientras, ha habido ajustes en costes de bienes y servicios que sufren de histéresis y que evitarían una corrección a niveles previos a 2021. Los salarios también se han ido ajustando, lo que impediría una bajada de precios a niveles previos porque no cubrirían costes. Lo más probable es que nos encontremos ante una nueva normalidad, donde algunos alimentos mantengan precios más altos, otros se ajusten mientras los salarios recuperan nominalmente parte del espacio perdido.
La buena noticia es que algunos productos, como los cereales y el azúcar, muestran tendencias a la baja. Los cereales han bajado un 8% en el último año, lo que podría ayudar a contener los precios del pan y otros productos derivados. El azúcar también ha experimentado una caída significativa del 21,7%. Del aceite se espera una corrección en 2025, ya iniciada, pues desde máximos en abril de este pasado año ya cayó un 16%, y que se espera continúe si se materializa la buena producción de la campaña que ahora finaliza.
Mientras tanto, los consumidores nos adaptamos: comparamos más precios, aprovechamos ofertas y modificamos nuestros hábitos de consumo. La clave está en mantenerse informado y hacer una compra inteligente, sin renunciar a una alimentación saludable.