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El decrecimiento: ¿encoger la economía para salvar el planeta?

Un encuentro organizado por diputados del Parlamento Europeo ha reavivado la discusión sobre si la única manera de combatir la crisis climática es reducir el consumo y cambiar el modelo económico actual para enfocarlo en la sostenibilidad

En el muro se lee "El único crecimiento sostenible es el decrecimiento"
En el muro se lee "El único crecimiento sostenible es el decrecimiento"Paul Sableman vía Flickr/Creative Commons
Luis Alberto Peralta

La crisis climática es un tema de preocupación para todos (o casi todos) los Gobiernos del mundo. En Europa, donde la temperatura se sitúa 2,2 grados por encima del promedio preindustrial, los países se han comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 55% para 2030 y a lograr la neutralidad climática para 2050. Sin embargo, hay quienes piensan que las políticas actuales no bastan para combatir el calentamiento global. Este es el caso del decrecentismo y el poscrecentismo, dos movimientos ideológicos que están ganando fuerza y que argumentan que se debe cambiar el sistema económico para tener como centro la sostenibilidad y no el crecimiento, incluso si esto implica reducir las economías actuales.

En mayo de este año se llevó a cabo una conferencia en el Parlamento Europeo para discutir este enfoque. El encuentro, llamado Beyond Growth 2023, fue organizado por 20 dipu­tados europeos de cinco grupos políticos diferentes, con el apoyo de la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola. Asimismo, contaron con el apoyo de más de 60 organizaciones asociadas de Europa y el mundo.

“El crecimiento económico trajo prosperidad generalizada en la era de la posguerra. Contribuyó a elevar el nivel de vida, reducir la pobreza y aumentar los ingresos fiscales para financiar políticas públicas. Sin embargo, el enfoque en el crecimiento ha sido criticado cada vez más por pasar por alto los impactos sociales y ambientales negativos. El debate sobre ir más allá del crecimiento tiene como objetivo orientar la formulación de políticas hacia múltiples objetivos económicos, sociales y ambientales, en lugar de tratar el crecimiento como un fin en sí mismo”, expresa un documento oficial del Parlamento Europeo sobre el debate de la conferencia.

Los organizadores del evento afirman que, si bien en parte el debate se centra en los indicadores de progreso (como por ejemplo el PIB), otras ideas exploran las opciones para nuevas narrativas económicas en torno al crecimiento y, finalmente, en provocar un cambio sistémico y una “transformación fundamental”.

Durante la conferencia se discutieron varios enfoques sobre el crecimiento. Algunos de ellos fueron el crecimiento verde e inclusivo, el poscrecimiento y el decrecimiento. También se exploraron “marcos alternativos”, como la “economía de la rosquilla” (un modelo que busca satisfacer las necesidades básicas del ser humano sin “exprimir” los recursos limitados del planeta), así como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para “incluir objetivos multidimensionales en la formulación de políticas”, según indican los participantes.

Por su parte, la UE ha presentado una serie de iniciativas políticas en este foro que apoyan el crecimiento verde e inclusivo, como el reciente Pacto Verde Europeo y el Pilar Europeo de Derechos Sociales. Estos han sido acompañados de indicadores sociales y ambientales que se utilizan cada vez más en las evaluaciones de la legislación, la previsión e incluso el ciclo de la gobernanza económica.

Cuestionar el modelo

La mayoría de las teorías económicas, sin importar su alineación ideológica, perciben el crecimiento como algo bueno. Esto se sustenta, por ejemplo, en que, conforme la población crece, la economía tiene que crecer para poder seguir distribuyendo bienes entre la población y satisfaciendo sus necesidades. Los decrecentistas y poscrecentistas, en cambio, opinan que esto no necesariamente debe ser la prioridad, y descartan incluso las visiones más ambientalistas del sistema actual.

“Los partidarios del decrecimiento argumentan que el crecimiento en sí mismo es un problema”, resaltan los organizadores de la conferencia. “Cuestionan la sostenibilidad a largo plazo de las soluciones propuestas bajo el crecimiento verde debido a las capacidades regenerativas limitadas del ecosistema y los límites planetarios. Además, se considera que el diseño del propio sistema económico se basa en la explotación social y las desigualdades. Por lo tanto, una economía de estado estacionario o en contracción se ve como una solución a los límites ambientales y los problemas sociales. Según este punto de vista, se necesita una reforma estructural más profunda”, añaden los organizadores.

Por otra parte, aseguran que las posibles opciones de política incluyen detener la extracción y el con­sumo de combustibles ­fósiles, límites a la publicidad, un enfoque en las prácticas comunitarias y el uso compartido de bienes, reducción del tiempo de trabajo e ingreso básico universal.

Del otro lado, los partidarios del llamado poscrecimiento proponen cambios más moderados. Entre ellos, sugieren alejarse del enfoque en el crecimiento, pero no de forma tan drástica y solo en algunos campos. “No significa necesariamente abandonar el crecimiento como objetivo de política, pero tampoco significa confiar en él. Se trata de cambiar la composición y la estructura de la actividad económica para lograr los múltiples objetivos de una visión más completa del progreso económico y social”, afirman.

En esta línea, los poscrecentistas opinan que las soluciones que ofrece el crecimiento verde e inclusivo son demasiado graduales, o que actúan solo a posteriori para remediar ciertos problemas. No obstante, aclaran que el decrecimiento les parece poco realista. “Los partidarios del poscrecimiento creen que la economía debe diseñarse de manera que logre objetivos ambientales y sociales, ya sea que esto vaya acompañado de crecimiento económico o no”.

Algunas de las posibles políticas que proponen son “abordar con decisión” la degradación ambiental y las desigualdades sociales, mejorar el bienestar y garantizar la estabilidad económica, explican los organizadores del foro.

Entre los partidarios de este punto de vista se encuentran los científicos Jason Hickel y Giorgos Kallis, del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB), que en diciembre de 2022 hicieron una serie de recomendaciones que permitirían a los Gobiernos “estabilizar la economía en una transición poscrecimiento, incluyendo servicios públicos universales como salud, educación y vivienda, entre otros, así como garantía de empleo, reducción de jornada y una distribución más justa del ingreso”.

Simpatizantes

Carlos García Paret, coordinador de incidencia política de Greenpeace España, indica que miembros de su organización asistieron a esta conferencia, pero que no participaron de la organización ni de las discusiones que se dieron.

En este contexto, García Paret dice que están de acuerdo en muchos puntos con los partidarios del decrecimiento, sobre todo en aquellos que critican que el sistema pase por alto el bienestar del planeta y de sus habitantes: “El modelo económico dominante tiene muchos fallos y seguimos a quienes proponen alternativas. Nosotros no somos decrecentistas. Huimos de las etiquetas porque no pensamos que hay una solución única. No es lo mismo responder a los problemas de Europa que a los del sur global y no hay una bala de plata para responder a los problemas sociales. Sin embargo, nos parece que el decrecimiento plantea buenas preguntas y líneas de investigación que valen la pena escuchar”, explica.

A este respecto, García Paret responde a CincoDías que su principal punto de coincidencia con los decrecentistas es que están de acuerdo en que el sistema económico actual contribuye y potencia el cambio climático y que, además, promueve la desigualdad. “¿Cuál es el papel de la economía? Nosotros cuestionamos que el crecimiento económico por sí mismo en todos los sectores y constantemente sea un buen objetivo central. Pensamos que hay que reposicionarnos y enfocarnos en la prosperidad compartida entre los países. Por otra parte está la economía de los cuidados. Con la pandemia nos hemos dado cuenta de que la salud de las personas y los ecosistemas son centrales para que todo funcione en la sociedad”, arguye.

El economista de Greenpeace declara que también coinciden en que el PIB no puede ser el único indicador para medir la prosperidad, y en que los oligopolios son un factor que debe ser cuestionado. “En el mundo de la energía es muy claro. Las mayores energéticas están bloqueando el autoconsumo colectivo. Estas corporaciones no dejan que haya pequeñas empresas o cooperativas que serían más beneficiosas para la ciudadanía”, explica García Paret. Sin embargo, aclara que piensa que las ideas del decrecentismo todavía no tienen suficiente sustento como para tomarlas como bandera, aunque añade que valoran que ese tipo de ideas contribuyan al debate.

Crítica

El cuestionamiento de las ideas del decrecimiento ha venido de todas partes, ­incluso desde dentro de sus líneas, movilizando seguidores hacia versiones más moderadas como el poscrecentismo. Entre los argumentos más frecuentes se encuentran su posible ­impacto en las economías más necesitadas del planeta y la posibilidad de que encoger o reducir la economía pueda incrementar la pobreza.

El mismo Bill Gates llamó en 2022 “poco realistas” a los decrecentistas, enfatizando en que pedirle a la gente que consuma menos por el bien del clima es una batalla perdida. Durante una conferencia organizada por Bloomberg, el multimillonario destacó que, en su opinión, solo la inversión en innovación y la tecnología podrían detener el cambio climático.

José Miguel Mulet, catedrático de Biotecnología de la Universitat de València, es uno de los expertos que más duramente critica esta corriente. “Sobre el papel está muy bien, el problema es cómo lo aplicas. ¿Cómo decides quién tiene acceso a los recursos y quién no? En general, siempre es gente rica diciéndole a la gente pobre qué tiene que hacer”, responde el catedrático a este periódico.

Mulet asevera que es la tecnología lo que nos ayuda a encontrar nuevos recursos y a aprovecharlos de manera más eficiente. En este sentido, señala que la solución a los problemas actuales tiene que ser abordada desde la innovación y no desde la restricción o el encogimiento de la economía. “El petróleo es un recurso limitado del que dependemos. Con la tecnología seguramente encontraremos nuevas soluciones y ya no lo necesitaremos. Pero si tu política es básicamente prohibir, el problema es que habrá gente que se morirá de frío en invierno, sobre todo la gente pobre”, sentencia el catedrático.

Mulet critica que esta corriente no da alternativas para sustituir de forma eficiente el modelo actual: “Desde Europa se le está diciendo a China o a India, que ahora son clase media, que no coman carne o que no usen el coche cuando eso fue lo que hicimos nosotros en la posguerra. Le decimos a Brasil o Indonesia que protejan sus bosques, cuando nosotros talamos todos nuestros bosques. Aquí hay un punto de racismo o de neocolonialismo”.

El experto en biotecnología, no obstante, piensa que el decrecentismo contribuye a concienciar sobre el ahorro y la protección del medio ambiente. “El problema es que tiene un fuerte componente tecnofóbico. Ellos dicen que lo que hay que hacer es dejar de consumir y dejar de utilizar. En muchos casos hablan de un enfoque neorrural, de volver al campo. La sostenibilidad puede basarse en la optimización. Lo que hay que buscar no es utilizar menos, sino utilizar de mejor manera para que las cosas duren más”, concluye Mulet.


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