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Europa acelera el desarrollo del euro digital ante la amenaza cripto de EE UU

Philip Lane, miembro del comité ejecutivo del BCE, considera que su adopción es un imperativo. La difusión de las ‘stablecoins’ ligadas al dólar y respaldadas por Donald Trump pone en jaque la autonomía estratégica y la estabilidad financiera de la zona euro

Comisión Europea en Bruselas

En un tablero mundial trastocado por la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, Europa quema etapas para resituarse y blindar su autonomía en términos económicos, financieros y estratégicos, acelerando iniciativas que llevaban años o décadas inmersas en el proceso político y legislativo comunitario. La creación de un mercado común de capitales, la reforma del sector energético, el aumento del gasto y la consecución de una defensa común han dejado de ser solo importantes para convertirse, también, en urgentes. Bajo esta misma necesidad de reducir la independencia de EE UU, Europa aprieta el paso para crear el euro digital.

En el Despacho Oval se sienta un criptobro, y los activos digitales son uno de los ejes de su política. La apuesta de Donald Trump por estas monedas privadas, y en particular por las stablecoins (monedas estables) ligadas al dólar, ha sorprendido con la guardia baja a la Unión, que apresura ahora los trabajos para desarrollar un dinero digital estable, controlado por el banco central y pensado para pagos entre personas, en comercios y empresas. Los objetivos son múltiples: limitar la dependencia de sistemas de pago extranjeros, tener una alternativa a estos activos emergentes y evitar que logren afianzarse como medio de pago en la zona euro, para proteger la estabilidad financiera de la región.

La orden ejecutiva de Trump del pasado 23 de enero dejaba negro sobre blanco sus intenciones: promover las criptomonedas referenciadas al dólar. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, incidió en la criptocumbre celebrada en la Casa Blanca en que el gobierno las utilizará para asegurar que el dólar permanezca como principal moneda de reserva mundial. Aunque esta modalidad de criptos se usa como refugio, o para generar rendimientos, también tienen utilidad en transferencias internacionales; son baratas e instantáneas, y son vistas como un medio de pago alternativo. Ante estos mensajes, en la última reunión del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde fue tajante. “El euro digital es de vital importancia y ahora parece más relevante y necesario que nunca”.

El debate se ha intensificado en las últimas semanas, y este jueves el euro digital se ha hecho un hueco en la cumbre de jefes de gobierno de la zona euro: “En un mundo más fragmentado y digital, acelerar el progreso de un euro digital es clave para respaldar un sistema de pagos europeo competitivo y resiliente, contribuir a la seguridad económica de Europa y reforzar el papel internacional del euro”, se lee en el comunicado. Pocas horas antes, Philip Lane, miembro del comité ejecutivo del BCE, incidía en una conferencia en que su adopción es un imperativo para el BCE, en un contexto en el que las stablecoins son capaces de crear un ecosistema monetario fuera del alcance de los bancos centrales.

Philip R. Lane, en Londres en 2024.

En un escenario de adopción masiva de estos activos, el economista advierte de que el dinero emitido por el banco central desempeñaría un papel reducido en el sistema de pagos: por ejemplo, si hogares y empresas usaran stablecoins en lugar de dinero tradicional para sus transacciones diarias y tuvieran su dinero en cuentas de monedas estables, y usaran los bancos solo para mover sus fondos dentro y fuera de estas cuentas. Una reducción en el volumen de depósitos en bancos comerciales afectaría su papel en la provisión de crédito y aumentaría el coste de financiación. Por otro lado, si las stablecoins ligadas al dólar ganaran terreno en la zona euro, el sistema de pagos doméstico podría quedar anclado a los billetes verdes, socavando la soberanía monetaria, según el economista.

El apoyo directo de Trump hacia estos activos hace que el peor escenario no sea del todo imaginario. Aunque hoy las monedas estables no se emplean como un medio de pago cotidiano, esto podría cambiar. PayPal anunció recientemente que pretende ofrecer su stablecoin PYUSD para que sus más de 20 millones de pequeños y medianos comerciantes paguen a sus proveedores.

Así, ya en la reunión del eurogrupo de mediados de marzo, Pierre Gramegna, director general del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), lo dejó patente: “Lo que está en juego es la soberanía europea”, espetó. “El MEDE respalda la urgencia del BCE en hacer realidad el euro digital para proteger la autonomía estratégica del euro. Es más necesario que nunca”, agregó, consciente de la relevancia que pueden asumir las stablecoins en los sistemas de pago mundiales. Paschal Donohoe, ministro de Finanzas de Irlanda y presidente del Eurogrupo, dijo que en un mercado global las decisiones políticas en otras jurisdicciones pueden tener consecuencias importantes en Europa. “Estas discusiones están vinculadas a nuestra propia autonomía y a la resiliencia de nuestras monedas”.

La historia se repite. El euro digital no surgió de la nada. Fue una respuesta que las autoridades europeas dieron a Facebook cuando anunció su intención de lanzar libra, una criptomoneda que pretendía facilitar el intercambio de dinero transfronterizo y en los países en desarrollo. La idea era que Asociación Libra, la autoridad central creada por Facebook y otras empresas, emitiera una moneda y guardara el dinero recibido a cambio en su reserva, conformada por efectivo o depósitos bancarios y activos de inversión de bajo riesgo. El anuncio encendió todas las alarmas en la cúpula de la Unión: una organización privada sería capaz de almacenar un gran poder monetario gracias a su base de usuarios y tendría una gran influencia sobre el sistema financiero.

La máxima autoridad monetaria del Viejo Continente realizó un estudio en 2020 con simulaciones y, en el más extremo de todos los escenarios, calculaba que el proyecto liderado por Zuckerberg podría llegar a “gestionar” hasta tres billones de euros. Los temores por la estabilidad financiera de la zona euro se volvieron cada vez más acuciantes. Ignacio Terol Rodriguez, asesor senior de la unidad de estrategia del euro digital, reconoce que libra llevó a los bancos centrales del G7 a pensar en su soberanía monetaria. “El punto de partida es que Facebook tenía más usuarios que nuestra propia población en la UE y las economías de escala asociadas se percibían como una potencial amenaza al principio de soberanía monetaria”.

Los reguladores hicieron de todo para conjurar el riesgo de que esta stablecoin primigenia se convirtiera en un medio de pago masivo hasta el punto de que las autoridades monetarias pudieran perder el control de la base monetaria, es decir, los billetes y monedas en circulación, y las reservas bancarias. Un entorno en el que tendrían menor capacidad de desarrollar sus políticas monetarias, pues las bajadas o subidas de tipos tendrían menos efecto en el coste y la disponibilidad del dinero en la economía. Pero ahora una nueva amenaza llega del otro lado del Atlántico y el desarrollo del euro digital avanza a pasos extremadamente lentos.

Independencia de EE UU

La digitalización no solo ha conllevado nuevas formas de pago, sino también ha acelerado la caída del uso del dinero en efectivo, otra motivación detrás del desarrollo del euro digital. “El efectivo no es suficiente para garantizar los pagos básicos en áreas como el comercio electrónico. Existen otras maneras de pagar de forma digital, pero no son públicas y esto tiene implicaciones, no son gratuitas ni universales”, afirma José Manuel Marqués, director del Departamento de Innovación Financiera e Infraestructuras de Mercado del Banco de España. El euro digital complementaría (sin sustituir) los billetes y todos podrían disponer de ello gratuitamente.

“Hay formas de procesar pagos digitales en Europa, como las tarjetas de crédito, pero tienen una posición monopolista. Pueden establecer cuáles son los costes para hacer los pagos, emitir la tarjeta, cuánto cobran al comercio. Nos preocupa y queremos que haya más competencia”, afirma Marqués. En un contexto geopolítico incierto, lo que se quiere lograr es la soberanía europea en los sistemas de pago y reducir la dependencia actual de otros países, como EE UU. “La digitalización aumenta y la dependencia de proveedores no europeos como Visa y Mastercard también. A esto se suman los proveedores tecnológicos como Apple o Google, que con sus monederos digitales prácticamente no tienen competencia”, detalla. El 69% de los pagos en comercios físicos se lleva a cabo con Visa o Mastercard, según el BCE.

Terol considera que la zona euro está “alquilando” los medios de pago: “Todo lo que es vivir de alquiler para una necesidad básica, como la seguridad del poder pagar cada día, es más arriesgado en un contexto de cambios geopolíticos. La resiliencia es necesaria para servicios que sostienen el comercio y la economía de la UE”. Lo que ha cambiado para Terol es la percepción del riesgo, y hace una similitud con la compra del gas desde Rusia: si antes de 2022 era una ventaja competitiva, después se vio como una dependencia demasiado grande.

Esta dependencia no supone solo una amenaza a la autonomía estratégica de la UE sino un coste para los comercios. Por comprar con tarjetas de débito (excluidas las de crédito) no europeas, los comerciantes de la eurozona pagan anualmente entre 3.000 y 4.000 millones de euros; los más pequeños pagan tres o cuatro veces más que los grandes. “Con el euro digital los bancos dan el servicio y la regulación establece límites a lo que les tienen que pagar los comercios. Una aceptación generalizada del euro digital da a los comercios más posibilidades de negociación para aceptar los medios de pago privados más competitivos, porque tendrían más alternativas”, detalla. Evitar la fragmentación de los medios de pago, garantizar la soberanía monetaria, la competencia y la resiliencia del euro son otras de las motivaciones detrás del proyecto.

En octubre de este año termina la fase de preparación y las instituciones deberán decidir si pasar a la siguiente fase y seguir con el desarrollo del proyecto. En el BCE domina la convicción de que el euro digital se va a llevar a cabo, pero busca el consenso de los legisladores, una pieza fundamental para que el proyecto vea luz. De hecho, si bien el banco central ha avanzado en el desarrollo de los aspectos técnicos, falta todavía el marco normativo, necesario para la realización del proyecto, aseguran fuentes del Tesoro. Nadie se atreve a poner fecha: la Comisión Europea propuso el reglamento en junio de 2023 y está siendo examinado por el Parlamento Europeo y por el Consejo de la UE.

Desde la institución aseguran que el Consejo no ha adoptado su mandato (la posición para negociar con el Parlamento), y el Parlamento tampoco. Una vez que ambas instituciones los aprueben, tendrán que negociarlos en trilogos y adoptar oficialmente las propuestas. Desde el organismo explican que este proceso implica en ocasiones meses de trabajo, ya que los textos legislativos se tienen que traducir a las lenguas oficiales de la UE por juristas lingüistas.



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