Un año bueno para el empleo que finaliza con señales de alerta
La resistencia del mercado laboral español se ha puesto a prueba en un 2022 en el que la espiral inflacionista, el conflicto bélico en Ucrania, el desabastecimiento energético y otros signos de incertidumbre han comenzado a ensombrecer el desempeño de unas economías europeas apenas recién salidas del túnel de la pandemia. Según los datos oficiales del los ministerios de Seguridad Social y Trabajo, España terminó el año con casi medio millón de afiliados más hasta alcanzar un récord de 20,3 millones de ocupados registrados y un descenso del desempleo que deja el total de parados registrados en 2,8 millones, el nivel más bajo desde 2007. Por sectores, la información y las telecomunicaciones han encabezado la creación de puestos de trabajo, con un crecimiento del 9,3% en las contrataciones, así como la hostelería, que continuó recuperando el terreno perdido durante la crisis del coronavirus, con un balance de 7,2% de ocupados más.
El Gobierno descartó ayer que existan señales de desaceleración en el mercado de trabajo e insistió en que se trata de la variable macro que “mejor funciona”, lo cual con el balance del año sobre la mesa es cierto. Pero el ejercicio ha terminado con un mes de diciembre cuyo ritmo de creación de empleo sigue bajando, como lo ha hecho a lo largo de todo 2022, aunque de momento todavía no lo hace de un modo drástico. Aunque el final del año es tradicionalmente un buen mes para el empleo, por el fuerte empuje de las compras en la campaña de Navidad, el pasado diciembre ha registrado una afiliación por debajo de la media de los últimos ejercicios y ha roto, en términos de empleo desestacionalizado, con 19 meses consecutivos de aumento en número de afiliados.
Esas cifras reflejan el progresivo y previsible ralentizamiento de una economía española que comienza a acusar los efectos de una crisis inflacionista que se está haciendo sentir ya en los hogares, especialmente en la cesta de la compra, y que comienza a reflejarse poco a poco también en el consumo de las familias y en las previsiones de contratación de las empresas. La economía de la zona euro afronta un 2023 que no va a ser fácil, fuertemente ensombrecido por la incertidumbre, condicionado por la inflación y con previsiones que advierten de una posible recesión técnica en la primera parte del año. Frente a ese horizonte, que acabará lastrando el empleo, el buen comportamiento del mercado laboral a lo largo de este 2022 y la flexibilidad de las nuevas fórmulas contractuales son las herramientas con las que España deberá afrontar los retos del nuevo año.
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