Alemania rica, Alemania pobre: llega el sueldo ciudadano
La oposición lo critica porque considera que desincentiva el trabajo. Para La Izquierda, los sindicatos y las asociaciones sociales, no protege de la pobreza
Para recibir el sueldo ciudadano en Alemania hay que ser pobre y no tener trabajo. Hasta ahora el límite de patrimonio permitido para acceder a la prestación económica llamada Hartz IV, que aúna subsidio de desempleo y asistencia social, era de 150 euros por año de vida. Es decir, un hombre de 30 años podía disponer de un patrimonio de 4.500 euros y, uno de 60 años, unos 9.000. Pero el sueldo social tenía un límite: quien tuviera un patrimonio superior a los 10.050 euros no podía acceder a la ayuda estatal. A partir del próximo 1 de enero, el subsidio Hartz IV será historia porque el Gobierno tripartito de Olaf Scholz ha reformado la ley con el fin de incrementar la ayuda económica a personas en paro y con recursos límitados y motivar a los desempleados de larga duración a formarse y reciclarse. El Estado financiará, por ejemplo, su formación profesional. La nueva ley mantiene la posibilidad de sancionar a los perceptores del Bürgergeld (sueldo ciudadano); por ejemplo, por no acudir a las citas del Jobcenter, la agencia de colocación estatal, o por no aceptar sus ofertas de trabajo, pero se sube el límite de patrimonio (a 40.000 euros) del que se puede disponer para acceder al nuevo recurso social. La idea del Gobierno rojiverde y liberal es “crear un Estado más justo y moderno” y preparar mejor a los parados para encontrar trabajo.
¿Es Alemania más social tras un año del socialdemócrata Scholz en la Cancillería? La reforma se ha aprobado con la mayoría del Bundestag y el Bundesrat; por lo que necesitaba el visto bueno de los partidos democristiano (CDU) y socialcristiano (CSU), en la oposición. El resultado es un acuerdo que reduce las expectativas del proyecto inicial del Gobierno, pero mejora las oportunidades de la población menos cualificada. Un total de 3,7 millones de alemanes viven de la ayuda social porque no tienen trabajo y apenas patrimonio. Y dos terceras partes de ellos no tienen formación o no la han concluido.
La polarización social es grave y los expertos como Marcel Fratzscher, presidente del instituto de investigación económica DIW, advierten de que el modelo económico alemán solo tendrá futuro cuando se reestablezca el equilibrio. Fratzscher, quien también asesora al ministerio de Economía, advierte de que la pobreza, que se ha agravado los últimos 20 años, aumentará en Alemania por la crisis actual. La inflación resulta profundamente antisocial, porque afecta más a los pobres; pero, además, lo especial de la crisis actual es que impacta también en la clase media. En Alemania el 17% de la población dispone menos del 60% del sueldo mediano (no medio). A la clase media pertenece el 40% de la población. Y luego está la población que no tiene nada. “Es un problema muy alemán: el 40% de la población no tiene ni patrimonio ni ahorros. Por lo que no pueden pagar con sus ingresos los costes adicionales de la inflación.” El error, según el profesor de macroeconomía berlinés, es que “mucha población pone su destino en las manos del Estado social, pero en esta crisis con esa actitud no se llega muy lejos.”
El giro social que representa el sueldo ciudadano se ha dado con el apoyo de los liberales, quienes defienden el acuerdo alcanzado porque “apuesta por más cultura del esfuerzo y, al mismo tiempo, genera más posibilidades de ascender socialmente independientemente del origen social”, según Johannes Vogel, vicepresidente del FDP. No obstante, el debate político de las últimas semanas ha girado en torno a la pregunta: ¿Vale todavía la pena trabajar en Alemania? Ha sido una disputa muy emocional, aunque la situación de hoy es muy diferente a la de 2005, cuando el entonces canciller socialdemócrata Gerhard Schröder introdujo la ley Hartz VI para reformar el servicio público de empleo y el mercado laboral. Había 5 millones de parados y el Gobierno viró para incentivar la búsqueda de trabajo y desmotivar a quienes pretendían vivir a costa del Estado. “En nuestra sociedad no existe el derecho a ser vago“, declaró Schröder en 2001.
Hoy en Alemania el desempleo asciende al 5,4% . Por otro lado, la economía demanda mano de obra cualificada y no siempre la encuentra. Luego están los baby boomers, la generación nacida entre 1946 y 1964, que se han jubilado o van a hacerlo. En septiembre se registraron 873.000 puestos sin cubrir porque no se encontró el personal adecuado. La nueva ley supone una oportunidad para formar estratégicamente a los perceptores del sueldo ciudadano para que accedan a trabajos con perspectivas de futuro.
El principio del Gobierno es exigir motivando. Según la Agencia de Trabajo, solo el 3% se niega a asumir los empleos ofrecidos. Con la nueva ley, las sanciones se mantienen desde el primer día que se percibe la prestación de 502 euros. Es decir, se seguirá recortando la ayuda hasta un 30% cuando el desempleado no acuda a las citas o rechace los planes previstos por las oficinas de empleo, como los cursos formativos para reciclarse u obtener títulos profesionales. Asimismo, se sube el máximo de patrimonio del que se puede disponer para acceder a la ayuda, pero la Administración controlará (a los doce meses de percibir el sueldo) que la vivienda de alquiler sea adecuada y no sobrepase determinados criterios como tamaño y precio. Se trata de que los ciudadanos que, tras perder su puesto, estén buscando un nuevo trabajo no tengan que abandonar inmediatamente su vivienda para responder a las restricciones de la administración. Eso sí, en caso de engañar con datos falsos, se les reclamará que devuelvan el dinero.
La oposición ha criticado mucho el sueldo ciudadano por considerar que desincentiva y desmotiva a quienes trabajan en el sector de baja remuneración, donde 6 millones de trabajadores ganan 12 euros la hora. En Alemania mucha gente gana poco porque trabaja a tiempo parcial o en minijobs de hasta 520 euros mensales. ¿Protege el sueldo ciudadano de la pobreza? No, dicen el partido de La Izquierda, los sindicatos y las asociaciones sociales. Por ejemplo, uno de cada cuatro jóvenes menores de 25 años es pobre, según las organizaciones católicas. Y la epidemia y la inflación han empeorado su situación. No obstante, no se espera que la actual recesión afecte al empleo. La situación económica es difícil, pero el mercado laboral alemán resiste; lo que repercute positivamente en el consumo privado. La industria no invierte todavía porque espera a que pase este invierno para verlo algo más claro. También la demanda de bienes industriales está marcada por la inseguridad y la debilidad de la economía global. Pero Alemania no sería Alemania sin su empuje industrial. Los grandes consorcios alemanes brillan incluso en la situación actual. De hecho, la opinión en noviembre de la economía alemana mejoró en varios puntos porcentuales respecto a octubre. La recesión no es tan grave como lo previsto para este otoño.
Lidia Conde es analista de política y economía alemana