Tamara y la transformación de los medios de comunicación
La gestión de su crisis muestra que las redes sociales necesitan a los medios tradicionales y que la intermediación de los periodistas sigue siendo clave
La ruptura de Tamara Falcó con Íñigo Onieva ha dado la vuelta al mundo. El caso viene aquí por las interesantes lecciones que deja su gestión de los medios de comunicación. En siete trepidantes días, la hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó, pasó de anunciar su boda en Instagram a contar con detalle la ruptura de su compromiso en El Hormiguero, el programa líder en audiencia de la televisión en abierto en prime time. Mientras, su exnovio sigue desaparecido.
El manejo mediático que Tamara Falcó, Isabel Preysler (su madre) y otras personas de su entorno personal y profesional han realizado durante esta semana permite llegar a dos grandes conclusiones que están enlazadas. La primera es que la interacción directa entre emisor y receptor que proporcionan las redes sociales no suple la intermediación del periodista. Y, la segunda, que las redes sociales van a coexistir mucho tiempo con los medios de comunicación tradicionales, pese a que se les daba por muertos. Ambos se necesitan.
Aparentemente, hay un caso sencillo. Una víctima, Tamara “la despechada”; y un verdugo, Onieva “el infiel y mentiroso”. La Marquesa de Griñón podía haberse enclaustrado esperando a que el empresario construyera un relato sobre que “la noche me confunde”, que incluso podían haber pactado, o elegir el silencio.
Sin embargo, Tamara Falcó, cuyo trabajo, como el de su madre, pasa por prestar su imagen a diferentes marcas, no podía salir de esta relación como la marquesa dócil a la que tomaba el pelo un empresario de discotecas. Esa imagen no es un buen reclamo. Quizás por eso, decidió coger la parte por el todo (los cuernos por el toro) y lanzarse a los medios a contar urbe et orbi su propio relato.
La Marquesa de Griñón lleva años manejando de manera eficiente y muy rentable una combinación de estilo directo y desenfadado en diferentes soportes. Suma 1,4 millones de seguidores en Instagram; es habitual de la prensa del corazón, que ahora va mucho más allá de las tradicionales revistas, y desde 2020 está instalada semanalmente en El Hormiguero de Pablo Motos, fichaje que seguramente es consecuencia de su paso triunfal por la edición de 2019 de Masterchef Celebrities en La 1 de la televisión pública. Todo este abanico y más lo ha explotado en esa semana.
El 22 de septiembre, Tamara Falcó anunció su compromiso con Íñigo Onieva a través de su cuenta en Instagram. Aquella misma noche contó con detalle su amor y hasta dijo dónde y cuándo se iba a casar. Todo en ese entorno de salón familiar que crea Pablo Motos, por el cual parece que todos los que están en plató son amigos de toda la vida, tanto que esperaban estar en la boda. Aquella misma noche empieza a circular el vídeo con el beso de la perdición de Onieva por grupos de Whatsapp.
El viernes 23 ya salta de los grupos privados de mensajería a las redes sociales. Onieva se apresta raudo a construir un relato. Es un beso viejo, de 2019, y Tamara Falcó se lo cree. Isabel Preysler, la madre, la llama para entender qué está pasando. Tamara la tranquiliza: es viejo, es de hace tres años. A lo que su madre le responde, pues que salga y lo aclare. “¿Y yo que hago? Tú no digas nada”. La tarde de ese viernes, a la entrada de la finca en la que se celebraba una boda a la que estaban invitados, paran, se bajan cogidos de la mano delante de los medios y Onieva proclama: “son vídeos de 2019, porque ya he ido a ese lugar tres veces. Que quieran sacar esto el día de nuestro anuncio de “engagement”…”
Un problema de infidelidad se convierte, además, en una mentira adobada con flema británica. ¿En qué está pensando un español que vive y pace en Madrid para llamar a su compromiso matrimonial “engagement”? Ciertamente es una manera de denominarlo en inglés, pero estaba hablando a España a través de reporteros españoles. Los que entendieron algo, oyeron una palabra que forma parte de la jerga de la industria del marketing y que se utiliza para describir el nivel de interacción que genera una cuenta o un mensaje en las redes sociales. A un momento tan emocional como el compromiso de pareja de por vida lo rodeó de lenguaje marketiniano.
El 24 de septiembre empieza el punto de no retorno. Tamara Falcó sale de casa temprano sin el anillo de compromiso que había mostrado dos días antes y retira de Instagram el mensaje “engagement”. A punto de cumplir 41 años vuelve a casa de su madre, que ya le ha advertido por teléfono de que hay más cosas. Al día siguiente, 25, es Onieva quien cuelga en Instagram un comunicado donde confiesa. Reconoce que ha sido deshonesto y, al pedir que “no se continúe difundiendo imágenes”, reconoce que hay más, como Preysler había dicho a su hija.
El lunes 26, Tamara Falcó bloquea a su ex en sus redes sociales y al día siguiente se va a una presentación de Kronos Homes, agencia inmobiliaria de la que es “embajadora”, una promotora cuyos accionistas mayoritarios son Saïd Hejal y Bertrand Perrodo. Además de recuperar la normalidad de sus compromisos laborales, es una oportunidad magnífica de interactuar con periodistas. Onieva sigue escondido.
El miércoles 28 se produce un salto cualitativo. Tamara Falcó entra en directo por teléfono al programa Sálvame de Tele 5 para hablar con Jorge Javier Vázquez. No es una llamada más. Está dando audiencia al competidor directo de la tele con la que trabaja, Antena 3, y en un espacio que desprecian. En la propia conversación se puede apreciar que todo se hace a través de un representante de Tamara. Finalmente, el jueves 29 acude a su programa, a El Hormiguero, donde cuenta todo con pelos y señales durante casi media hora.
En una semana ha pasado de televisar el amor a relatar el odio y siempre con la misma sonrisa y seguridad, esa que le permite meter a Ignacio Onieva y a San Pablo en la misma frase, y que le rían la gracia los que se sientan a su lado, entre los que estaban Cristina Pardo, otrora afilada periodista política, o Nuria Roca, que comparte con Falcó la agencia de comunicación The Lab Talents.
Sea por intuición o por planificación, lo cierto es que Tamara Falcó tenía un relato, actuó con humildad, como para atender por teléfono al canal de la competencia, y supo utilizar todas las herramientas. Entendió que necesitaba a los periodistas y a los medios de comunicación como intermediarios, que sus redes eran insuficientes para buscar complicidad. En cambio, Onieva, en vez de hacer un comité de crisis en la mañana del viernes, donde seguramente le hubieran recomendado sentarse en privado con Tamara para darle todo tipo de explicaciones, salió todo ufano con su mentira delante de las cámaras y después desapareció.
Verdad, honestidad y humildad son valores esenciales también en comunicación. La soberbia, el primero de los pecados capitales, y el narcisismo juegan muy malas pasadas. Cuesta entender, desde la fe o el ateísmo, qué pinta Tamara Falcó en un congreso mundial de familias cristianas. Quizás por eso termina pontificando sobre las diferentes sexualidades, que con “sitios distintos donde ejercer el mal”. Otro tanto sucedió cuando en Antena 3 se refirió al colectivo LGTBI, balbuceando algo así como “El, Elle”.
Jugar a las cocinitas puede ser simpático, pero frivolizar con las creencias y la sexualidad no tiene ninguna gracia. Los medios de comunicación deben asumir su responsabilidad con en el uso de influencers y celebrities, puesto que su millonaria audiencia no está advertida del truco del “engagement”.
PD: Todos los detalles de fechas y afirmaciones están sacados de las propias declaraciones de Íñigo Onieva y Tamara Falcó.