10 años del rescate bancario que cambió la economía española
España solo ha recuperado unos 6.000 millones de los 58.000 millones inyectados en el sector financiero El rescate bancario puso el epitafio de la España de la burbuja y abrió una nueva etapa económica
En aquella primavera de 2012 las semanas se hacían largas. La combinación de desequilibrios macroeconómicos, resaca de la borrachera inmobiliaria y ataques especulativos a la deuda de la periferia europea estaban fundiendo el núcleo de la economía española. A pie de calle se debatía sobre la prima de riesgo y sobre qué hacer con los ahorros si volvía la peseta. La economía y el empleo, obviamente, estaba en caída libre, y de Bruselas y Fráncfort apenas llegaban cuidados paliativos, acompañados de prolijas recetas de recorte de gasto.
El rescate llegó un sábado, el 9 de junio de 2012, tras semanas de incertidumbre y durísimas negociaciones. No fue un rescate de la economía española en su conjunto, sino del sector bancario. Gracias a ello las condiciones para el desembolso de los fondos se circunscribían a dicho sector. Los hombres de negro de la troika seguían planeando sobre Madrid, pero con menos atribuciones que en Atenas o Lisboa.
Tuvo el lado positivo de forzar a España a afrontar, finalmente, la herencia de la burbuja, tras años de decisiones cuando menos timoratas. En el lado negativo, y como cabía esperar, los mercados ya habían olido sangre, y los ataques a la deuda española e italiana no pararon hasta que el BCE, presidido por Mario Draghi zanjó el debate. Nadie juega contra la banca, y las apuestas por la ruptura del euro cesaron.
10 años después el mundo ha cambiado tanto que el rescate pueda parecer menos crítico y más lejano. Pero para España fue el final de una etapa. Un desvaído epitafio de los años iniciales del euro, turboalimentados por el crédito fácil y las promociones sin freno. Unos años ejemplificados en Bankia, que además de crear el agujero millonario que detonó el rescate dejó un catálogo particularmente completo de los excesos y los pecados de la época.
Hoy el sector financiero es más pequeño y sólido, la economía ha dejado el monocultivo y el tsunami de la pandemia se ha podido capear mejor, gracias sobre todo al giro en la UE. Las cuentas públicas, eso sí, no han pisado terreno positivo y la deuda pública está más alta que en 2012. Y vuelve a aflorar la querencia española por el ladrillo, sin haber digerido del todo el empacho de los primeros 2000.
Este es el legado del rescate, que se puede analizar desde múltiples ángulos. Hemos elegido cinco: el balance del propio rescate bancario, el papel de los mercados, la situación de la banca, el impacto macroeconómico y lo que queda pendiente de digerir.
¿Y esto quién lo paga?
Corría el mes de junio de 2012. En las televisiones pugnaba la euforia por el rescate a España con las noticias más catastróficas en el ámbito económico. Bruselas ponía a disposición del Gobierno español una línea de financiación por 100.000 millones, de los que solo utilizó 43.000 millones y ya ha devuelto algo menos de la mitad. Y el presidente del Gobierno por aquel entonces, Mariano Rajoy, defendía que el rescate a la banca "lo pagarían los propios bancos". Una década después, España no ha vuelto a ganar otra Eurocopa. Y, de los 58.000 millones que inyectó el Estado al sector financiero, solo ha recuperado unos 6.000 millones, apenas el 10%.
Bankia es la gran esperanza blanca para maquillar este balance. Hasta 2020, el FROB ha ingresado 1.100 millones en dividendos y 2.100 millones con dos ventas de acciones en mercados. La vicepresidenta económica Nadia Calviño apostó por la idea de que es mejor tener pocas acciones de una entidad grande que muchas de un banco más modesto. E impulsó la fusión de la antigua Cajamadrid con CaixaBank, de la que el Estado controla un 16%. Este paquete vale unos 4.500 millones según los precios de Bolsa y el Estado tiene hasta 2023 para convertir estas acciones en títulos. El FROB considera que podrá recuperar unos 9.000 millones de los 24.000 millones que inyectó en Bankia.
Cuando los mercados apostaban contra la eurozona
La burbuja inmobiliaria empezó a pincharse en 2007. Lehman Brothers cayó en 2008, y ese invierno 2008-2009 dibujó la mayor crisis financiera desde 1929. Los ‘brotes verdes’ que parecían aflorar en ese 2009 fueron barridos por la crisis del euro. Grecia había trampeado los datos de déficit, y las dudas del mercado contagiaron después a Portugal e Irlanda, ambos rescatados, y después a España e Italia. En 2010 la prima de riesgo española llegó a 100 puntos en primavera. La receta europea pasaba por recortar gastos para ajustar las cuentas, esperando que el mercado aflojara la presión. No fue así, y llegó a 200 en apenas tres meses, rompiendo a lo largo de 2011 la barrera de los 300 y los 400 puntos.
Si algunas capitales europeas veían al mercado como el agente que pondría orden en el Sur de Europa, el propio mercado vio una debilidad con la que ganar dinero: las apuestas contra la deuda disparaban los tipos de la deuda, lo que a su vez añadía presión a unas cuentas públicas ya socavadas por la depresión económica. El agujero de Bankia puso a España al borde del abismo pues se interpretaba que el país, simplemente, no tenía dinero para sanear sus bancos. La prima de riesgo rondaba ya los 500 puntos.
Sobre el papel el rescate bancario debería haber aliviado la presión sobre España. No fue así. El mercado siguió apretando pues no dudaba ya de la capacidad de España para financiarse en el mercado, sino para seguir en el euro. Con esa variable en la ecuación, cualquier activo español era tóxico en las carteras internacionales… Hasta que llegó Mario Draghi.
El presidente del BCE señaló que existía un riesgo de convertibilidad en la zona euro. Y que haría todo lo necesario para eliminarlo de la ecuación. Un famoso discurso de Londres, el 26 de julio, fue después concretado en una herramienta a la que no fue necesario acudir, pues el mercado dejó de apostar contra el Sur de Europa.
Aunque el inicio de la pandemia volvió a castigar a la deuda española, la reacción del BCE y las instituciones europeas fue esta vez más rápida: mano libre en el déficit y compras masivas de deuda. Ahora es cuando la prima de riesgo española vuelve a repuntar, precisamente, al retirarse las medidas de estímulo. Y el BCE negocia, por su parte, cómo implantar una herramienta que prevenga de la fragmentación financiera que, hace 10 años, casi rompe el experimento de la unión monetaria.
Una década perdida y una tormenta perfecta
Ha sido la gran crisis de España, sin más adjetivos. O, al menos, lo parecía, en un mundo donde las guerras tocaban muy lejos y las pandemias mundiales solo en telefilmes. La economía acumulaba los desequilibrios de la burbuja inmobiliaria, en forma de exceso de deuda, pérdida de competitividad y déficit exterior. A ello se sumó el crac financiero de Lehman Brothers y después la crisis del euro y un apoyo europeo que fue, en el mejor de los casos, condicional y dubitativo.
España no recuperó hasta 2017 el nivel del PIB de 2008 y el paro, en términos de EPA, alcanzó un pico de 6,2 millones de personas a principios de 2013. En esta crisis, la de la pandemia, la caída del PIB ha sido más abrupta, pero la recuperación está siendo más rápida. Principalmente, porque la fuente de la recesión no son excesos anteriores que tardan en purgarse, sino un factor exógeno y temporal. Las características de la crisis, más el margen de maniobra permitido por Bruselas y el BCE, han permitido que el impacto social sea menor.
La economía, después de la travesía del desierto de la anterior crisis, está menos ahogada en deuda privada y tiene más capacidad exportadora, por lo que no depende del crédito externo. Persisten sonoros desequilibrios, en particular en unas cuentas públicas tocadas por la pandemia: la deuda pública es más elevada ahora que en el peor momento de la crisis financiera. El paro, pese al papel corrector de los ERTE, sigue en zonas de dos dígitos. Y, en el medio plazo, queda por ver el papel, teóricamente dinamizador, de los fondos europeos, una iniciativa de mutualización de deudas y transferencias a fondo perdido que hace 10 años era tan verosímil como un confinamiento masivo en todo el mundo.
La gran contracción del sector bancario
De 55 a 10 entidades. El proceso de ajuste y consolidación del sector bancario ya había empezado antes del rescate, pero fue el memorando firmado con los socios europeos quien apretó las tuercas. El resultado, 10 años después, es un sector más concentrado, más rentable y más sólido, aunque en la transición se han quedado miles de oficinas y puestos de trabajo. Las ventas de créditos tóxicos y la creación de Sareb permitieron limpiar los balances y, de hecho, en los últimos tiempos la preocupación de las entidades ha venido más por los bajos tipos de interés y la escasa rentabilidad que por los problemas heredados.
Si el rescate ya supuso un punto de inflexión para España, aún más lo fue para la banca. El sector aprovechó como nadie la época de las vacas gordas pero que, cuando cambiaron las tornas, fue tanto causante como beneficiada del rescate, dejándose por el camino una no desdeñable dosis de imagen en la sociedad. Y, sobre todo, el rescate fue la puntilla para un modelo de negocio, el de las cajas de ahorros, arrasado por las interferencias políticas, la mala gestión y algunos episodios de bandolerismo financiero que llevaron al banquillo a destacados miembros del establishment patrio.
Empacho, digestión y dieta del ladrillo
Las metáforas se quedan cortas para explicar la dimensión de la fiebre inmobiliaria que marcó la España de principios del milenio. Se acumularon 300.000 millones de crédito bancario a promotoras, buena parte del cual pasó a engrosar (en forma de inmuebles o de préstamos) los balances de activos tóxicos de los bancos o, después, el de Sareb, el banco malo español.
La herencia envenenada aún no ha sido totalmente digerida, más allá de las promociones a medio hacer en los extrarradios de las ciudades. Sareb tiene un balance de 29.000 millones de euros. La banca ha traspasado más de 200.000 millones en préstamos deteriorados a fondos que se ocupan de gestionar esta cartera. Por el camino quedaron gigantes como Martinsa Fadesa o Reyal Urbis.
La parte positiva es que el sector inmobiliario actual poco tiene que ver con aquel, por más que los precios de la vivienda vuelvan a subir a ritmos acelerados. Se construye mucho menos (100.000 visados de obra nueva frente a 900.000 en 2006), se presta menos y con más rigor. Y el sector está dominado ahora por grandes fondos de capital extranjero, en notable contraste con las promotoras cercanas a las cajas de ahorros que movieron los engranajes de la burbuja anterior.
Este especial ha sido elaborado por: Gabriela López, Cecilia Castelló, Nuño Rodrigo, Laura Salces, Álvaro Bayón, Alfonso Simón, Denisse López y Ricardo Sobrino
Archivado En
- Mario Draghi
- Mariano Rajoy
- Banco de España
- Jean-Claude Juncker
- Luis de Guindos
- Rescate financiero
- Comisión Europea
- Banco Popular
- Ayudas públicas
- Bankia
- Crisis financiera
- Política económica
- Bancos
- Mercados financieros
- Unión Europea
- Organizaciones internacionales
- Europa
- Empresas
- Economía
- Relaciones exteriores
- Banca
- Finanzas