Los mercados pidieron más… y llegó ‘SuperMario’
La intervención del presidente del BCE evitó la ruptura del euro
Grecia encendió las alarmas de la Comisión Europea en 2010 al constatarse que durante años había cometido irregularidades en el envío de datos económicos. La inestabilidad de sus cuentas desembocó en un primer rescate a manos de la troika (hubo hasta tres), al que se sumaron Irlanda y Portugal. Los países por entonces denominados PIGS –Portugal, Irlanda, Grecia y España– se situaron en la diana de inversores y agencias de calificación, que pusieron en cuestión su capacidad para reducir sus déficits públicos. La prima de riesgo española, la diferencia entre el rendimiento del bono español a diez años con el bono alemán al mismo plazo, alcanzó por primera vez los 100 puntos básicos febrero de 2010 y se disparó sobre los 200 puntos básicos pocos meses después ante el riesgo de contagio.
España cerró 2011 con un déficit público del 8,5%, que acabó elevándose hasta el 9,4% y día a día eran más las voces que urgían que pidiera ayuda financiera internacional, aunque desde el Gobierno casi recién llegado de Mariano Rajoy se descartaba el rescate. La crisis de deuda amenazaba con romper la unidad del euro y Atenas se preparaba ya para la vuelta al dracma mientras que las rentabilidades de los bonos soberanos de la periferia del euro marcaban máximo tras máximo, encareciendo el coste de financiación de unas empresas que acumulaban ingentes cantidades de pasivo y de unos hogares muy endeudados tras años de burbuja inmobiliaria.
Una situación a la que se sumaba la propia del sector bancario, que precisaba una reestructuración que se demoraba ya algunos años y que había agravado un círculo vicioso en el que el mercado no veía a España capacitado para rescatar a sus propias entidades y al que se sumaba una fuga de capitales. La situación se hacía cada vez más difícil y el riesgo país de España pasó de los 300 puntos básicos de marzo de 2012 a superar los 500 puntos básicos tras la intervención de Bankia. Pero el rescate de la banca no sirvió para apaciguar las dudas sobre España. El por entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, afirmó que la ayuda financiera de hasta 100.000 millones se traduciría en "una menor presión de la deuda española". Nada más lejos de la realidad. La prima tocó los 650 puntos básicos.
El mercado siguió cuestionando la solvencia de España. Una situación que forzó un mes después a Mario Draghi, recién llegado a la presidencia de Banco Central Europeo, a apaciguar a los inversores con una contundencia nunca vista después de que la rentabilidad del bono a una década alcanzara el 7,6%. El 26 de julio de 2012 el banquero pronunció dos frases que han pasado a la posteridad: "El BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme: será suficiente". El mensaje fue música celestial para los mercados y erigió al italiano como gran baluarte para estabilizar la economía europea tras meses en los que se había resistido a solventar los problemas de liquidez de los miembros del club comunitario.
Diez años del después del rescate a la banca española el temor a una nueva fragmentación en la zona euro ha vuelto a hacer sonar las alarmas. La anestesia a la que se han acostumbrado los mercados gracias a los programas de compra de deuda se agota. La institución presidida por Christine Lagarde va a poner fin a las compras netas de activos. Una operación que adoptará justo antes de que suba los tipos por primera vez en más de una década. La escalada de la inflación ha forzado al BCE a mover ficha y a acelerar sus planes. La rentabilidad del bono español a diez años alcanza el 2,4%, máximos de 2014, una subida que también se observa en el bund, que está en el 1,3% cuando hace solo tres meses cotizaba aún en negativo. Lagarde, ya ha puesto las primeras tiritas al avanzar que podrían diseñar nuevos instrumentos anti-fragmentación.