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El embargo al gas y el petróleo rusos es de una lógica inexorable

Imponer topes de precios o aranceles no funcionará, porque Rusia sigue teniendo la sartén por el mango

Campo de petróleo Vankorskoye, de Rosneft, al norte de Krasnoyarsk, Siberia (Rusia).
Campo de petróleo Vankorskoye, de Rosneft, al norte de Krasnoyarsk, Siberia (Rusia).reuters

Cuánto cuesta la culpa? Desde que Vladímir Putin atacó Ucrania, Europa ha financiado la guerra comprando el petróleo, el gas y el carbón de Rusia. Conscientes de ello, los europeos están barajando formas de reducir los ingresos de Rusia con topes de precios o aranceles. La lógica apunta a una medida más controvertida: un embargo total.

La Unión Europea ya ha enviado 60.000 millones de dólares de dinero nuevo a Moscú en los tres meses de conflicto. En diciembre, habrá pagado a Rusia más que el importe de las reservas de divisas del país –unos 150.000 millones de dólares– que congeló en los primeros días de la guerra.

La secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, sugirió el día 17 que la UE podría considerar la posibilidad de imponer aranceles a la importación de petróleo ruso en combinación con el embargo de crudo por etapas que está tratando de poner en marcha. Los compradores de petróleo tendrían entonces que pagar más o buscar proveedores alternativos, respondió al día siguiente el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov.

Los topes o los aranceles no funcionarán. Un techo de precios supondría que los compradores europeos y algunos otros se unieran para decir a Rusia que solo seguirían comprando petróleo o gas a un precio determinado. Es difícil entender por qué Putin aceptaría un acuerdo que parecería una derrota económica.

Además, un tope de precios para el gas sería difícil de aplicar. Según los típicos acuerdos de toma o paga de Gazprom, los compradores europeos, entre los que se encuentran Eni, Uniper y OMV, deben pagar una parte predefinida del gas que firmaron. La mayoría de estos contratos expiran entre 2030 y 2040, y la única forma de librarse de ellos antes es declarar la fuerza mayor. Un embargo lo permitiría. Un tope de precios no.

Los aranceles a las importaciones de energía parecen más sofisticados desde el punto de vista económico. Suponen un impuesto sobre el consumidor final, que pesaría sobre los hogares y las empresas. La idea es que Rusia se vería obligada a recortar sus precios para mantener su cuota de mercado, posiblemente reduciendo la tasa de exportación del 30% que aplica a las importaciones de energía, según ha sugerido el economista Daniel Gros.

Pero el razonamiento económico clásico ignora el hecho de que los aranceles que se debaten no son una herramienta económica para proteger algún mercado interno, sino un arma política para infligir daño. Si Rusia se niega a bajar los precios, Europa volvería a estar como al principio.

La UE está gastando miles de millones para amortiguar el impacto de la factura energética rusa en los hogares y las empresas. Los topes y los aranceles elevarían aún más los precios de la energía, y dejarían a Putin a cargo de la decisión de cortar los lazos energéticos con Europa. Un embargo es el único paso que tiene sentido.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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