La llave para atraer las emisiones españolas está en el coste de oportunidad
Pese a los esfuerzos realizados en los últimos años para mejorar la competitividad del mercado de valores en España y la eficiencia de su supervisión, las empresas españolas acumulan tres años consecutivos en los que han optado de forma mayoritaria por registrar sus bonos en supervisores extranjeros y en parqués distintos a BME. Los datos revelan que en 2021 el volumen total de emisiones de compañías españolas alcanzó los 217.700 millones de euros, un 1,9% menos que durante el año de la pandemia. Las emisiones registradas ante la CNMV cayeron un 23,4%, hasta los 101.000 millones de euros, y volvieron a situarse en niveles previos al estallido del Covid. En el caso del MARF, sin embargo, el año se cerró con el debut de 25 nuevas compañías hasta sumar 125, con un creciente interés por parte de empresas extranjeras.
Tanto BME como CNMV han apostado desde hace años por atraer las colocaciones de las empresas españolas. BME se ha reunido periódicamente con los emisores para explicarles, entre otros aspectos, la rebaja de sus tarifas, una de las razones que en el pasado justificaban colocar los bonos en el exterior. También la CNMV ha informado de forma exhaustiva y clara sobre las ventajas de registrarse en España. El supervisor ha realizado un esfuerzo notable por acelerar y simplificar el proceso de registro de folletos, lo que incluye haber rebajado hasta dos días la verificación de los requisitos de admisión.
Pese a todo, los datos demuestran que el esfuerzo de ambos no ha obtenido los resultados esperados. Aunque es cierto que se ha conseguido atraer un buen puñado de programas de emisión lanzados en el extranjero –el último en tomar esa decisión ha sido Euskaltel, que acaba repatriar su programa de pagarés por importe de 200 millones que cotizaba en la Bolsa de Dublín–, si se analizan los últimos siete años solo en uno de ellos, 2018, las empresas españolas colocaron más deuda en España que en el extranjero.
Esta resistencia se explica, por un lado, por la mayor agilidad que existe en algunas plazas, como es el caso de Dublín, y por otro, por la inercia de muchas compañías, especialmente las más grandes, que llevan años colocando sus bonos en mercados foráneos. Romper ese uso no se logra únicamente ofreciendo un nivel similar de eficiencia y celeridad, sino con ventajas lo suficientemente atractivas y competitivas como para compensar el coste de oportunidad de abandonar las plazas habituales.