La reforma laboral, en el camarote de los hermanos Marx
La coalición de Gobierno pacta nuevas directrices para negociar. Se suman responsables socialistas y habrá reuniones antes y después de ver a los agentes sociales
España tiene una larga tradición de negociaciones laborales a dos y tres bandas desde el inicio de la Transición. Esta exitosa práctica del diálogo social que tan buena fama ha dado a España en la Unión Europea tiene detrás el conocido consejo del histórico líder patronal José María Cuevas, quien solía decir a su gente: “Negociad siempre, y cuando la negociación se vuelva imposible, seguid negociando”.
Pues parece que la máxima de Cuevas es la que pretende seguir el Gobierno para, primero, llegar a una posición común en materia de reforma laboral entre las dos formaciones de la coalición y, después, para intentar sacar adelante una nueva legislación laboral modernizada y respaldada, a ser posible, por los empresarios y los sindicatos.
Para lograr estos objetivos, los socialistas y los morados del Ejecutivo llegaron ayer a un acuerdo con una nueva metodología de negociación que, en teoría, debería servir para que las conversaciones lleguen a buen puerto, pero que, en realidad, fue algo imprescindible para desbloquear la mesa de diálogo. Este pacto lo hizo público Moncloa a mediodía de ayer, tras intensas conversaciones que se extendieron en la noche del martes al miércoles pilotadas por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños – que no está enfrentado abiertamente a la parte minoritaria del Gobierno como sí lo está la vicepresidenta económica, Nadia Calviño–, y la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que se encontraba en Roma.
Con el anuncio público de este pacto, que se definió como “un acuerdo, en el seno del Gobierno de coalición, para la coordinación de la reforma laboral”, se desinflaban también algunas esperanzas de que la reforma laboral tenga un final feliz. Esto se debe, sobre todo, a la complejidad del sistema de negociación adoptado. Además de incorporar a la mesa de negociación a responsables de otros ministerios distintos al de Trabajo, se establece la celebración de una especie de reuniones de control para que el Gobierno se asegure de que todas sus propuestas y reacciones a las aportaciones de los agentes sociales son comunes, algo harto difícil a la vista de las simas ideológicas que separan a las dos partes del Ejecutivo principalmente implicadas en la negociación.
Para consensuar objetivos comunes de cara a la negociación, el próximo martes, 2 de noviembre, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, convocará una reunión con la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, y la segunda, Yolanda Díaz, máximas protagonistas del enfrentamiento viviendo en los últimos días. A este encuentro también asistirán los Ministerios de Hacienda, de Seguridad Social y Educación y FP para fijar la posición del Ejecutivo en la mesa de diálogo social, respetando “los términos del acuerdo de Gobierno de coalición”.
El acuerdo al que llegó la coalición ayer supone que las reuniones de la mesa de diálogo social para la reforma laboral, que se seguirán celebrando los miércoles por la mañana –como viene ocurriendo desde hace meses–, contarán con una delegación del Gobierno y no solo con miembros de Trabajo. Esta representación seguirá estando encabezada por el secretario de Estado de Empleo, Joaquín Pérez Rey, quien ya lideraba la negociación, pero a partir de ahora también acudirán un director general de la vicepresidencia económica y otro del Ministerio de Seguridad Social. Así, estos dos últimos departamentos participarán con representantes de menor rango que el del área laboral. “En función de los temas que se traten, podrán acudir representantes de los otros ministerios afectados”, se precisa.
A partir de ahí, además de Trabajo, ocupado por los morados, la parte socialista del Ejecutivo mantendrá un control sobre las negociaciones estando presente en todas ellas. Así, todos los martes a las 17.00 horas habrá una reunión para fijar la posición del Gobierno en esa mesa. A ella asistirán el secretario de Estado Empleo, el de Economía y el de Seguridad Social. En función de los temas a tratar, podrán acudir representantes de los otros ministerios afectados. Esas mismas personas se reunirán también los miércoles por la tarde para analizar el desarrollo de la mesa de la mañana y coordinar la preparación de la siguiente. Además, si fuera necesario por la complejidad política de la materia habrá reuniones entre vicepresidentas y ministros que se celebrarán antes o después de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos para facilitar las agendas.
Es fácil imaginarse a tantos negociadores entrando en el famoso (y lleno) camarote de los hermanos Marx. Ante ello, distintas fuentes del mundo del trabajo coincidían ayer en que esta ristra de reuniones que antecederán y sucederán a los encuentros del diálogo social, en los que se debería fraguar el acuerdo final de la reforma, no son nada halagüeñas para anticipar el éxito final de estas conversaciones.
Y todo esto habrá que hacerlo en poco más de un mes, si se quiere convencer a Bruselas de que desbloquee el siguiente paquete de fondos de recuperación europeos. Por no hablar de haber hecho públicos estos encuentros, lo que a la luz de cualquier guía de negociación laboral es claramente contraproducente. En esto el Gobierno no sigue las recomendaciones de Cuevas quien ante las dificultades recomendaba que los negociadores se reunieran en secreto en una sala y no se levantaran de la mesa hasta que hubiera un acuerdo. Pero sin luz ni taquígrafos.