El mercado deshoja la margarita: alza de tipos en 2022 ó 2023
El efecto del ‘tapering’ marcará a Powell el calendario de alzas en el precio del dinero en EE UU. La inflación presiona a la Fed, que debe evitar turbulencias en la deuda y apoyar el empleo
Los mercados viven obsesionados con los movimientos que haga la Reserva Federal estadounidense (Fed) en los próximos meses. Su presidente, Jerome Powell, dejó claro el pasado mes de junio que los tipos de interés de intervención –ahora situados en el 0,00% y 0,25%– no subirían hasta 2023. Pero en la reunión de septiembre de la Fed todo dio un vuelco: 9 de los 18 miembros del organismo preveían una subida de tipos ya en 2022, frente a los 7 que planteaban esta posibilidad en junio. El mercado da ahora un 45% de probabilidades a un alza en septiembre del próximo año.
Una inflación disparada en Estados Unidos es la culpable de este cambio de tono en la Fed, ante una tasa interanual del 5,4% a cierre de septiembre y una inflación subyacente –sin energía ni alimentos– del 4,5%, nivel no conocido desde 1991. Una subida de precios que los bancos centrales siguen calificando de transitoria, pero que es muy superior al objetivo de inflación del 2%. Además, en la reunión de septiembre, cuyas actas se conocieron a mediados de este octubre, la Fed apuntaba a que en noviembre o diciembre se comenzarían a retirar las compras de bonos (tapering), que ahora alcanzan los 120.000 millones de dólares al mes.
“¿Cuándo comenzará la Fed a reducir su enorme balance de 8,5 billones de dólares? ¿Cuándo empezarán a subir los tipos de interés y en cuánto?”, se pregunta el analista de eToro Ben Laidler. Y el mercado le responde: “Estas expectativas han cambiado significativamente en pocas semanas, con los futuros sobre los fondos federales ahora descontando la subida de tipos a mediados de 2022”, explica. Una visión que comparte un selecto grupo de economistas consultados recientemente por Financial Times, que también fían al próximo año el alza del precio del dinero en EE UU. Los bonos a 10 años también dan muestras de esta tensión: estos días marcan una rentabilidad del 1,64%, frente al 1,18% de principios del pasado mes de agosto.
La analista Aránzazu Bueno, de Bankinter, considera en un reciente informe que ya se han cumplido las condiciones para comenzar este noviembre el tapering. Pero para empezar a subir tipos “la Fed establece unas condiciones más estrictas: máximo empleo, inflación al 2% y en camino de superar moderadamente el 2% durante algún tiempo. Powell considera que estas condiciones se darán hacia finales de 2022 y no tendría sentido subir tipos de interés mientras se están comprando activos”, dice. Este banco espera que el tipo director suba a finales de 2022 en 25 puntos básicos, hasta el rango 0,25%-0,50%. Para 2023 ven dos alzas adicionales, hasta el 0,75%-1,00%. Por su parte, el bono a 10 años subiría al rango 1,30%-1,70% para finales de 2021 y 1,7%-2,1% para finales de 2022.
28 países ya han dado el paso
Más de 28 bancos centrales –desde Brasil hasta Nueva Zelanda– han subido este año tipos, un total de 67 veces. Esto se compara con solo 9 recortes de tipos. Se trata de una situación contraria al año pasado, con un total de 207 recortes de tipos y solo 9 aumentos.
Los economistas de CaixaBank Antonio Montilla y Ricard Murillo fijan tres grupos de bancos centrales de los países desarrollados ante la proximidad de subir tipos. En el primero, están los países más adelantados en el ciclo económico o que presentan signos notables de aceleración en el mercado inmobiliario: Nueva Zelanda, Noruega, Australia y Canadá; el segundo está formado por Estados Unidos y Reino Unido, con fuerte repuntes de sus economías y de la inflación, y, por último la eurozona y Japón, economías más rezagadas en el proceso de recuperación.
También desde el grupo financiero Fitch ven “una posibilidad creciente de que la Fed pueda comenzar a subir las tasas en 2022”. Y añaden: “La Fed elevó su pronóstico de crecimiento para 2022 al 3,8%, en línea con nuestras previsiones de crecimiento del 3,7%. El crecimiento por encima de la tendencia aumenta el riesgo de que la política de la Fed se vuelva demasiado acomodaticia y alimente la inflación. De hecho, la Fed podría iniciar subidas en los próximos trimestres si las presiones inflacionarias se recuperan y las expectativas de inflación aumentan”, concluyen.
Desde el banco estadounidense Goldman Sachs apuntan, sin embargo, a una desaceleración de la economía estadounidense en los próximos trimestres, a medida que se desvanece el impulso del estímulo fiscal, con un escenario de aplanamiento en la curva de rendimientos entre activos líquidos y los de medio y largo plazo.
Sin duda, la reunión de la Reserva Federal del próximo 2 y 3 de noviembre (la penúltima del año) será determinante para ver cuáles son las bazas de un Jerome Powell que opta a una reelección con el Gobierno demócrata tras su nombramiento por el republicano Trump. Thomas Costerg, economista para EE UU de la gestora Pictet WM, indica que un Powell que busca la reelección está “en modo no hacer daño por ahora y probablemente trate de ser lo más ambiguo e inofensivo posible”.
Además, está en el aire el desenlace sobre el techo de deuda en EE UU. Este mes se alcanzó in extremis un acuerdo político para evitar el cierre de la administración pero será a primeros de diciembre cuando deba alcanzarse un compromiso definitivo sobre el gasto federal del próximo año, lo que añade presión al repliegue de estímulos de la Fed.
Partidarios de 2023
Costerg señala una de las claves para medir cualquier endurecimiento monetario: “No desestabilizar el actual sistema financiero, caracterizado por altos niveles de deuda privada y pública. Adoptará su objetivo de máximo empleo, más que de estabilidad de precios. La primera subida de tipos de interés será en 2023, comenzando lo que estimamos será un ciclo de alzas muy limitado. Es probable que los tipos se mantengan bajos varios años, por debajo del 2% a medio plazo, potencialmente inferiores a la tasa de inflación”, sostiene.
Esta visión más condescendiente con la inflación también la refleja en un reciente artículo el experto del banco suizo UBS Mark Haefele, al recordar que la Fed cambió su forma de pensar sobre la inflación con la introducción del enfoque de objetivo de inflación promedio (AIT, por su siglas en inglés), que vincula la política monetaria con las tasas de inflación promedio durante un periodo anterior, en lugar de centrarse solo en medidas al contado.
El gigante de la inversión BlackRock considera en un estudio de este mes de octubre que las presiones de precios derivadas de la reactivación económica tras el parón por el Covid acabarán resolviéndose por sí solas, y “creemos que los bancos centrales con marcos de política creíbles verán más allá de estas presiones”. Y agrega: “Aunque esperamos un régimen de inflación más alto en el medio plazo, vemos que la Fed normalizará los tipos solo en 2023, y el BCE mucho más adelante”.
También desde Beka Values esperan que la Fed tenga paciencia hasta 2023 para subir tipos mientras deja espacio suficiente para ver el efecto de la reducción de la liquidez provocada por el fin de compras de 120.000 millones de dólares mensuales. Sus expertos estiman que los mercados ya están descontando una subida de 125 puntos básicos (1,25 puntos) para los próximos tres años en Estados Unidos.
Por último, Olivier de Berranger, director de gestión de activos en La Financière de l’Echiquier, apunta a que las próximas comunicaciones de los bancos centrales, en concreto de la Fed, cambiarán hacia un tono más severo. “La curva de tipos estadounidense podría seguir aumentando su pendiente de forma general, pero sobre todo en la parte corta, más sensible a las expectativas en materia de política monetaria”. Y concluye: “El mercado está en las manos expertas del presidente de la Fed, que deberá incidir en las diferentes sombras que proyectan los precios para sacar a la economía del ciclo inflacionista en el que parece sumirse”. A diferencia de otras crisis inflacionarias, los responsables de los bancos centrales cuentan ahora con una importante experiencia para hacer lo menos dañino posible este cambio de tendencia en los tipos.