La gobernanza global ante las cumbres de COP 26 y G20:
El índice de aprobación de Biden ha caído dramáticamente y hay la percepción de que no gestiona con eficacia la política exterior
A partir del 1 de noviembre, los ciudadanos de los países de la zona Schengen y el Reino Unido que estén plenamente vacunados podrán volar directamente a territorio estadounidense. La zona Schengen la integran los miembros de la UE con la exclusión de Irlanda, Rumanía, Bulgaria, Croacia y Chipre e inclusión de Islandia, Liechtenstein y Noruega. La UE, las cámaras de comercio y el sector turístico presionaban a la Casa Blanca para que levantara la prohibición impuesta en marzo de 2020. Ocho países europeos se sitúan entre los quince primeros en la clasificación mundial de vacunación plena: Portugal (84%), España (77%), Dinamarca (74%), Irlanda (72%), Italia (66%), Reino Unido (65%), Francia (63%) y Alemania (62%). EEUU se ha estancado en el 51%.
La relación económica transatlántica es por mucho la más profunda del mundo. EEUU y la UE generan el 45% del PIB mundial y más del 40% de los intercambios comerciales y de servicios. El stock de inversión extranjera directa (IED) de EEUU en la UE es tres veces superior al que tiene en toda Asia. El stock de IED de la UE en EEUU es ocho veces superior al que tiene en China e India juntas. Pero también se permitirá que ciudadanos vacunados de Brasil, India y China puedan visitar EEUU después de obtener el necesario visado. Resulta incomprensible que se añadan dichas tres potencias, que en los próximos meses no serán mercados emisores importantes de turistas. La gestión de la pandemia por parte del presidente Jair Bolsonaro no debería ser recompensada. India es un aliado estratégico de EEUU de cara a la contención de China en el denominado espacio Indo-Pacífico, pero también es el origen de la peligrosa variante Delta (B.1.617.2) que ha justificado la reimposición de restricciones en países desarrollados. China fue el origen del virus SARS-CoV-2 y sus autoridades se niegan a cooperar en la investigación de su origen. Está demostrado que Pekín desoyó las advertencias de Taiwán sobre el virus e impuso una cuarentena en Wuhan para desplazamientos dentro de China, pero no para los internacionales.
El presidente Joe Biden prometió doblar hasta 11.400 millones anuales la financiación para que los países emergentes y pobres luchen contra el cambio climático. Pero podría llegar a la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP 26) con las manos vacías debido al insuficiente apoyo del Congreso. De Rusia y China han salido los ciberataques y hacks más virulentos de la historia (gaseoducto Colonial, servidores Microsoft Exchange, segundo ataque a SolarWinds) desde que Biden accedió a la Casa Blanca. Después de la humillante retirada de Afganistán, los gestos conciliadores y financiación para países emergentes y pobres difícilmente incitarán a que China y Rusia cambien sus planteamientos en las cumbres del COP 26 (Glasgow, 31 octubre-12 noviembre) y del G20 en Roma el 30 y 31 de octubre. El G7 y la OECD deberían imponer sanciones contra aquellas potencias que se demuestre que han llevado a cabo ciberataques y financian programas de adquisición o mejora de armas nucleares en Irán y Corea del Norte.
La concreción del principio de acuerdo del G7 de adoptar un impuesto de sociedades global del 15% a las multinacionales no es realista después de la grave crisis diplomática desatada por la pugna para fortalecer a Australia frente a China. Australia ha remplazado el contrato de suministro de submarinos franceses por otro con EEUU y el Reino Unido que proporciona tecnología para submarinos nucleares. El índice de aprobación de Biden ha disminuido dramáticamente desde cotas altas por el fiasco de Afganistán, la incapacidad de controlar la frontera con México y la percepción de que ya no gestiona con eficacia la campaña contra Covid-19 y la política exterior.
El ala izquierdista del partido Demócrata ha profundizado la polarización política que inició un Donald Trump que no se podrá presentar a la reelección. Una parte de la clase política republicana está cooperando con los Demócratas. Siete senadores republicanos votaron a favor del impeachment fallido de Trump después del asalto al Capitolio. Otros 19 respaldaron el paquete de infraestructuras de transporte y energéticas de 1 billón de dólares que ha sido aprobado en la Cámara de Representantes y el Senado. Biden desea un paquete de 3,5 billones que aumenta las ayudas y subvenciones sociales, formación profesional e inversiones en tecnologías y energías verdes. Durante la campaña electoral ya avisó que vincularía esta agenda interna con la aspiración de que EEUU lidere la revolución verde. Pero no cuenta ni con los votos para lograr la adopción del paquete de 3,5 billones ni suficientes complicidades entre los líderes occidentales. Boris Johnson, Pierre Trudeau, Pedro Sánchez y el posible gobierno de coalición entre socialdemócratas y verdes que surja de las elecciones del próximo domingo en Alemania aceptan diezmar sectores productivos claves en nombre de una agenda radical.
Biden prometió mano dura con Pekín y cerrar filas con los países aliados de EEUU. Redobla su apuesta por una gobernanza internacional que requiere la colaboración de China y Rusia cuando se tambalea parte de su agenda interna. Divide a los países occidentales con el acuerdo con Australia. Dicho comportamiento se explica porque los republicanos seguramente recuperarán el control del Congreso en noviembre de 2022. Pero las prisas no son buenas consejeras. La Casa Blanca presume de los altos índices bursátiles. Son fruto del fuerte crecimiento económico y la falta de alternativas para los inversores. La deuda soberana de los países emergentes acusa el impacto de Covid-19, pero la Reserva Federal ha anunciado que pronto reducirá su programa de compra de bonos y elevará los tipos de interés en 2022. Si Biden quiere minimizar el retroceso de los Demócratas en las próximas legislativas, hará bien en concentrar sus esfuerzos en la gestión interior.
Alexandre Muns es Profesor de EAE Business School