Otoño exigente en La Moncloa para cumplir con Bruselas
No ayudan los tiras y afloja en el seno del Gobierno ni la polarización política
El Gobierno de coalición arranca en tres semanas el curso político en un contexto algo más holgado que el año pasado. La crisis sanitaria, vacunas mediante, ha dado al fin tregua en esta primavera de 2021 y, en consecuencia, la economía ha empezado a levantar cabeza. Sigue siendo España el país más castigado de su entorno, pero recuperará, según los cálculos oficiales, su nivel de riqueza previo a la crisis en 2022. A ello ayudarán en buena medida las inyecciones de fondos europeos dentro del plan de recuperación.
Estos fondos, no obstante, tienen una serie de contrapartidas, principalmente el cumplimiento del plan de reformas presentado a Bruselas dentro del proceso de tramitación. La reforma de las pensiones, la laboral y los presupuestos son las tres grandes piedras de toque del Ejecutivo. Cualquiera de los tres textos legales es capaz de convertir el trámite parlamentario en un campo de minas. La necesidad de aprobar los tres en el tramo final del año es un reto mayúsculo. No ayudan los recurrentes tiras y afloja en el seno del Gobierno de coalición ni una polarización política que hace saltar por los aires cualquier intento de acercamiento entre partidos.
El Gobierno ya sufrió para sacar adelante, de hecho, un trámite aparentemente menor (en términos de carga política y presupuestarios), como el de los interinos. Además, estos trámites se mezclarán con asuntos susceptibles de hacer saltar costuras en la coalición, como el SMI, los ERTE o la vivienda.
En este contexto, cuando la política parece más pendiente de apelar a la atención del ciudadano que de resolver sus problemas, pensar en acuerdos con visos de largo plazo suena ilusorio. Quizá por eso sean más necesarios que nunca, para transmitir a inversores extranjeros, instituciones europeas y gobernantes de nuestros socios una imagen de seriedad.
El ejemplo más palmario son las pensiones: los plazos para que las reformas de la Seguridad Social sean efectivas son de décadas. Varios presidentes pasarán por la Moncloa en ese tiempo, y todos ellos sufrirán las consecuencias en caso de no haber sido capaces de definir un marco a largo plazo.
Hoy no parece el escenario más probable; el Gobierno parece abocado a un ejercicio de equilibrismo digno de los Juegos Olímpicos para cumplir con Bruselas y recabar apoyos parlamentarios en formaciones que no son precisamente entusiastas. Aunque, por otro lado, la relativa buena marcha en los últimos meses del diálogo social indica que la incapacidad de llegar a acuerdos no está en la genética de los dirigentes españoles, sino más bien en la voluntad.