Qué hacer cuando el jefe critica por la espalda
Es complicado recuperar la confianza en una relación laboral cuando se ha roto
Zoquete, imbécil, anormal, perrito faldero, egoísta... Son algunas de las perlas con las que el actual presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, se refirió hace unos años a Vicente del Bosque, Cristiano Ronaldo, José Mourinho, Iker Casillas y Raúl González, sin que ellos estuvieran presentes, según unos audios que publica estos días el El Confidencial. Pero no todos ellos se ven afectados de la misma manera, ya que estos dos últimos son actualmente empleados del club blanco. El portero, como adjunto al director general de la Fundación Real Madrid; el delantero, como entrenador del Castilla (Segunda B).
La duda es ahora si estas declaraciones abrirán una brecha irreparable entre el líder y los empleados o si, por el contrario, podrán continuar como si nada hubiera pasado. El profesor colaborador de Deusto Business School, Jon Segovia, rompe una lanza a favor de Florentino: “Hay que diferenciar el rol de la persona”. El experto hace referencia a que el contexto privado en el que se han vertido estas declaraciones es importante porque podrían venir de un momento de tensión. “¿Quién no le ha dicho barbaridades a un ser querido, incluso a un hijo, durante una discusión? Es inapropiado, por supuesto, pero tenemos que quitarnos la viga de nuestro propio ojo antes de mirar la paja del ojo ajeno. Es hasta infantil pensar que nuestros amigos o compañeros de trabajo no nos han criticado nunca”.
En esta línea, Segovia también hace hincapié en que los audios tienen más de 10 años y que las relaciones pueden fluctuar. “Esto no hace que sean menos ciertas las palabras que les dedicó a Raúl o Casillas en su despedida. Lo que sí que sería preocupante es que un día hiciera una declaración pública y al día siguiente se filtrara un audio diciendo lo contrario”, resume. Así lo ve también el profesor de IESE Guido Stein: “Las formas, el contexto en el que hizo esas declaraciones, son más importantes de lo que parece. Las formas importan porque reflejan el fondo”. Reconoce que las frases del directivo son de mal gusto, pero de un nivel moderado en la sociedad actual. “Estamos en una época en la que, desgraciadamente, la poca educación y los buenos valores brillan por su ausencia. El que se rasgue las vestiduras por él tiene un comportamiento fariseo”, apunta. Otra cuestión sería, prosigue Stein, si de las conversaciones se hubieran extraído amenazas, hechos delictivos o, incluso, temas de carácter más personal. “Es más grave si se comparten hechos concretos suyos, si se detallan actuaciones que haya tenido alguien con otros compañeros o si se insinúa que le ha puesto los cuernos a su pareja”, concede.
Más tajante es Maite Moreno, profesora de recursos humanos de EAE Business School, quien asegura que “esto no debería haber pasado jamás”. La experta considera que estas conversaciones dejan al descubierto falta de liderazgo y profesionalidad por parte del directivo. “Un líder nunca debe criticar de forma destructiva delante de terceros a otros que también trabajan para el equipo”, insiste.
La filtración, considera, deja a los empleados en una tesitura complicada, pues han visto su relación debilitada. “La tela de la confianza se ha rasgado, se puede coser, pero queda una cicatriz que siempre volverá a abrirse”, añade. Por eso, Moreno cree que si Florentino Pérez no dimite, ellos acabarán marchándose: “Si el líder no es suficientemente valiente para dejarlo, es complicado continuar porque no hay confianza”.
La profesora de EAE recomienda ser asertivo y enfrentar el problema. Un consejo que aplica tanto a conversaciones públicas como a los rumores que llegan de una conversación de pasillo. “No es fácil porque es ponerse delante de un jefe, pero le da al otro la oportunidad de explicarse y puede contribuir a arreglar un problema interno antes de que estalle”, comenta. Por su parte, Stein cree que lo mejor es quitarle hierro al asunto: “Lo primero que haría sería llamar a Florentino y decirle que por mí no se preocupara, que yo digo cosas peores cuando me enfado. Y haría una declaración pública”.
En cualquier caso, todos coinciden en que esto no debería haber pasado. “Todo lo que digan o escriban en privado las personas con cierto grado de representación o influencia debería poder ser publicado sin problema en la portada de un periódico”, sostiene el portavoz de IESE, quien llama a recuperar la buena educación. Y añade en un guiño a El Lazarillo de Tormes: “Hay cosas que, aunque se piensen, no se dicen. Eso debe ser una máxima”.