Un baño de realismo que exige una política económica activa
Desde el estallido de la pandemia, el Gobierno ha articulado una política económica integrada por parches y medidas de urgencia destinados a proteger a las empresas
El Banco de España vertió ayer un severo baño de realismo sobre la situación económica española y lo que puede esperarse de su evolución hasta 2023, fecha en la que sitúa la vuelta a la situación previa a la pandemia. El supervisor ha rebajado el crecimiento del PIB para este año desde el 6,8% que estimó en diciembre hasta el 6%, una cifra austera que contrasta notablemente con el avance del 7,2% que espera el Gobierno y que aspira a aumentar hasta el 9,8% gracias a los fondos comunitarios. Frente a la foto fija proyectada el pasado otoño, la economía española ofrece en este momento un perfil laminado por la prolongación de las medidas de restricción de la actividad como consecuencia de la tercera ola de la pandemia. A ello hay que sumar el previsible retraso de los fondos del programa Next Generation, cuya llegada el Banco de España retrasa hasta 2022, además de rebajar hasta el 55% el porcentaje de ejecución de sus recursos, que el Gobierno cifraba en el 100% en 2021. Parte de esa ralentización tiene que ver con el hecho de que la selección de los proyectos está llevando más tiempo del esperado, hasta el punto de que todavía no se ha puesto en marcha ninguno.
La prolongación de la pandemia, que está golpeando especialmente a los sectores relacionados con el ocio y el turismo, y la lentitud en las campañas de vacunación hacen obligado asumir que la crisis económica no solo está siendo extraordinariamente intensa, sino que va a durar más de lo que inicialmente se preveía. Precisamente por ello, España no puede permitirse esperar que la tormenta sanitaria escampe y a que los fondos europeos comiencen a aterrizar en forma de proyectos. El Gobierno debe diseñar una política económica proactiva y no meramente pasiva, que aborde de una vez por todas las reformas estructurales que precisa una economía cuyo principal reto en los próximos años será lograr un crecimiento sostenido capaz de sacar al país de esta crisis histórica y de recuperar el empleo perdido.
Desde el estallido de la pandemia, el Gobierno ha articulado una política económica integrada fundamentalmente por parches y medidas de urgencia destinados a proteger a las empresas y a la mayor parte de sus plantillas. Pero ahora es necesario ser más ambiciosos y mirar más allá del horizonte inmediato con el fin de dedicar medios y recursos suficientes a planificar los grandes cambios que la economía española necesita. El primero de ellos, diseñar un plan de vuelta a la disciplina fiscal que traslade a los mercados la idea de que España es un país capaz de tomar las riendas de su futuro, y que vaya acompañado de decisiones que robustezcan un potencial de crecimiento que soporte la financiación sostenida de la ingente cantidad de pasivos emitidos.