Un mercado laboral golpeado por la crisis y anestesiado por las ayudas
Junto a la masiva pérdida de puestos de trabajo que ha provocado la crisis en 2020, el análisis de la EPA apunta también a una degradación de la calidad del empleo
La radiografía del empleo que arroja la EPA al cierre de 2020 se parece a un campo de batalla con numerosas bajas. El rastro de destrucción de empleo que han provocado las severas medidas de contención contra la pandemia de Covid-19 suma 750.000 empleos, una sangría que ni siquiera han podido evitar las medidas extraordinarias de protección a empresas y trabajadores, como los ERTE. La crisis ha golpeado fundamentalmente al sector privado –con los servicios como indiscutible gran perjudicado– mientras que el público ha creado 125.800 empleos por la necesidad de refozar tanto el sector sanitario como el educativo. Junto a la masiva pérdida de puestos de trabajo que ha provocado la crisis, el análisis de los datos apunta también a una degradación de la calidad del empleo. Crece la temporalidad, especialmente en el sector público, que por primera vez en su historia rebasa el millón de trabajadores temporales con una tasa que sube al 30%, diez puntos más que la de los asalariados del sector privado. En términos generales, 2020 se cierra con medio millón de trabajadores aún en ERTE en el último trimestre, a los que hay que unir otro millón que no tienen empleo ni lo buscan por la pandemia.
Aunque el año negro del Covid ha puesto fin a siete años consecutivos de descensos del paro y a seis ejercicios seguidos de creación de empleo, el cuadro que arrojan los datos se corresponde con un mercado laboral todavía anestesiado por los efectos protectores de las ayudas públicas a las empresas, tanto en lo que se refiere a los expedientes temporales de empleo como a los créditos y otras facilidades. Todas ellas son medidas imprescindibles para ayudar a sobrevivir a las compañías frente a los embates de una crisis inédita en su intensidad y capacidad de destrucción, pero también soportes de oxígeno capaces de enmascarar el estado de salud real del paciente, más deteriorado de lo que muestra la foto fija.
A medida que los efectos de la crisis económica vayan remitiendo, algo que no sucederá mientras no se controle la crisis sanitaria, el Gobierno deberá ir retirando poco a poco esos soportes en un proceso inevitable que sacará a la luz el estado real de las empresas, tanto de las que cuentan con suficiente solvencia como para salir adelante como de las que no superarán el fin de las ayudas y se verán obligadas a transformar sus ERTE en ERE, o incluso a cerrar sus negocios. Precisamente porque esa realidad subterránea aflorará antes o después, resulta urgente que España ponga en marcha las reformas estructurales necesarias para flexibilizar los mercados y facilitar la vida de las compañías, las dos condiciones necesarias para poder impulsar el crecimiento cuando la pandemia llegue a su fin.