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Política monetaria

Bancos centrales: La riada inagotable de dinero que evitó el colapso

El BCE y la Fed casi doblan este año sus balances para atajar la crisis con compras masivas de deuda y lluvia de liquidez a la banca.

Christine Lagarde conversa con Jerome Powell en el foro virtual organizado por el BCE el pasado noviembre.
Christine Lagarde conversa con Jerome Powell en el foro virtual organizado por el BCE el pasado noviembre.

Los bancos centrales y, muy especialmente el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal Estadounidense (Fed) se erigen como los principales actores económicos del año. Su intervención con una batería de estímulos monetarios sin precedentes ha sido crucial para evitar que la pandemia de la Covid-19 terminase en colapso con millones de desempleados y cierres masivos de empresas y entidades financieras, y una población desasistida. Y en lo que supone una diferencia clave frente a la anterior crisis, su actuación ha ido de la mano de un extraordinario impulso fiscal de los gobiernos.

“Menos mal que estaban los bancos centrales porque de lo contrario la situación habría sido dramática… los mercados se habrían quedado sin liquidez, habría sido imposible la financiación de los Gobiernos y los tipos de interés se habrían disparado”, explica David Cano, Director General en AFI Inversiones Globales.

En esta misma línea, el experto en mercados financieros Juan Ignacio Crespo explica que la estrategia de los bancos centrales ha sido la de ir neutralizando los problemas. “Hay un umbral de dolor en la sociedad y sin estas medidas, el paro y la destrucción empresarial habrían sido muy grandes”. Y añade: “Tenemos el ejemplo del crash de 1929, donde no se tomaron las suficientes medidas y solo en Estados Unidos quebraron 7.000 bancos con la consiguiente ruina de sus depositantes”.

Los diferentes programas de los bancos centrales han tratado de poner dinero en la economía mediante tres vías. Primero, regando de liquidez a los bancos para que el crédito siguiese fluyendo a las economías y empresas (preferentemente pymes) y para garantizar la estabilidad financiera; luego con la compra multimillonaria de deuda soberana, permitiendo a los Gobiernos lanzar ingentes emisiones con las que atender al gasto social, y, por último, adquiriendo bonos de las empresas, facilitando su financiación. Todo ello, además, a un coste muy bajo con tipos de interés cero o incluso negativos.

Los bancos centrales han actuado con contundencia y rapidez y en paralelo a los potentes estímulos fiscales de los gobiernos, dejando economías mucho más endeudadas

El objetivo ha sido, y continuará siéndolo en 2021, garantizar un coste de financiación lo más barato posible. Y para ello se han tomado medidas impensables antes de la pandemia: el BCE ha comprado deuda soberana saltándose las limitaciones por países –lo que ha favorecido especialmente a Italia y España– y la Fed ha adquirido deuda empresarial por debajo del grado de inversión, además de rebajar los tipos de interés de forma abrupta hasta cero. Esta artillería monetaria ha engordado a niveles récord el tamaño de sus balances.

El BCE comenzaba el año con un balance de 4,67 billones de euros que ahora se elevan hasta los 7 billones de euros. Y la Reserva Federal ha pasado de los 4,17 billones de dólares hasta rondar los 7,4 billones de dólares, un esfuerzo que inevitablemente ha causado la caída del dólar. Así, medidos ambos balances en la divisa europea, el del BCE resulta ahora incluso superior al de la Fed en más de un billón de euros.

Las alabanzas de los expertos a los bancos centrales por su decidida actuación frente a la crisis se tornan en incógnitas de cómo se podrá revertir una situación en la que la sostenibilidad de las cuentas públicas, al menos en el más corto plazo, depende enteramente de una política monetaria ultraexpansiva.

“Los bancos centrales han dado un manguerazo épico de liquidez que ha permitido el funcionamiento de los mercados desde marzo”, explica Félix López, socio-director de atl Capital Gestión. Y añade: “Este proceso de entrada es fácil, aunque no tanto el de retirada de efectivo. Nadie sabe cómo va a producirse porque nos encontramos ante una situación nueva, hasta ahora no vivida. Lo que está claro es que no llegará en 2021, y para que lo haga en 2022 o 2023, las economías tendrán que estar muy fuertes”, concluye. Por lo pronto, las subidas de tipos solo se vislumbran en el medio plazo. Y Crespo añade: “No sabemos cómo vamos a salir de esta situación porque no hay precedentes históricos”.

A diferencia de la crisis de 2008 cuando el BCE fue muy a remolque de los acontecimientos, los expertos destacan la reacción de Christine Lagarde –no sin un breve titubeo previo muy criticado– para inyectar la liquidez que hiciera falta a la economía y lanzar un programa de compras de deuda antipandemia que se ha ido aumentando hasta los 1,85 billones de euros. “A diferencia de la crisis financiera, en ésta, el BCE ha reaccionado a los pocos días de hacerlo la Reserva Federal. En la anterior, tardó casi cuatro años en bajar tipos y poner en marcha los programas LTRO, hasta que llegó en 2011 Mario Draghi a la presidencia del banco central”, explica Juan Ignacio Crespo.

El año próximo, los expertos apuntan a que los bancos centrales seguirán su política de inyectar liquidez y compra de deuda, como ya han avanzado. “Los bancos centrales serán continuistas porque no pueden ser restrictivos”, concluye Félix López. La UE activaren 2021 su plan de ayudas por 750.000 millones y en EE UU, Biden prolongará los estímulos fiscales. Todo ello con la garantía de que los bancos centrales cubren las espaldas y el endeudamiento barato podrá continuar.

Ahorro sin inflación

Los precios. La actual crisis también ha cambiado la percepción de la inflación por parte de los bancos centrales, ya trastocada por los efectos deflacionistas de fenómenos como la digitalización o el envejecimiento de la población. El alza de precios sigue sin llegar y la Fed decidió que incluso si el IPC sube del 2%, ello no supondrá un endurecimiento inmediato de su política monetaria.

La inversión. Las compras de deuda han minado la inversión en renta fija. Para obtener rentabilidad, “es necesario que el ahorrador asuma riesgos y el BCE con los tipos negativos le está obligando” señalan en AFI.

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